LEÓN XIV EN EL JUBILEO DEL MUNDO DEL TRABAJO: “LA ESPERANZA NO ES UNA PALABRA… ES UN TESTIMONIO”
- Canal Vida

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En una Plaza San Pedro repleta de trabajadores, el Papa habló de esperanza y dignidad. Recordó al beato Isidoro Bakanja, el obrero que murió perdonando, como símbolo del cristiano que “no se rinde, sino que transforma el dolor en fe”.

Bajo un cielo luminoso y ante miles de trabajadores reunidos en la plaza de San Pedro, el Papa León XIV volvió a conmover al mundo. En su homilía del Jubileo del Mundo del Trabajo —celebrado hoy, 8 de noviembre—, no habló de teorías ni de discursos: solo de esperanza. Y lo hizo a través del ejemplo de un mártir africano, el beato Isidoro Bakanja, “el obrero que murió perdonando”.
“ESPERAR ES DAR TESTIMONIO”
Desde el inicio de su catequesis, León XIV recordó que el Jubileo no es solo una celebración, sino una revolución interior: “La esperanza nace de las sorpresas de Dios”, dijo. “El Año Jubilar nos impulsa a reconocer que el cielo puede comenzar aquí, en la tierra, si dejamos que la gracia transforme nuestra vida cotidiana”.
El Papa habló sin solemnidad, pero con fuerza. “Esperar no es quedarse quietos, es dar testimonio de que todo ha cambiado. La esperanza es el fuego que no se apaga, incluso cuando todo parece perdido”.
Fue entonces cuando pronunció las palabras que resonaron en la plaza: “Esperar es resistir al odio. Es mantener la fe cuando el mundo la considera inútil. Es amar cuando todos te abandonan”.

ISIDORO BAKANJA: EL OBRERO QUE VIVIÓ COMO CRISTO
León XIV eligió un ejemplo poco conocido, pero de inmensa potencia espiritual. Isidoro Bakanja, joven laico del Congo, fue torturado hasta la muerte por llevar un escapulario de la Virgen al cuello. Nunca negó su fe. Nunca maldijo. Murió rezando por quienes lo azotaban.
“Era un trabajador humilde —recordó el Papa—. No fue a la escuela, no tenía poder, ni riquezas. Pero poseía algo que el mundo ya casi no comprende: una esperanza invencible.”
Los fieles escuchaban en silencio cuando León XIV repitió las últimas palabras del mártir africano: “Los perdono. Rezaré por ellos incluso en el cielo”.
Y concluyó: “Ese es el verdadero milagro del cristiano: morir amando. Su cruz no fue derrota, fue victoria sobre el mal”.

LA PALABRA QUE ROMPE CADENAS
El Papa unió el testimonio de Isidoro con la realidad actual de millones de trabajadores: precariedad, desigualdad, pérdida de sentido. “El Evangelio —dijo— no es ajeno al mundo del trabajo. Es en las manos callosas y en el sudor de la frente donde se escribe la santidad de cada día”.
En uno de los momentos más intensos del Jubileo, León XIV alzó su voz y afirmó: “La cruz no oprime: libera. La esperanza no huye: construye. El trabajo sin dignidad no es cristiano. Y la fe sin compromiso social es una fe dormida”.

“ÁFRICA NOS ENSEÑA A CREER DE NUEVO”
En un gesto inusual, el Papa rindió homenaje a las Iglesias africanas, que —dijo— “inspiran con su fe ardiente a las Iglesias del norte, muchas veces adormecidas por el bienestar”. “África —añadió— clama por conversión y nos recuerda que el Reino de Dios no es un privilegio, sino una tarea. Muchos de sus jóvenes son hoy los nuevos testigos de la esperanza”.
EL TRABAJADOR QUE PERDONA Y AMA CONSTRUYE EL CIELO CONSUS MANOS
Antes de impartir la bendición final, León XIV resumió su mensaje con una frase que quedará grabada en la historia del Jubileo:
“Tener esperanza es creer que la tierra puede parecerse al cielo. Y cada trabajador que ora, que perdona, que ama, ya está construyendo ese cielo con sus manos”.
Miles de peregrinos rompieron en aplausos. Algunos lloraban. Otros alzaban banderas y escapularios. En medio de ellos, una pancarta improvisada resumía el espíritu del día: “La esperanza trabaja”.
En el corazón del Vaticano, el Papa volvió a recordarle al mundo que la fe no se mide en palabras, sino en heridas que perdonan, en manos que construyen y en almas que esperan.









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