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NO MURIERON COMO HÉROES: VIVIERON COMO TESTIGOS

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • hace 5 horas
  • 2 Min. de lectura
No murieron luchando por una ideología. Murieron perdonando. La beatificación de 124 mártires españoles revela una valentía que el mundo ya no entiende: sufrir por amor a la verdad. Su sangre no pide venganza. Interpela.
Beatificación mártires de Jeán
Ante una multitud de fieles que se congregaron en la catedral de Jeán, se llevó a cabo la histórica beatificación de 124 religiosos y seculares que entregaron su vida, en la Guerra Civil Española, por defender la fe. En las paredes laterales del templo se observan las gigantografías de los mártires. (Fotografía: Facebook / Diócesis de Jeán)

No fueron héroes de consignas ni soldados de una ideología. No murieron gritando consignas ni defendiendo banderas humanas. Murieron —como recordó con fuerza el cardenal Marcello Semeraro— “por amor a la verdad y a la justicia”, la forma más alta y silenciosa de valentía cristiana. Así fueron beatificados este sábado, en la catedral de Jaén, 124 mártires españoles cuya sangre sigue hablando.


La celebración, presidida en nombre de León XIV, transformó el dolor de la historia en una proclamación luminosa. Las campanas repicaron, la asamblea estalló en aplausos y el pasado dejó de ser una herida para convertirse en semilla. Entre los nuevos beatos hay 110 sacerdotes, una religiosa clarisa y 13 laicos, todos víctimas de la violencia de la guerra civil, todos unidos por una misma respuesta: perdonaron a sus verdugos.


“No enfrentaron el odio con odio”, subrayó Semeraro, prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos. Su única arma fue el amor. Su única resistencia, la esperanza que no se rinde ante el mal. Una esperanza —recordó el cardenal— capaz de sostener al ser humano incluso cuando todo parece perdido.

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Divididos en dos grandes grupos, encabezados por los padres Manuel Izquierdo Izquierdo y Antonio Montañés Chiquero, estos mártires no buscaron salvarse a sí mismos. Se entregaron completamente, convencidos de que hay verdades por las que vale la pena sufrir.


En un mundo que huye del sacrificio y banaliza la vida, su testimonio incomoda. Porque demuestra que vivir sin esperanza convierte la existencia en un vacío sin sentido. Ellos eligieron otra cosa: arriesgarlo todo por algo más grande.


Hoy, su sangre no grita venganza. Clama Evangelio. Y recuerda que la fortaleza cristiana no elimina el miedo: lo atraviesa, confiando en Aquel que ya venció al mundo.




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