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“Sin Cristo, el alma se apaga”: León XIV clama por volver al centro perdido

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • hace 10 minutos
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En el 125° aniversario de la Iglesia de San Anselmo, el Papa León XIV lanzó un mensaje ardiente al mundo: “Sin Cristo, el alma se apaga”. Llamó a volver a lo esencial, a poner a Jesús en el centro de la vida.
León XIV
El Papa León XIV eleva el Evangeliario durante la Santa Misa por el 125º aniversario de la iglesia de San Anselmo, en el Aventino romano. En su homilía, pidió volver a poner a Cristo en el centro de la vida y la misión.

En el corazón de Roma, donde las piedras hablan de siglos de fe, el Papa León XIV volvió a encender la llama de lo esencial: “Pongamos a Cristo en el centro de nuestra vida y misión”. Lo dijo con voz firme en la misa por el 125° aniversario de la Dedicación de la Iglesia de San Anselmo, en el Aventino, ante una multitud que lo escuchó en silencio reverente.


El Pontífice advirtió que los “cambios repentinos del mundo” no deben arrastrar a la Iglesia al desconcierto, sino empujarla a mirar al único punto fijo que no cambia: Jesucristo. Desde el altar benedictino —símbolo de oración, trabajo y silencio fecundo—, León XIV recordó que los monasterios, nacidos “en la frontera”, convirtieron desiertos en oasis de paz. “Allí donde Cristo fue puesto en el centro, el caos se volvió vida”, proclamó.


Con una fuerza pastoral que conmovió a los presentes, el Papa exhortó a no reducir la fe a un hábito cultural ni a una emoción pasajera: “Sin Cristo en el corazón, el alma del mundo se enfría”. Invitó a los benedictinos, sacerdotes y laicos a ser “colmenas vivas” que transformen el conocimiento y la oración en servicio.

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El Santo Padre evocó la imagen del río que brota del Templo, símbolo de un amor que da vida a todo. “Cuando Cristo está en el centro —dijo—, la Iglesia late como un corazón que bombea esperanza”.


En su homilía, pidió que cada templo, comunidad y alma se vuelva “un lugar de alegría”, donde lo humano y lo divino se encuentren. Y concluyó con un llamado profético: “El mundo necesita templos vivos, hombres y mujeres cuyo centro no sea el yo, sino Cristo resucitado”.


Un mensaje que, en plena era del ruido, resuena como un golpe de campana en la conciencia del siglo XXI.



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