El Documento que Cambió el Alma del Mundo: 60 Años de Nostra Aetate, la Revolución Silenciosa de la Iglesia
- Canal Vida

- hace 9 horas
- 3 Min. de lectura
Sesenta años después, el documento que cambió la historia de la Iglesia vuelve a resonar con fuerza. Nostra Aetate, el texto que unió a cristianos, judíos y musulmanes, hoy revive como un grito: el mundo solo se salva caminando juntos.

Hace 60 años, un documento nacido en el corazón del Concilio Vaticano II se atrevió a hacer lo impensable: tender la mano a las otras religiones. Lo firmó Pablo VI, pero lo inspiró algo más grande que un pontificado: el deseo de reconciliar a la humanidad con su propio rostro.
Fue el 28 de octubre de 1965 cuando Nostra Aetate (“En nuestro tiempo”) rompió siglos de muros y abrió la puerta a un diálogo que cambió la historia. En apenas cinco capítulos, la Iglesia Católica redefinió su relación con el judaísmo, el islam, el hinduismo, el budismo y todas las religiones del mundo. Nació en la sombra del Holocausto y en medio del miedo a una nueva guerra, pero su mensaje fue luminoso: “No podemos llamar Padre a Dios si negamos a nuestros hermanos”.
UNA IGLESIA QUE MIRÓ AL OTRO Y VIO UN HERMANO
Nostra Aetate no fue un tratado político. Fue una confesión de humildad. Pablo VI comprendió que no se podía hablar de salvación si la Iglesia no sanaba las heridas del odio. El documento comenzó reconociendo algo esencial: todos los pueblos provienen de un solo Dios, y cada religión, en su búsqueda, guarda un destello de esa misma Verdad.
El texto declaró abiertamente la estima de la Iglesia por los judíos, reconociendo que la fe cristiana nace del mismo tronco de Abraham, Moisés y los profetas. A los musulmanes, los llamó hermanos en la adoración al Dios único y misericordioso. Y en una apertura inédita, honró las búsquedas espirituales del hinduismo y el budismo, reconociendo en ellas el anhelo humano por la paz y la liberación interior.
En palabras de Juan Pablo II, “la Iglesia no rechaza nada de lo que es verdadero y santo en otras religiones”. Fue una frase que estremeció al mundo. Por primera vez, Roma dejaba atrás el lenguaje de la condena y abrazaba el del encuentro.

EL MILAGRO DE ASÍS Y EL GRITO DE LOS PAPAS
Veinte años después, aquel espíritu de fraternidad se hizo carne. En 1986, Juan Pablo II reunió en Asís a representantes de todas las religiones del planeta. Fue el primer “Pentecostés del diálogo”, donde líderes de credos diferentes oraron juntos por la paz. Lo que comenzó con un documento se convirtió en un signo visible: la humanidad puede rezar unida sin renunciar a su fe.
El Papa Benedicto XVI reafirmó esa herencia, recordando que Nostra Aetate sigue siendo “una brújula moral para un mundo que ha olvidado que todos los hombres son una sola familia”.
Y hoy, León XIV, el sucesor que lleva el fuego del diálogo al siglo XXI, celebra este aniversario con una exhortación que vibra como un manifiesto: “Desarmen las palabras, levanten la mirada, custodien el corazón. Que la educación y la fe vuelvan a tejer la fraternidad universal”.

EL LEGADO QUE SIGUE ARDIENDO
Sesenta años después, Nostra Aetate sigue viva. De su semilla nacieron los encuentros interreligiosos, los gestos de paz, los abrazos entre rabinos e imanes, los viajes papales a templos, sinagogas y mezquitas. Cada diálogo es una antorcha encendida por aquel texto breve pero eterno.
En un mundo que vuelve a dividirse por credos, ideologías y banderas, su voz resuena como profecía: “El mundo nos mira, creyentes. Y nos pide que caminemos juntos”.
Hoy, en el Aula Pablo VI, el Papa León XIV volvió a pronunciar esas palabras ante líderes de todas las religiones. Y quizás, por un instante, el mundo recuerde lo que Nostra Aetate quiso enseñarle hace seis décadas: Que no hay paz sin encuentro, ni encuentro sin amor.









Comentarios