EL PAPA LANZA UNA REVOLUCIÓN CONTRA EL OLVIDO: “VISITAR A UN ANCIANO ES ENCONTRARSE CON JESÚS”
- Canal Vida
- 13 jul
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El Pontífice sacude al mundo con un mensaje desgarrador y valiente: basta de indiferencia hacia los mayores. La soledad no es destino, y la vejez no es final: es misión. El Santo Padre convoca a todos a una “revolución del cuidado”.
“Visitar a una persona anciana es una manera de encontrarnos con Jesús”, dijo con fuerza el León XIV en su impactante mensaje por la V Jornada Mundial de los Abuelos y las Personas Mayores. Y con esas palabras, encendió una mecha que podría cambiar el modo en que la Iglesia —y el mundo— mira a sus mayores: no como carga, sino como testigos vivos de la esperanza.
Frente a una sociedad que margina y desecha, el vicario de Cristo pidió iniciar una “revolución del cuidado”, y no con discursos, sino con gestos concretos: “cada parroquia, cada grupo, cada familia, está llamado a ir al encuentro de los ancianos, a visitarlos, a amarlos, a escucharlos.”
Este llamado no es simbólico. Tiene nombre, rostro y urgencia. El Papa denunció que muchas personas mayores “se ven reducidas al silencio, a la invisibilidad, y al abandono emocional y espiritual”. Pero a la vez recordó: “Dios no olvida a los suyos. La vejez es un tiempo de bendición”.
PROTAGONISTAS DE LA VIDA
La Biblia, recordó el Papa, está llena de historias de ancianos protagonistas del plan de salvación: Abraham, Moisés, Zacarías. “A los ojos de Dios, ellos son los primeros testigos de esperanza” , aseguró, e indicó que su presencia hoy, en medio de tantas crisis, no es casualidad, “es un signo de los tiempos”.
En esa línea, pidió restaurar el tejido humano, por lo que manifestó que “el futuro se construye con los jóvenes… pero sobre el testimonio de los ancianos”. Llamó a los abuelos a no rendirse, y a las comunidades a no callar. A derribar los muros de la indiferencia que “asfixian la esperanza”.
VISITAR UN ABUELO OTORGA INDULGENCIA PLENARIA
No se trata solo de compasión. Es fe en acción. En pleno Año Jubilar, el Papa recordó que visitar a un anciano otorga indulgencia plenaria, como “una peregrinación hacia Cristo presente en ellos”.
“La soledad es un veneno. El amor es la cura. Y la fe, el puente”, subrayó. Con estas palabras cerró su mensaje. No como consigna piadosa, sino como un clamor que interpela a todos. Porque un abuelo abandonado es una herida abierta en el corazón del mundo. Y porque —como bien lo dice el Papa— “a cualquier edad, podemos ser signos vivos de esperanza”.
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