Los NiƱos que Murieron por Cristo Antes de Conocerlo
- Canal Vida
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El dĆa en que la Iglesia llora a los inocentes y el mundo vuelve a mirar su propia culpa.

La Iglesia no olvida. Y cada 28 de diciembre, cuando el mundo todavĆa celebra la Navidad con luces y regalos, el calendario litĆŗrgico se vuelve abruptamente oscuro, silencioso, incómodo. Ese dĆa, la Iglesia recuerda a los Santos Inocentes, los niƱos asesinados por orden del rey Herodes en un intento desesperado por matar al MesĆas.
No murieron por predicar. No murieron por elegir la fe. Murieron por existir. Y, sin saberlo, se convirtieron en los primeros mƔrtires del cristianismo.

El crimen que estremeció al cielo
El Evangelio de Mateo relata uno de los episodios mĆ”s crueles de la historia bĆblica. Herodes, al sentirse amenazado por el nacimiento del āRey de los judĆosā, ordenó una matanza brutal: todos los niƱos varones menores de dos aƱos debĆan ser asesinados en BelĆ©n y sus alrededores.
No hubo juicio. No hubo defensa. No hubo piedad. El poder tuvo miedo⦠y el miedo engendró muerte.
La tradición cristiana vio en aquellos niƱos a los primeros testigos de Cristo, mĆ”rtires sin voz, pero con sangre redentora. Murieron sin conocer a JesĆŗs, pero murieron por Ćl.
El llanto que sigue resonando
La Iglesia los recuerda como un grito eterno contra toda violencia ejercida sobre los mÔs débiles. Su memoria no es simbólica: es una denuncia viva contra cada forma de abuso, guerra, abandono y desprecio por la vida.
Por eso esa fiesta no es dulce. Es dura. Es incómoda. Es necesaria. Porque el llanto de las madres de BelĆ©n no quedó sepultado en la historia. Hoy resuena en cada niƱo vĆctima de la guerra, del hambre, del aborto, del abandono, del trĆ”fico humano, de la indiferencia.
Herodes no murió. Solo cambió de rostro.
El misterio de un sacrificio que salva
La Iglesia enseƱa algo estremecedor: aquellos niƱos, sin saberlo, participaron del misterio de la Redención. Fueron vĆctimas inocentes, pero su sangre fue semilla.
San AgustĆn los llamó āflores arrancadas antes de florecerā. La liturgia los reconoce como mĆ”rtires, aunque nunca pronunciaron el nombre de Cristo.
Murieron por Ćl. Y eso bastó.

Una fecha que interpela al mundo moderno
Celebrar a los Santos Inocentes en pleno siglo XXI es una provocación. Nos obliga a mirar realidades que preferimos ignorar:
ā NiƱos que mueren en guerras que no entienden.
ā BebĆ©s descartados antes de nacer.
ā Infancias robadas por la pobreza, el abuso o la indiferencia.
ā Menores convertidos en cifras, estadĆsticas, daƱos colaterales.
La Iglesia no calla ante esto. Y cada 28 de diciembre levanta la voz.
La esperanza que nace del dolor
Pero este dĆa no es solo denuncia. TambiĆ©n es esperanza.
Porque si aquellos niños fueron acogidos por Dios, entonces ninguna vida es inútil. Si su sangre fue semilla, entonces el amor vence incluso cuando parece perder. Si Cristo los recibió en el cielo, entonces el mal no tiene la última palabra.
Por eso la Iglesia reza. Por eso llora. Y por eso no se resigna.
El llamado que sigue vigente
Los Santos Inocentes nos preguntan hoy, sin palabras:
š ĀæQuĆ© hacemos con los niƱos de nuestro tiempo?
š ĀæA quiĆ©n defendemos cuando nadie mira?
š ĀæQuĆ© Herodes permitimos que gobierne nuestro corazón?
Recordarlos no es un gesto piadoso. Es una toma de posición. Porque mientras haya un niño que sufra, el Evangelio sigue siendo una urgencia.
Y porque el Dios que nació indefenso en BelĆ©nā¦sigue esperando que alguien lo defienda en los mĆ”s pequeƱos.
Los NiƱos que Murieron por Cristo Antes de Conocerlo
Los NiƱos que Murieron por Cristo Antes de Conocerlo





