La Beata que el Diablo Odiaba: Alexandrina da Costa, la Mujer que Venció al Infierno
- Canal Vida
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Setenta aƱos despuĆ©s de su muerte, la historia de Alexandrina da Costa, la beata que el demonio odiaba, sigue estremeciendo al mundo. RevivĆa la Pasión de Cristo cada viernes y vivió trece aƱos alimentĆ”ndose solo de la EucaristĆa. Su fe venció al Infierno.

Han pasado setenta aƱos desde que Alexandrina MarĆa da CostaĀ partió a la Casa del Padre, el 13 de octubre de 1955. Sin embargo, su nombre sigue estremeciendo a creyentes y escĆ©pticos. Fue llamada āla mujer a quien SatanĆ”s odiaba con perfecto odioā, y la Iglesia la reconoce como una de las mĆsticas mĆ”s impresionantes del siglo XX.
Nacida el 30 de marzo de 1904 en Balasar, Portugal, Alexandrina creció entre campos y oraciones, llena de vida, mĆŗsica y alegrĆa. A los catorce aƱos, un episodio brutal marcarĆa su destino: tres hombres irrumpieron en su casa con la intención de abusar de ella. Para defender su pureza, saltó por una ventana de cuatro metros, cayendo al suelo con heridas graves.
Aquel salto la dejó paralizada para siempre, pero tambiĆ©n fue su primer acto de heroĆsmo espiritual: prefirió perder el movimiento antes que la inocencia. Desde entonces, su cuerpo se volvió una prisión, pero su alma se transformó en un altar. Rezaba sin cesar, ofrecĆa su dolor y, poco a poco, entendió que su sufrimiento tenĆa un propósito: unirse a Cristo en la redención del mundo.
LA MUJER QUE REVIVĆA LA PASIĆN DE CRISTO
A partir de 1938 comenzó a vivir un misterio que desconcertó a mĆ©dicos, sacerdotes y fieles. Cada viernes, durante tres horas, su parĆ”lisis desaparecĆa y revivĆa fĆsicamente la Pasión de Cristo.Ā Su cuerpo inmóvil toda la semana se incorporaba, reproducĆa los movimientos del VĆa Crucis, caĆa y se levantaba entre gritos y lĆ”grimas.
Quienes presenciaban aquel fenómeno aseguraban que JesĆŗs sufrĆa otra vez en el cuerpo de una mujer frĆ”gil y luminosa.Ā Alexandrina, con humildad, solo decĆa: āSiento los clavos en mis manos y el peso de la cruz sobre mis hombrosā. En su dolor encontraba amor, y en su inmovilidad, redención.

EL INFIERNO LA ODIABA
Si el Cielo la habĆa escogido, el Infierno la seƱaló como su enemiga.Ā Desde 1934, Alexandrina sufrió violentos ataques diabólicos. Escuchaba voces, veĆa sombras, sentĆa empujones. āVengo de tu Cristo āle decĆa una vozā, me mandó a llevarte al infiernoā.
El demonio le prometĆa descanso si se suicidaba, le gritaba que su vida no tenĆa sentido, que ni Dios ni su confesor creĆan en ella. Pero ella respondĆa besando su crucifijo: āJesĆŗs mĆo, en tus manos me entrego.ā
Su habitación se convirtió en un campo de batalla espiritual. Algunos vecinos escuchaban los gritos y los golpes. A veces, la oscuridad parecĆa material. Pero cuando el mal se retiraba, un silencio sobrenatural llenaba el aire, y su rostro, agotado, irradiaba paz.
El padre Mariano Pinho, su director espiritual, escribió: āEl demonio la atacaba con odio indescriptible. Pero nunca logró vencer su serenidad ni su sonrisaā.
JESĆS EN SU HABITACIĆN
En 1933, Alexandrina logró cumplir su mayor deseo: que un sacerdote celebrara misa en su cuarto. Desde entonces, esa pequeña habitación se volvió un santuario.
Durante una de esas misas, Cristo se le apareció cubierto de sangre.Ā āVi sus manos, sus pies, su costado abierto, la sangre cayendo al suelo. Quise besar sus heridas, y Ćl me permitió hacerlo.ā Desde entonces, su vida se convirtió en un diĆ”logo constante con el SeƱor.
AllĆ ofreció cada noche sus dolores por los pecadores. En la soledad, comprendió que el sufrimiento era la llave del CieloĀ y que su misión era abrirlo para quienes lo habĆan cerrado con el pecado.

LA EUCARISTĆA, SU ĆNICO ALIMENTO
El 27 de marzo de 1942 comenzó un milagro que durarĆa trece aƱos y siete meses.Ā Desde ese dĆa, Alexandrina no comió ni bebió nada mĆ”s que la EucaristĆa.
Los mĆ©dicos la observaron dĆa y noche. No perdió peso, ni presión, ni temperatura. VivĆa, literalmente, del Cuerpo de Cristo. āJesĆŗs es mi alimento ādecĆaā. Su Carne y su Sangre me bastan.ā
Para los incrĆ©dulos, fue un desafĆo; para los creyentes, una confirmación. La ciencia calló. La fe habló.
SU MUERTE Y SU LEGADO ETERNO
El 13 de octubre de 1955, aniversario de la Ćŗltima aparición de FĆ”tima, Alexandrina despertó con una sonrisa. āHoy voy al Cieloā, dijo a su hermana. Recibió la Comunión y pronunció sus Ćŗltimas palabras: āNo pequen. Los placeres del mundo no valen nada. Recen el Rosario. Comulguen siempreā.
Murió en paz, mientras el sol iluminaba su rostro. En su tumba pidió grabar una advertencia estremecedora: āSi el polvo de mi cuerpo puede servir para salvarte, pĆsalo. Pero no ofendas mĆ”s a JesĆŗsā.
Hoy, peregrinos de todo el mundo visitan su habitación y su tumba en Balasar. Entre los objetos sencillos y el crucifijo que apretó hasta el final, aún se respira una presencia viva, un perfume de cielo y lucha.
UNA VICTORIA CONTRA EL INFIERNO
Alexandrina da Costa no realizó milagros visibles, pero su existencia fue un milagro silencioso de fidelidad y amor.Ā En una Ć©poca que huye del dolor, ella lo abrazó con ternura. Transformó la agonĆa en oración, la tentación en victoria y el sufrimiento en alegrĆa.
Setenta aƱos despuĆ©s, sus palabras siguen estremeciendo: āSufre, ama y satisfaceā.
Tres palabras que derrotaron al demonio. Porque ni el fuego del infierno pudo apagar la luz de una mujer paralizada que aprendió a vencer con un rosario en la mano y una sonrisa en los labios.
La beata que el diablo odiaba⦠fue la que mÔs amó.





