El Regalo que No se Envuelve: La Navidad en la que Aún Podés Abrir el Cielo por un Ser Querido
- Canal Vida

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En esta Navidad, cuando las Puertas Santas comienzan a cerrarse, la Iglesia recuerda que aún hay tiempo para el regalo más poderoso: una indulgencia plenaria ofrecida por un ser querido fallecido. No es simbólico. Es real. Y puede cambiarlo todo.

Hay regalos que se compran a último momento. Y hay otros que se juegan en silencio, de rodillas, cuando nadie aplaude y no queda ticket de cambio. En esta Navidad —marcada por el cierre del Jubileo de la Esperanza— la Iglesia recuerda que todavía estamos a tiempo de ofrecer el regalo más grande posible a un ser querido fallecido: una indulgencia plenaria, una súplica concreta para que su alma llegue a la plenitud del Cielo.
Mientras el mundo corre detrás de lo material, el calendario litúrgico avanza hacia un momento histórico y profundamente espiritual. Entre el 25 y el 28 de diciembre se cerrarán casi todas las Puertas Santas del Año Jubilar, un tiempo extraordinario de gracia que comenzó con Francisco y será clausurado por León XIV. Lo que muchos no saben es que estos días finales son, quizá, los más intensos.
Cuando una puerta se cierra… y otra se abre
La primera Puerta Santa en cerrarse será la de la Basílica de Santa María la Mayor, el mismo día de Navidad. No es un dato menor: es la basílica de la Navidad, la que custodia las reliquias de la Sagrada Cuna del Niño Jesús y también el lugar donde descansa, en una tumba sencilla, Francisco. Millones de peregrinos cruzaron esa puerta durante este año, muchos con nombres escritos en el corazón: padres, madres, hijos, amigos que ya no están.
El sábado 27 se cerrará la Puerta Santa de San Juan de Letrán, catedral de Roma. Y el domingo 28, la de San Pablo Extramuros. Tres grandes umbrales que se clausuran casi en silencio, como si la Iglesia quisiera decir algo claro: la gracia no hace ruido, pero transforma.
La única que quedará abierta unos días más será la Puerta Santa de San Pedro, que cerrará el 6 de enero de 2026, en la Epifanía. Pero para la inmensa mayoría del mundo, el Jubileo se despide el 28 de diciembre. Y con él, una oportunidad que no vuelve igual.

Un regalo para quienes no pueden pedirlo
En Navidad pensamos en quienes amamos. Y también —quizás más que nunca— en quienes ya partieron. La doctrina católica enseña algo que incomoda a la lógica moderna pero consuela al corazón creyente: podemos ayudar a las almas del purgatorio. No con dinero. No con homenajes. Con oración, sacramentos y caridad.
Ofrecer una indulgencia plenaria por un difunto no es un gesto simbólico. Es un acto concreto de misericordia. Es decirle a Dios: “Yo camino esta puerta por él. Yo rezo por ella. Yo confío en tu amor”. Sacerdotes de México, Argentina y otros países lo dijeron con claridad: este gesto puede ser el mejor regalo de Navidad.
No se trata de “pasar una puerta” como quien cumple un trámite. La Iglesia insiste: hay que hacerlo con conversión real, confesión sacramental, comunión, oración por el Papa y un corazón dispuesto a cambiar. El Jubileo nunca fue magia. Fue siempre pedagogía espiritual.

El Jubileo que comenzó con uno… y termina con otro
Este Año Santo tiene un rasgo único: fue inaugurado por Francisco y será cerrado por León XIV. Algo que solo ocurrió una vez en la historia, en el Jubileo de 1700. Ese detalle histórico le da un peso simbólico enorme. Como si la Iglesia dijera: la esperanza no pertenece a un nombre, sino a Cristo.
En Santa María la Mayor, donde descansan los restos del "pontífice de los pobres", las filas de peregrinos no cesaron en todo el año. Delegaciones de países enteros rezaron allí. No fue turismo religioso. Fue gratitud, duelo, fe viva.
Adviento, Navidad y cierre: una lección de Dios
Que el Jubileo termine en Adviento y Navidad no es casualidad. El Adviento prepara el corazón. El Jubileo abre la misericordia. Y la Navidad revela el rostro: Jesús. Como explicó un sacerdote mexicano, “Cristo es la Puerta que nunca se cierra”. Las puertas físicas se clausuran. La verdadera, no.
El 28 de diciembre marcará el final de un año de gracia, pero no el final del camino. La Iglesia lo repite: las puertas se cierran, la misión continúa. Si el Jubileo dejó frutos —más oración, más reconciliación, más caridad— entonces seguirá vivo mucho después de su clausura.

Todavía estás a tiempo
En Roma, en México, en Argentina, en Paraguay, en Colombia, en España, en Puerto Rico, en cada diócesis del mundo, hay iglesias jubilares y “Puertas del Perdón” que aún pueden cruzarse. No hace falta viajar al Vaticano. Hace falta decidir.
Quizás este año no puedas comprar el regalo perfecto. Pero sí podés ofrecer algo que no se rompe, no se pierde y no caduca: una oración eficaz, un acto de amor que atraviesa la muerte.
Porque hay regalos que se olvidan. Y hay otros que —según la fe cristiana— pueden abrir el Cielo.
El Regalo que No se Envuelve: La Navidad en la que Aún Podés Abrir el Cielo por un Ser Querido
El Regalo que No se Envuelve: La Navidad en la que Aún Podés Abrir el Cielo por un Ser Querido









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