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El Papa que se Escondió en los Jardines del Edén

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • 7 jul
  • 3 Min. de lectura
Entre ovaciones, lágrimas y rosarios, León XIV llegó a Castel Gandolfo… el lugar donde los Pontífices escuchan a Dios en el silencio.
León XIV
León XIV mira con asombro y amor a la multitud que lo saluda frente al balcón de su residencia en Castel Gandolfo.

A veces, incluso los hombres más fuertes necesitan detenerse. A veces, incluso un Papa tiene que alejarse del ruido, del dolor del mundo, de las guerras, las bombas y los gritos… para poder seguir amando.


Y eso fue lo que ocurrió ayer, cuando, bajo un sol que partía la piedra y corazones expectantes, León XIV abandonó Roma por un instante… para retirarse a Castel Gandolfo, la residencia de verano de los pontífices. No fue un viaje. Fue un acto de humanidad.


Eran las 17. Las puertas se abrieron. Los guardias suizos marcaron el paso. Las motos rugieron. Y el coche oscuro trepó la colina como si llevara un secreto: el Santo Padre iba a desaparecer del mundo por unos días… pero no de los corazones de los fieles.

Pedro Kriskovich
EL EDÉN ESCONDIDO EN ITALIA

Castel Gandolfo no es cualquier lugar. A 25 kilómetros de la capital italiana, sobre el cráter del lago Albano, se alza la Villa Barberini, conocida como el “Jardín del Papa”.


Desde el siglo XVII, los Pontífices fueron allí a llorar, pensar, sanar, escuchar… y decidir. Fue el refugio de Pío XII durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Fue el oasis silencioso de Juan Pablo II. Hoy, es el nido espiritual de León XIV.

Pero esta vez, algo cambió.


León XIV
Los pobladores le dieron la bienvenida a un Papa luego de más de una década, ya que Francisco nunca fue hasta allí y lo había transformado en un museo.
EL PAPA QUE TOCÓ LAS MANOS DEL PUEBLO

León XIV no se escondió. Se bajó del coche. Caminó. Bendijo. Sonrió. Tocó las manos arrugadas de ancianas, la piel inocente de bebés, los rosarios sudados de monjas que llegaron desde Camerún y Colombia solo para verlo pasar.


León XIV
La alegría se hace notar. Cientos de personas se agolparon cerca de la residencia de descanso del Papa para verlo y saludarlo.

Conchita, una abuela española de vacaciones, no pudo contenerse: “¡Papa León, te quiero mucho!”. Y él se detuvo. La miró. Y le devolvió el gesto. En un mundo donde los líderes se encierran tras muros, León XIV volvió a elegir la calle.


León XIV
Antes de ingresar a su residencia veraniega, León tuvo tiempo de bendecir a un niño.

UN BALCÓN, UN MILAGRO

La gente comenzaba a irse cuando una exclamación cruzó la plaza como un relámpago. ¡El Papa en el balcón! Allí estaba, entre las cortinas y la hiedra, saludando con la bandera vaticana flameando como una bendición. Una imagen que muchos nunca olvidarán.


Desde abajo, las monjas gritaban: “¡Estamos con vos en la oración!”. Y entre ellas, María Maestra Orante, una peruana de Piura, rompía en lágrimas: “Es la primera vez que lo veo tan cerca… y sentí que el cielo bajó a mirarnos”.

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EL DESCANSO DE UN GUERRERO DE LA FE

León XIV no se toma vacaciones de su misión. Solo se retira unos días a los jardines del Edén, donde tantos Papas antes que él escucharon a Dios en el murmullo de las hojas. Allí celebrará misa, rezará, escribirá… y, tal vez, llorará.


Porque ser Papa hoy es cargar con las heridas del mundo. Y para seguir sanando, también él debe sanar.



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