Del Infierno a la Luz: El Exdrogadicto que Hoy Expulsa Demonios
- Canal Vida

- 23 oct
- 4 Min. de lectura
De las calles y las drogas al silencio de los monasterios. El padre Faustino conoció el infierno en carne propia antes de enfrentarlo con un rosario. Hoy, su historia sacude las redes y muestra que ningún demonio puede más que el amor de Dios.

En un mundo saturado de falsas promesas y búsquedas sin sentido, la historia del padre Faustino, monje carmelita y exorcista mexicano, resuena como un golpe divino a la desesperanza. Su vida —una montaña rusa de pecado, dolor y redención— parece salida de una película, pero es real. Y hoy, millones lo escuchan hablar del poder de Dios con la autoridad de quien vio el rostro del abismo… y sobrevivió.
EL INFIERNO PERSONAL
“Soy un exdrogadicto”, confiesa sin rodeos en una entrevista concedida al canal Fearless (YouTube). “Era adicto a la heroína. Un día desperté en un hospital y me pregunté por qué me estaba autodestruyendo”, indica.
A su alrededor, cuerpos sin esperanza. Dentro, un vacío que ni la droga ni la calle lograban llenar. Pero el milagro llegó en forma de un Nuevo Testamento ganado en una rifa. “Me puse a leerlo sin entender mucho, pero descubrí tres cosas: que Cristo murió por mis pecados; que hay alegría en el cielo cuando un pecador se arrepiente; y que soy amado y perdonado”, asegura.
Esa revelación, dice, fue su primera liberación: “Comprendí que lo que estaba buscando era amor… y el amor no es un sentimiento, es una persona. Esa persona es Jesucristo”.

EL MILAGRO DE LA LIBERTAD
Su historia no es solo de conversión, sino de resurrección interior. Pasó del infierno de la adicción al hábito de la oración. “A menudo caemos en la trampa de pensar que debemos hacer algo para merecer el amor de Dios”, explica, al tiempo que agrega que “Jesús ya hizo todo. Él nos deja libres para elegir si queremos seguirlo o no. Ese es el verdadero amor: la libertad”.
En su voz hay serenidad, pero también un tono firme, casi de soldado espiritual. Quizás porque hoy libra otra guerra: la que se libra contra el mal en su forma más visible. El padre Faustino es exorcista en el Instituto para la Liberación y Curación de las Almas (IPLyCEA) en México, donde enfrenta cada día los rostros de la oscuridad : “Jesús te encuentra cuando estás roto, te encuentra en tus pecados… y ahí nos da miedo, porque creemos que nos va a condenar. Pero Él quiere entrar justo ahí, para sanarnos. ¿Cómo? Perdonándote, perdonándote, perdonándote”.
EL HOMBRE QUE HIZO TEMBLAR AL DEMONIO
Los que lo conocen aseguran que cuando entra en una habitación, la atmósfera cambia. No grita, no impone miedo: reza con calma, y muchos dicen que en su presencia, los espíritus malignos tiemblan. Pero él mismo niega protagonismo: “No soy yo, es Cristo quien expulsa al enemigo. Yo solo sostengo el rosario y me dejo usar por Él”.
En la entrevista, se percibe algo que no se puede fingir: una paz que incomoda, una serenidad que viene de haber estado muerto y haber vuelto a vivir.
“No tengas miedo”, dice a los jóvenes, mirándolos directo a la cámara: “Déjate amar por Dios. Nuestra identidad no está en lo que tenemos, sino en lo que somos”.

DE LA HERIDA A LA MISIÓN
El exdrogadicto que un día se arrastró entre las sombras, hoy habla de liberación, perdón y misericordia. Vio milagros, conversiones, pero sobre todo almas regresar a la luz, como la de él. “El demonio encadena con mentiras, adicciones, heridas… pero Dios siempre tiene la llave. La clave es dejarse encontrar por Él”, destaca.
Su historia ya conmovió al mundo digital. Cada testimonio suyo es compartido por millones que encuentran en su voz una chispa de esperanza. En tiempos en que la fe parece lejana, el padre Faustino recuerda que el Evangelio sigue siendo un arma de liberación total.
“Yo fui esclavo —dice—, y hoy soy libre. Y si Él lo hizo conmigo, puede hacerlo contigo”.

CRISTO BUSCA PECADORES
Antes de terminar la entrevista, deja una frase que parece escrita para todos los que aún pelean con sus demonios interiores: “Cristo no vino a buscar santos, vino a buscar heridos. Si estás roto, estás en el lugar perfecto para ser sanado”.
Y mientras habla, su mirada se ilumina. Porque el hombre que alguna vez se inyectó muerte… hoy inyecta vida.









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