El Padre Pío: El Santo que Visitó a un Niño Protestante y Detuvo las Bombas en el Cielo
- Canal Vida
- 23 sept
- 3 Min. de lectura
En su fiesta, el Padre Pío vuelve a estremecer al mundo: un niño anglicano con leucemia que lo veía en visiones y un pueblo italiano salvado de bombas por su figura en el cielo. Dos milagros que desafían la razón.

El 23 de septiembre, la Iglesia celebra a uno de los santos más misteriosos y venerados del siglo XX: San Pío de Pietrelcina, el fraile estigmatizado que vivió entre sangre, visiones y milagros imposibles de explicar.
Sus historias se multiplican en cada rincón del planeta, pero hay dos que, por su dramatismo y simbolismo, parecen salidas de un guion celestial: la visita invisible a un niño anglicano enfermo de leucemia en Inglaterra y la aparición en el cielo de Italia durante la Segunda Guerra Mundial para impedir un bombardeo mortal.
En tiempos donde la fe es puesta a prueba, estas dos narraciones se alzan como recordatorio de que lo divino no conoce fronteras, ni de religión ni de guerra.
EL NIÑO QUE VEÍA AL FRAILE CON LAS MANOS PERFORADAS
En 1971, apenas tres años después de la muerte del Padre Pío, un pequeño niño anglicano de Liverpool llamado Brian fue diagnosticado con leucemia. Los médicos le dieron apenas seis meses de vida. La desesperación de su madre la llevó a pedir oraciones… y alguien le sugirió rezar al fraile capuchino italiano del que tanto se hablaba: Padre Pío.
Lo increíble ocurrió cuando el pequeño comenzó a hablar de un hombre misterioso que lo visitaba de noche. Nadie lo veía, pero Brian lo describió con detalles imposibles de inventar:
“Viene vestido de marrón, con un hábito largo”.
“Tiene agujeros en las manos y en los pies”.
“Se llama Padre Pío”.
El cuarto del niño comenzó a impregnarse de un aroma a incienso inexplicable, y el pequeño, criado en una familia protestante sin formación católica, de pronto hablaba con devoción de la Virgen María, pedía crucifijos y besaba medallas. El fraile estigmatizado, muerto hacía tres años, se convirtió en su compañero espiritual, visitándolo en visiones hasta el último respiro.
Los médicos se rindieron ante lo inexplicable: “Debería estar muerto, pero alguien lo sostiene vivo”, confesó uno. Y cuando finalmente partió, lo hizo en paz, convencido de que el Padre Pío había venido a llevarlo al Cielo.

EL MONJE QUE DETUVO A LOS AVIONES EN PLENO VUELO
Décadas antes, otra escena estremecedora tuvo lugar en Italia. Durante la Segunda Guerra Mundial, los aliados habían decidido bombardear la zona de San Giovanni Rotondo, donde vivía el fraile capuchino. Los aviones despegaron, las bombas estaban listas… pero algo los detuvo.
Los pilotos afirmaron haber visto en el cielo a un monje con las manos levantadas. Las bombas cayeron solas en un bosque, y los aviones regresaron a la base sin que los pilotos pudieran controlar sus máquinas.

El general italiano Bernardo Rosini, incrédulo, se puso al mando de una nueva misión para confirmar el objetivo. Pero él mismo vivió el mismo fenómeno: la figura del fraile flotando en el aire que obligaba a los aviones a desviarse.
Días después, Rosini viajó a San Giovanni Rotondo. Apenas entró en la sacristía del convento, reconoció al hombre del cielo: el Padre Pío. El fraile lo miró fijamente y le preguntó: “¿Eras tú el que quería matarnos a todos?”. Rosini cayó de rodillas y, profundamente conmovido, abandonó el protestantismo para convertirse en católico.

EL SANTO QUE SIGUE DESCONCERTANDO
Ambos episodios —un niño anglicano visitado por un santo muerto y un pueblo salvado de las bombas por un monje en el cielo— parecen sacados de una película. Pero forman parte del legado inexplicable de un fraile que, con los estigmas en carne viva y un alma marcada por la obediencia, se convirtió en uno de los santos más populares del mundo moderno.
El Padre Pío de Pietrelcina, canonizado por san Juan Pablo II en 2002, sigue desafiando a la ciencia, a la razón y al escepticismo. Y en cada 23 de septiembre, su voz parece gritar desde la eternidad: la santidad no conoce fronteras, la fe rompe muros y el poder de Dios puede convertir un cuarto de hospital y un cielo de guerra en escenarios de milagro.
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