El Papa Que Heredó la Cruz del Amor
- Canal Vida
- 13 jul
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León XIV sorprendió al mundo con un gesto silencioso, pero cargado de fuego espiritual: lució la cruz pectoral del Buen Pastor, la favorita del Papa Francisco. ¿Casualidad? Nada de eso. Fue un guiño claro. Una señal. Una continuidad.

En un mundo sediento de símbolos verdaderos, León XIV encendió una llama inesperada desde el tranquilo paraíso de Castel Gandolfo. El pasado 9 de julio, mientras celebraba una misa íntima por la Custodia de la Creación, algo brilló sobre su pecho y desconcertó a las redes: no era una cruz cualquiera. Era la cruz. La del Buen Pastor. La que por años llevó el Papa Francisco como signo de su cercanía con los pobres, los descartados y las ovejas perdidas.
"León XIV no habló del gesto. No hizo falta. La imagen recorrió las redes y conmovió a miles. El Papa eligió tejer. Hacer puente. Y lo hizo sin discursos, sin declaraciones. Con una sola cruz."
¿Coincidencia? Para quienes conocen los ritmos del Vaticano, no hay gestos inocentes. El Pontífice norteamericano con corazón peruano, que ya había usado este diseño como obispo, eligió lucirla de nuevo justo ahora, en el corazón de los jardines pontificios, con 50 representantes del Borgo Laudato Si’ como testigos. Y lo hizo con una homilía que resonó como un eco firme del pontificado anterior: “la codicia debe volverse comunión”, dijo, mientras sostenía entre sus manos la misma cruz que Francisco llevó desde Buenos Aires hasta la silla de Pedro.

La escena era casi cinematográfica: un Papa nuevo, en el mismo lugar donde tantos de sus predecesores descansaron durante siglos, alzando el mismo símbolo que su antecesor convirtió en emblema. A pocos metros, el verde profundo del bosque acompañaba su llamado a una “catedral natural”, recordando que el cielo también habla desde las raíces.
Pero el símbolo más fuerte no fueron las flores ni los árboles, ni siquiera el mensaje ambiental. Fue la cruz. Porque se trataba de memoria. De fidelidad. De herencia.

La cruz del Buen Pastor representa a Cristo llevando en sus hombros a la oveja perdida, rodeado de su rebaño, guiado por la paloma del Espíritu Santo. Francisco la eligió desde su tiempo como arzobispo porteño, y jamás se la quitó. Para muchos, era su marca espiritual. Hoy, esa cruz vive en otro pecho. Y el mundo la volvió a ver.
León XIV no habló del gesto. No hizo falta. La imagen recorrió las redes y conmovió a miles. En tiempos de ruptura, el nuevo Papa eligió tejer. Hacer puente. Sembrar continuidad. Y lo hizo sin discursos, sin declaraciones. Con una sola cruz. Con la misma cruz.
Porque a veces, un Papa no necesita hablar. Le basta con llevar sobre su corazón la historia que no debe olvidarse.
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