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El Papa que Transformó la Cruz en Fuego de Esperanza: León XIV y el Ángelus que Conmovió al Mundo

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • hace 34 minutos
  • 3 Min. de lectura
En la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, el Pontífice estremeció la plaza de San Pedro al recordar que la Cruz no es derrota, sino triunfo del amor divino. “Nada puede separarnos de Él”, proclamó.
León XIV
El Papa León XIV saluda desde la ventana del Palacio Apostólico, en el marco de la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. En su mensaje recordó que la Cruz no es derrota, sino el mayor signo del amor de Dios que transforma el dolor en vida eterna. (Fotografía: Vatican Media)

En un domingo ardiente de fe, la plaza de San Pedro volvió a ser el epicentro del mundo católico. Hoy, 14 de septiembre, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, León XIV se asomó a la ventana del Palacio Apostólico y, con voz firme y mirada encendida, lanzó un mensaje que estremeció corazones: “La Cruz no es derrota, es el triunfo del amor de Dios”.



EL ENCUENTRO ENTRE NICODEMO Y LA CRUZ

El Santo Padre evocó el pasaje del Evangelio de Juan en el que Nicodemo, en la oscuridad de la noche, buscaba respuestas en Jesús. El Papa lo conectó con la escena más dramática de la historia: el Hijo de Dios alzado en la Cruz para que todo el que crea tenga vida eterna. “No fue silencio, no fue resignación, fue un grito de amor”, subrayó.


Asimismo, recordó que lo que parecía el instrumento más cruel de tortura inventado por el hombre se convirtió en el estandarte de la salvación. “Dios nos mostró su rostro en el Crucificado”, insistió, rompiendo el mito de un Dios lejano y revelando la esencia de un Dios cercano, herido y amante.

Pedro Kriskovich
EL LEÑO QUE SE VOLVIÓ LUZ

El vicario de Cristo recordó la historia de santa Elena, la madre del emperador Constantino, que en el siglo IV encontró la reliquia de la cruz en Jerusalén. “Ese leño sagrado no fue un trozo muerto de madera, fue el fuego que encendió la fe de la cristiandad”, afirmó.


Luego conectó con el gesto del emperador Heraclio, quien devolvió la reliquia a la Ciudad Santa, símbolo de que la cruz nunca pertenece a un imperio, sino al corazón de todo cristiano.


La plaza, abarrotada de peregrinos de todos los rincones del mundo, vibró cuando el Obispo de Roma proclamó: “Nada, ni la guerra, ni el pecado, ni el odio, puede separarnos del amor de Dios manifestado en la Cruz”.



UNA CRUZ QUE SE HACE CAMINO

Con emoción, el Papa invitó a los fieles a mirar su propia vida bajo la luz de la Cruz: “Allí donde hay sufrimiento, brota también la posibilidad de la vida eterna. Allí donde creemos que la oscuridad tiene la última palabra, aparece la luz de Cristo”.


Pidió especialmente a los jóvenes no tener miedo de abrazar la Cruz, porque en ella se esconde la fuerza para construir un mundo distinto. “La Cruz es un puente hacia la esperanza, no una tumba de desesperación”, repitió con fuerza.



EL REGALO DE SU VIDA

Antes de despedirse, recordó que hoy cumplía 70 años de vida. Lo dijo con humildad y gratitud, agradeciendo a sus padres, a Dios y a quienes lo acompañan con la oración. La multitud respondió con una ovación y aplausos que se sintieron como un abrazo universal.

“Gracias, hermanos. Mi vida también está marcada por la Cruz, pero sobre todo por el amor que la transforma en esperanza”, concluyó.


Hoy, Roma fue testigo de un mensaje que cruzó fronteras: la Cruz ya no es un madero de tortura, es la llave de la eternidad.



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