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Los NiƱos que Murieron por Cristo Antes de Conocerlo

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • hace 3 horas
  • 3 Min. de lectura
El dĆ­a en que la Iglesia llora a los inocentes y el mundo vuelve a mirar su propia culpa.
Santos Inocentes
En la noche mÔs oscura de la historia, cuando el poder creyó vencer con sangre, el cielo se abrió para recibir a los primeros mÔrtires de Cristo. Los Santos Inocentes, silenciosos testigos de una fe que ni la espada pudo apagar.

La Iglesia no olvida. Y cada 28 de diciembre, cuando el mundo todavía celebra la Navidad con luces y regalos, el calendario litúrgico se vuelve abruptamente oscuro, silencioso, incómodo. Ese día, la Iglesia recuerda a los Santos Inocentes, los niños asesinados por orden del rey Herodes en un intento desesperado por matar al Mesías.


No murieron por predicar. No murieron por elegir la fe. Murieron por existir. Y, sin saberlo, se convirtieron en los primeros mƔrtires del cristianismo.


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El crimen que estremeció al cielo

El Evangelio de Mateo relata uno de los episodios mĆ”s crueles de la historia bĆ­blica. Herodes, al sentirse amenazado por el nacimiento del ā€œRey de los judĆ­osā€, ordenó una matanza brutal: todos los niƱos varones menores de dos aƱos debĆ­an ser asesinados en BelĆ©n y sus alrededores.


No hubo juicio. No hubo defensa. No hubo piedad. El poder tuvo miedo… y el miedo engendró muerte.


La tradición cristiana vio en aquellos niƱos a los primeros testigos de Cristo, mĆ”rtires sin voz, pero con sangre redentora. Murieron sin conocer a JesĆŗs, pero murieron por Ɖl.







El llanto que sigue resonando

La Iglesia los recuerda como un grito eterno contra toda violencia ejercida sobre los mÔs débiles. Su memoria no es simbólica: es una denuncia viva contra cada forma de abuso, guerra, abandono y desprecio por la vida.


Por eso esa fiesta no es dulce. Es dura. Es incómoda. Es necesaria. Porque el llanto de las madres de Belén no quedó sepultado en la historia. Hoy resuena en cada niño víctima de la guerra, del hambre, del aborto, del abandono, del trÔfico humano, de la indiferencia.


Herodes no murió. Solo cambió de rostro.



El misterio de un sacrificio que salva

La Iglesia enseña algo estremecedor: aquellos niños, sin saberlo, participaron del misterio de la Redención. Fueron víctimas inocentes, pero su sangre fue semilla.


San AgustĆ­n los llamó ā€œflores arrancadas antes de florecerā€. La liturgia los reconoce como mĆ”rtires, aunque nunca pronunciaron el nombre de Cristo.


Murieron por Ɖl. Y eso bastó.


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Una fecha que interpela al mundo moderno

Celebrar a los Santos Inocentes en pleno siglo XXI es una provocación. Nos obliga a mirar realidades que preferimos ignorar:

– NiƱos que mueren en guerras que no entienden.

– BebĆ©s descartados antes de nacer.

– Infancias robadas por la pobreza, el abuso o la indiferencia.

– Menores convertidos en cifras, estadĆ­sticas, daƱos colaterales.


La Iglesia no calla ante esto. Y cada 28 de diciembre levanta la voz.



La esperanza que nace del dolor

Pero este dƭa no es solo denuncia. TambiƩn es esperanza.

Porque si aquellos niños fueron acogidos por Dios, entonces ninguna vida es inútil. Si su sangre fue semilla, entonces el amor vence incluso cuando parece perder. Si Cristo los recibió en el cielo, entonces el mal no tiene la última palabra.


Por eso la Iglesia reza. Por eso llora. Y por eso no se resigna.



El llamado que sigue vigente

Los Santos Inocentes nos preguntan hoy, sin palabras:

šŸ‘‰ ĀæQuĆ© hacemos con los niƱos de nuestro tiempo?

šŸ‘‰ ĀæA quiĆ©n defendemos cuando nadie mira?

šŸ‘‰ ĀæQuĆ© Herodes permitimos que gobierne nuestro corazón?


Recordarlos no es un gesto piadoso. Es una toma de posición. Porque mientras haya un niño que sufra, el Evangelio sigue siendo una urgencia.


Y porque el Dios que nació indefenso en BelĆ©n…sigue esperando que alguien lo defienda en los mĆ”s pequeƱos.

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