LOS JÓVENES QUE EL NAZISMO QUISO BORRAR… Y QUE HOY LA IGLESIA PROCLAMA BEATOS
- Canal Vida
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En pleno horror nazi, 50 jóvenes católicos eligieron acompañar, consolar y sostener la fe cuando hacerlo costaba la vida. Hoy, la Iglesia revela la historia que Europa quiso olvidar… y que todavía incomoda al mundo.

La piedra gótica de Notre Dame de París volvió a estremecerse. Esta vez no por el fuego ni por la guerra, sino por la memoria. Allí fueron beatificados 50 católicos franceses asesinados por los nazis al final de la Segunda Guerra Mundial. No murieron en combate. Murieron por acompañar, consolar y sostener la fe cuando hacerlo estaba prohibido.
Tenían entre 19 y 58 años. Eran sacerdotes, religiosos, seminaristas, scouts y laicos de la Acción Católica. Muchos pertenecían a una red clandestina nacida en torno al Servicio de Trabajo Obligatorio, el sistema del régimen de Vichy que enviaba a miles de jóvenes franceses a trabajar forzosamente para Alemania. Allí, en fábricas y campos, estos cristianos eligieron no callar.

Su misión secreta —la Misión Saint Paul— consistía en algo que el nazismo no podía tolerar: acompañar espiritualmente a los deportados, escuchar confesiones, rezar con ellos, devolver esperanza. En diciembre de 1943, el jefe de la Gestapo, Ernst Kaltenbrunner, prohibió toda actividad católica en el STO. El resultado fue brutal.
Fueron arrestados, torturados y deportados a Buchenwald, Dachau, Mauthausen y Neuengamme. La mayoría no sobrevivió al hambre, las enfermedades ni la violencia sistemática. Pero ninguno renegó de su fe. Murieron perdonando.

La beatificación, presidida por el cardenal Jean-Claude Hollerich, recordó que no fueron héroes ideológicos, sino testigos de una valentía más incómoda: sufrir por amor a la verdad y la justicia. En su carta apostólica, el Papa León XIV fijó su memoria litúrgica el 5 de mayo, subrayando su “testimonio de consuelo del Evangelio”.

En medio del infierno de los campos, estos jóvenes lograron crear islas de humanidad. Hoy, la Iglesia proclama lo que el nazismo quiso borrar: la fe no se extermina. Y el amor vivido hasta el final, tampoco.





