El Papa que Camina entre Ruinas y Milagros
- Canal Vida

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En su primer viaje apostólico, León XIV visitará Turquía y el Líbano, rezará ante la tumba del santo de los milagros y recordará el Concilio que unió a la cristiandad hace 1700 años. Fe, historia y esperanza en movimiento.

Roma tiembla de expectación: León XIV, el Pontífice que devolvió al mundo el lenguaje del alma, emprenderá su primer viaje apostólico el 27 de noviembre, rumbo a dos tierras que aún sangran entre ruinas y oraciones: Turquía y Líbano. Allí, entre los ecos de los minaretes y las montañas del cedro sagrado, llevará una misión tan antigua como la Iglesia misma: reconstruir la fe donde las guerras quisieron extinguirla.
No es un viaje diplomático. Es una peregrinación mística. Visitará la antigua Nicea, hoy İznik, para conmemorar los 1.700 años del Concilio de Nicea, el acontecimiento que definió el Credo que aún hoy millones de fieles recitan en cada misa: “Creo en un solo Dios…”.
Pero el momento más esperado será en el Monasterio de Annaya, Líbano, donde rezará ante la tumba de san Charbel Makhlouf, el monje que desafió la muerte con su oración y cuyos milagros asombran incluso a los no creyentes.
EL MISTERIO DEL SANTO DEL LÍBANO
San Charbel (1828–1898) fue un humilde ermitaño maronita que vivió oculto entre las montañas libanesas. Su cuerpo, incorrupto más de 50 años después de su muerte, exhala una fragancia que los fieles describen como “olor del Cielo”. Se le atribuyen más de 29.000 milagros de curación, muchos documentados por médicos de distintas religiones. En su tumba se arrodillaron musulmanes, cristianos y ateos por igual. Algunos aseguran que al tocar la piedra, una paz inexplicable invade el alma.
Cuando León XIV descienda a esa gruta silenciosa, la fe y la ciencia se volverán a mirar a los ojos. El sucesor de Pedro, ante un santo del Oriente cristiano, recordará al mundo que la santidad no conoce fronteras ni credos.

NICEA: EL NACIMIENTO DE LA UNIDAD
El otro eje de su viaje será el Concilio de Nicea, celebrado en el año 325 bajo el emperador Constantino. Aquel concilio —el primero de toda la historia cristiana— reunió a más de 300 obispos para definir la fe en la divinidad de Cristo, frente a quienes lo consideraban un simple hombre. De esa reunión nació el Credo de Nicea, la declaración que selló la identidad de la Iglesia: “Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero”.

Fue el momento en que el cristianismo dejó de ser perseguido y comenzó a caminar con la cabeza erguida. León XIV lo sabe. Por eso eligió este aniversario —1700 años exactos— para levantar su voz entre las ruinas de una basílica destruida, símbolo del tiempo y de la fe que resiste.
Allí, bajo los restos de San Neófito, el Papa presidirá una oración ecuménica con líderes de distintas Iglesias cristianas. Un gesto de unidad que busca curar las fracturas milenarias del cristianismo. Será el eco del mismo Espíritu que en Nicea encendió una luz imposible de apagar.

ENTRE LA GUERRA Y EL CIELO
León XIV no viaja por protocolo. Viaja porque el mundo está herido. En Beirut rezará frente al puerto donde explotó el infierno en 2020, causando cientos de muertos. En Jal el Dib visitará un hospital para enfermos mentales. Y en Harissa, bajo la mirada blanca de Nuestra Señora del Líbano, pedirá “una paz que no sea política, sino espiritual”.
El lema del viaje al Líbano es una promesa del Evangelio: “Bienaventurados los que trabajan por la paz”.
Y el de Turquía, una declaración de fe: “Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo”.
Dos frases que, unidas, suenan como un grito del Cielo: unidad y misericordia.

ENTRE CEDROS Y MINARETES: EL NUEVO PENTECOSTÉS
El Papa también visitará la Mezquita Azul de Estambul, tal como lo hicieron Benedicto XVI y Francisco. No será un gesto político, sino una reverencia silenciosa al Dios que escucha en todos los idiomas.
En Estambul firmará una declaración conjunta con el patriarca Bartolomé I, sucesor de Andrés, hermano de Pedro. Dos herederos de los apóstoles unidos, una vez más, por la oración.
Desde Roma hasta Beirut, desde Nicea hasta Annaya, León XIV lleva consigo la antorcha del Jubileo 2025, representada en los logotipos de su viaje: un puente sobre las aguas (símbolo del bautismo y del diálogo) y un cedro y una paloma (símbolos del Líbano y la paz).
El mensaje es claro: Cristo no vino a dividir, sino a unir.

UN PAPA EN EL CORAZÓN DE LAS LLAMAS
Mientras los titulares hablan de política, León XIV hablará de eternidad. En el puerto de Beirut —aún marcado por la explosión—, el Papa guardará silencio. Ese silencio, más fuerte que cualquier discurso, será el nuevo lenguaje del Evangelio: un lenguaje que no condena, sino que abraza.
Rezará también ante los pobres, los refugiados y los enfermos. Llevará al pecho la cruz del Jubileo, con la que bendecirá tanto a los cristianos perseguidos como a los musulmanes que lo esperan con respeto. Su viaje será una homilía viviente: un llamado a reconstruir la esperanza sobre las ruinas de la indiferencia.

“CUANDO LOS CEDROS FLOREZCAN…”
En el Líbano, donde los cedros crecen entre rocas y fuego, la fe también resiste. El Papa, ante la tumba del monje milagroso y el eco del Concilio de Nicea, recordará que la fe es la única arquitectura que sobrevive a los imperios.
Y tal vez, cuando regrese a Roma, la historia recuerde este viaje como el momento en que Oriente y Occidente volvieron a respirar juntos. Porque cuando los cedros florecen y los ruinosos templos de Nicea vuelven a oír oración, el mundo entero siente que todavía hay esperanza.
León XIV en Turquía y Líbano: el Papa que viaja entre las heridas y los milagros. Donde otros ven fronteras, él ve caminos. Donde el mundo ve ruinas, la Iglesia ve resurrección.









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