El Papa: “No hay justicia sin compasión, ni legitimidad sin escuchar el dolor ajeno”
- Canal Vida

- 14 sept
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León XIV estremeció al mundo al afirmar que no existe justicia sin compasión ni legitimidad sin escuchar el dolor ajeno. Exigió derribar la globalización de la indiferencia y transformar la historia con gestos de reconciliación.

En la última semana el Papa lanzó un mensaje que atravesó fronteras, mares y corazones: “No hay justicia sin compasión, ni legitimidad sin escuchar el dolor ajeno”. Sus palabras resonaron con fuerza durante la presentación de la candidatura del proyecto “Gestos de acogida” de Lampedusa para integrar la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO.
La isla, conocida como la primera puerta de Europa para miles de migrantes desesperados, se transformó en símbolo universal de esperanza, dolor y resistencia. Allí, donde Francisco había llorado por los ahogados del Mediterráneo en 2013, su sucesor retomó la antorcha, recordando que las lágrimas de aquellos días siguen siendo un reclamo ardiente contra la indiferencia global.

EL PAPA Y LA MEMORIA DE LOS MUERTOS EN EL MAR
Con voz firme y cargada de emoción, León XIV, a través de un video mensaje, recordó a las “tantas madres y tantos niños” que jamás llegaron a tocar tierra firme. Los llamó “semillas de un mundo nuevo”, enterradas en las playas de Lampedusa como testigos de una humanidad herida. Pero al mismo tiempo, puso de relieve el heroísmo de quienes —sobreviviendo al naufragio— hoy levantan la bandera de la justicia y la paz.
“Ustedes son un baluarte de humanidad”, dijo a voluntarios, médicos, sacerdotes y autoridades locales, y destacó que “son la prueba viviente de que el bien no es una gota en el mar, sino una ola que puede transformar la historia”.
EL ENEMIGO INVISIBLE: LA GLOBALIZACIÓN DE LA IMPOTENCIA
El Santo Padre en el video denunció que el mundo no solo se habituó al dolor ajeno, sino que además cayó en una trampa aún más siniestra: la globalización de la impotencia. Ya no se trata solo de mirar hacia otro lado, sino de convencerse de que nada puede cambiar, de que los poderosos siempre escribirán la historia.
Pero el Pontífice desmanteló esa mentira con un golpe de verdad: “La historia es devastada por los prepotentes, pero la salvan los humildes, los justos, los mártires. Ellos son la resistencia luminosa de la humanidad”.

RECONCILIACIÓN: EL CAMINO DE LOS HIJOS DE DIOS
El sucesor de Pedro fue más allá de la denuncia. Propuso un remedio radical: una cultura de reconciliación. “No existen enemigos: solo hermanos y hermanas”, proclamó. Invitó a reconstruir los puentes destruidos por el miedo y el prejuicio, a curar las heridas de los pueblos con paciencia y ternura, a tratar con delicadeza las memorias sangrantes.
Y evocando la palabra siciliana o’scià —aliento, soplo— con la que los isleños saludan, pidió que el mundo recupere ese mismo soplo de humanidad, capaz de devolver la vida allí donde las aguas robaron la esperanza.
UN MENSAJE QUE QUEMA
El eco de sus palabras alcanzó no solo a quienes estaban en Lampedusa, sino a toda la Iglesia y al planeta entero. León XIV advirtió que la legitimidad de cualquier poder, cualquier ley y cualquier frontera, se mide en la capacidad de escuchar el clamor de quienes sufren.
María, Estrella del Mar, fue invocada como Madre y protectora de los migrantes y de todos los pueblos. Con ella, el Papa concluyó su mensaje con una promesa: “El bien es contagioso. Y juntos, todavía podemos salvar la historia”.








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