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El Mártir de los Libros: El Hermano que Murió por Enseñar

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • hace 1 hora
  • 3 Min. de lectura
Lo mataron por educar a los pobres. No tenía armas, ni discursos políticos. Solo un rosario, una tiza y el Evangelio. Hoy, la Iglesia lo proclama beato y el mundo entero escucha su nombre: Lycarion May.
beato Lycarion May
El altar mayor de la iglesia de San Francisco de Sales en Barcelona, colmado de cardenales, obispos y religiosos, durante la solemne misa de beatificación del hermano marista Lycarion May, asesinado por educar en la fe durante la Semana Trágica. (Fotografía: Vatican News)

En la Iglesia de San Francisco de Sales (Barcelona, España), el cardenal Marcello Semeraro pronunció una frase que atravesó los muros de la basílica y llegó directo al alma: “Educar y entregar la vida: este es el legado del beato Lycarion May”. Una herencia sellado con sangre, nacido de la tiza y consumado entre llamas.

CASA BETANIA
¿QUIÉN FUE ESTE MÁRTIR SILENCIOSO QUE HOY SE ALZA COMO FARO DE LUZ EN UN MUNDO HERIDO? 

Lycarion May era un simple hermano marista suizo. Llegó a Barcelona a comienzos del siglo XX para enseñar a los hijos de los obreros.


Su aula era un refugio frente al caos, un santuario donde los niños pobres descubrían que también ellos eran hijos de Dios. Pero eso, en tiempos de odio y revueltas anticlericales, era más peligroso que un arma.


Durante la Semana Trágica de 1909, los templos ardían y las sotanas se convirtieron en blanco. Lycarion no huyó. Siguió enseñando. Siguió rezando. Hasta que lo apresaron y asesinaron por representar aquello que los violentos no podían tolerar: la ternura de un Dios que educa, que abraza, que transforma con amor. Su muerte fue brutal. Su testimonio, eterno.


beato Lycarion May
Retrato oficial del beato Lycarion May, mártir marista suizo. Su mirada serena y decidida refleja el testimonio de una vida entregada a la educación de los más pobres y a la fe hasta el martirio.
VIDA ENTREGADA A CRISTO

El cardenal Semeraro no esquivó el dramatismo. “Fue asesinado por lo que creía. Por lo que vivía. Por lo que enseñaba”, dijo ante miles de personas reunidas en la ceremonia de beatificación. Y agregó una frase que conmovió hasta a los más escépticos: “Hoy, el cielo abre sus puertas a un maestro que nunca dejó de enseñar, ni siquiera cuando lo mataban”.



LO MATARON, PERO NO LO CALLARON

La beatificación de Lycarion no es un simple acto religioso. Es un grito contra el olvido. En un mundo donde los educadores son despreciados y los valores cristianos ridiculizados, la figura de este hermano marista se levanta como un puño de misericordia: firme, sereno, imbatible.


En sus últimos días, dicen sus cohermanos, Lycarion no pidió venganza. Solo rezó. Su rostro sereno, sus palabras suaves y su entrega radical se convirtieron en milagro cotidiano para los que hoy buscan sentido en medio del ruido. Porque Lycarion no solo educaba con libros: educaba con su vida.


Hoy, su nombre se suma a los altares. Pero más que en los templos, su memoria arde en las aulas, en los patios de las escuelas humildes, en cada maestro que decide amar incluso cuando nadie lo ve.


Lycarion May es el nuevo rostro del coraje cristiano. El mártir que murió por enseñar… y que, por fin, empieza a enseñarnos a vivir.



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