¡Basta de cristianos de ocasión!
- Canal Vida
- hace 3 días
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Desde el balcón del Vaticano, León XIV lanzó un mensaje incómodo y directo: la Iglesia no necesita “cristianos de ocasión”, sino testigos vivos del Reino. Una llamada urgente a despertar, trabajar… y dejar de mirar desde afuera.

La plaza de San Pedro estaba repleta. El sol abrasador no impidió que miles de fieles, peregrinos y curiosos se acercaran este domingo para escuchar León XIV, quien —una vez más— no se guardó nada. Desde la ventana del Palacio Apostólico, lanzó un mensaje directo, incómodo y esperanzador: “¡La Iglesia no necesita cristianos de ocasión, sino discípulos enamorados del Reino de Dios!”.
La frase resonó como un trueno. No fue una homilía diplomática ni neutra. Fue una advertencia. El Papa no habló de teorías ni de burocracia eclesial. Habló de trabajo. Y de corazones encendidos.

ENVIADOS POR EL SEÑOR A SEMBRAR LA PALABRA
Al comentar el Evangelio de san Lucas (10,1-12.17-20), recordó que Jesús envió a 72 discípulos —símbolo de la universalidad del mensaje cristiano— para sembrar esperanza en un mundo herido. Pero advirtió: “Dios sigue sembrando, pero son pocos los que cosechan. ¡La mies es mucha y los obreros son pocos!”.
FE BURÓCRATA
Con su estilo frontal, denunció la comodidad de quienes practican una fe decorativa. “No necesitamos personas que muestran la fe como una etiqueta exterior”, dijo. Y fue más lejos: “Quizás no falten los ‘cristianos de ocasión’, pero son pocos los que están dispuestos a trabajar cada día en el campo de Dios”.
El Papa no apuntó solo a la jerarquía eclesial. Habló a todos. A la madre de familia, al joven estudiante, al abuelo jubilado. A los empresarios, a los trabajadores, a los que rezan y también a los que se alejaron. Porque, según León XIV, todos están llamados a ser “alegres trabajadores del Reino”, donde sea que vivan.

OBREROS DE DIOS
Y como en cada ángelus, elevó su mirada a María. Con voz serena, pidió: “Que la Virgen interceda por nosotros, como lo hizo al decir ‘Yo soy la servidora del Señor’. Que nos ayude a entregarnos sin reservas, con alegría, al seguimiento de Cristo”.
Antes de concluir, volvió a hacer lo que mejor sabe: poner el dedo en la llaga. “La paz es un grito ahogado por las armas. ¡Que los poderosos escuchen el clamor de los pueblos!”, clamó.
Finalmente, anunció que se trasladará a Castel Gandolfo para un breve descanso. Pero su mensaje ya quedó sembrado: Dios quiere cosecha, no espectadores.
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