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LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL NO PUEDE CURAR EL ALMA

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • hace 3 horas
  • 2 Min. de lectura
El Vaticano advirtió que ninguna máquina podrá reemplazar al alma humana. La inteligencia artificial podrá ayudar al médico, pero jamás podrá sentir compasión. “El paciente no es un problema que resolver, sino un misterio que revela a Cristo”, afirma la Santa Sede.
Inteligencia Artificial
Un médico arrodillado ante la Cruz luminosa simboliza el límite entre la ciencia y el alma. La inteligencia artificial observa, pero no puede sentir: solo el ser humano puede sanar con amor, empatía y fe.

En la era donde los algoritmos parecen decidirlo todo, el Vaticano alzó su voz con una advertencia que sacude los cimientos del progreso tecnológico: la inteligencia artificial nunca podrá sustituir la competencia, la empatía ni la responsabilidad del médico.


Durante el congreso internacional “Inteligencia Artificial y Medicina”, celebrado en la Curia Generalicia de los Jesuitas, la Pontificia Academia para la Vida (PAV) y la Federación Mundial de Médicos Católicos proclamaron un principio contundente: la tecnología puede asistir, pero no reemplazar el corazón humano que sana.


Monseñor Renzo Pegoraro, presidente de la PAV, y el profesor Bernard Ars recordaron las palabras del Papa León XIV —heredero de la visión humanista de Francisco—: “La dignidad de cada persona debe ser la brújula que oriente la ciencia”. Advirtieron que los médicos no deben “dejarse hipnotizar por el encanto de los resultados tecnológicos”, pues la IA no tiene compasión, ni conoce el temblor del pulso cuando una vida depende de una decisión.

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El comunicado final subraya que la IA debe apoyar el juicio clínico, pero jamás desplazar la intuición del médico frente al sufrimiento humano. “El paciente no es un problema que resolver, sino un misterio que revela al mismo Cristo”, reza el texto.


Además, el Vaticano exige transparencia y responsabilidad moral: ningún algoritmo opaco puede decidir el destino de un enfermo. Los datos —dicen— deben servir a la justicia y nunca perpetuar desigualdades entre ricos y pobres.


La conclusión fue tajante: la máquina calcula, pero no ama; procesa, pero no consuela; aprende, pero no se arrodilla ante el dolor humano. En la medicina del futuro, la inteligencia será útil… pero la compasión seguirá siendo divina.



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