La Luz Silenciosa que Sostiene al Mundo
- Canal Vida 
- 12 jul
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León XIV lanzó un poderoso mensaje a las religiosas y religiosos del mundo. Les habló de fidelidad, silencio, coraje y luz. En tiempos oscuros, su llamado es una chispa de esperanza para toda la Iglesia.

El Papa recibió en el palacio apostólico de Castel Gandolfo a quienes —sin buscar fama ni aplausos— llevan siglos sosteniendo en pie a la Iglesia con su vida oculta y radical: las religiosas y religiosos. Y lo hizo con palabras que encendieron el alma.
En un encuentro que parecía más una convocación de almas valientes que una audiencia institucional, el Papa habló con fuego en el corazón. Frente a los capítulos generales de ocho congregaciones —entre ellas las Escolapias, las Maestras Pías Venerinas y las Hijas de la Iglesia—, pronunció uno de los discursos más profundos y provocadores de su pontificado.
“Ustedes son el corazón latente de la Iglesia. Donde el mundo grita, ustedes rezan. Donde el mundo consume, ustedes ofrecen. Donde el mundo mata el tiempo, ustedes lo santifican”, dijo con voz firme, mientras el silencio de los presentes se hacía aún más denso, casi sagrado.

EMOCIÓN
Mujeres y hombres consagrados venidos de todas partes del planeta lo escuchaban con lágrimas en los ojos. Eran religiosas que educan niños en barrios olvidados, religiosos que cruzan fronteras para llevar consuelo, hermanas que acompañan ancianos olvidados por sus propias familias. Y el Papa lo sabía. Por eso no se anduvo con rodeos:
“El mundo no los entenderá. Los llamará inútiles. Los acusará de perder el tiempo. Pero ustedes no están perdiendo el tiempo. Ustedes lo están redimiendo.”

UNA REVOLUCIÓN SIN MICRÓFONO
León XIV no pidió a los religiosos que se adapten al mundo. Les pidió que lo desafíen. Que vuelvan al origen. Que recuerden a sus fundadores y fundadoras que no buscaron premios, sino el rostro de Dios.
“Sean pequeñas luces. Porque en un mundo de pantallas gigantes y discursos huecos, las pequeñas luces son las únicas que no se apagan”, dijo el Papa, retomando la imagen del Pregón Pascual.

PEDIDO DE PAZ
También habló de la guerra, del hambre, de las divisiones. Y rogó a los religiosos que sigan siendo artesanos de paz en un planeta roto. Les pidió que renueven su carisma, no con modas, sino con Espíritu Santo. Que sueñen en grande. Que se conviertan, una vez más, en oasis donde la sed de Dios pueda encontrar alivio.
Hacia el final, bendijo a cada congregación y les dijo algo que no olvidarán jamás:
“Gracias por no irse. Gracias por quedarse cuando todo tiembla. Ustedes son la fidelidad de Dios escrita en carne humana.”
En tiempos de ruido y egocentrismo, este discurso no fue sólo una exhortación: fue una profecía. Una que recuerda que, mientras haya religiosas en los hospitales, fronteras, escuelas y misiones, el mundo aún tiene esperanza.
Porque aunque nadie lo vea, ellos siguen encendiendo la luz de Cristo… una vela a la vez.









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