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El Lobo Mató a su Burro… y Terminó Cargando Piedras para Dios

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • 25 jun
  • 4 Min. de lectura
¡Increíble pero real! En el corazón del monte Partenio, un lobo salvaje devoró al burro de un monje… y terminó convertido en su ayudante de construcción. Esta es la historia milagrosa de Guillermo de Vercelli, el santo que domó a una bestia con el poder de la fe.
Guillermo de Vercelli
San Guillermo de Vercelli extiende la mano con paz y autoridad. Frente a él, un lobo —que antes devoró al burro del santo— ahora lleva piedras sobre el lomo, obediente, convertido en instrumento de Dios. Entre las montañas del sur de Italia, la creación entera se inclina ante lo sagrado.

Un lobo devoró a su burro… pero terminó obedeciendo a Dios. No es una leyenda medieval, ni una fábula para niños: es la historia real del santo italiano que con su fe doblegó a una bestia salvaje y construyó, con su ayuda, un monasterio en lo alto de la montaña. San Guillermo de Vercelli no fue solo un ermitaño: fue un arquitecto de lo sagrado, un domador del caos y un alma ardiente que convirtió la soledad en milagro.


Mientras los poderosos tejían guerras, él tejía silencio. Renunció a todo: poder, comodidad, incluso a sus propios discípulos cuando lo abandonaron por ser “demasiado santo”. Y cuando se quedó sin nada —ni siquiera un burro para cargar piedras—, el cielo envió a un lobo. Fue allí, en Montevergine, donde lo imposible ocurrió: la creación se sometió al Creador… a través de un santo.


Hoy su nombre es casi olvidado, pero su historia ruge como ese lobo que un día lo obedeció. Porque Guillermo es sinónimo de obediencia, pureza y fe indomable que transformó montes, hombres y hasta a las fieras. Su vida es una advertencia para los tibios… y un faro para los que cargan piedras en soledad.






PENITENCIA, AMOR Y ENTREGA A DIOS

Guillermo nació en 1085 en Vercelli, al norte de Italia. De noble cuna pero de corazón penitente, perdió a sus padres de joven y decidió consagrar su vida a Dios. Lo dejó todo. Se impuso cadenas de hierro sobre la piel, caminó hasta Santiago de Compostela en penitencia, y planeaba continuar hasta Jerusalén. Pero un asalto en el sur de Italia lo detuvo. Fue entonces cuando comprendió que su misión no era recorrer el mundo, sino fundar en tierra firme un reino de oración.


Se internó en el monte Partenio, una región deshabitada, escarpada, salvaje. Allí, sin más compañía que un burro y el eco de sus salmos, comenzó a construir lo que sería la Abadía de Montevergine. Cada piedra la acarreaba con su bestia. Cada ladrillo lo asentaba con una oración. Pero el infierno, dicen, nunca queda quieto.

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EL ANIMAL SALVAJE QUE SE ARRODILLÓ ANTE DISO

Una noche, mientras Guillermo dormía en su cabaña, un lobo bajó del monte y devoró a su burro. El golpe fue terrible. El santo lloró. Pero en lugar de clamar venganza, se levantó al amanecer, buscó al animal y lo encontró. Frente a él, le dijo: "Tú mataste a mi ayuda. Ahora serás mi ayuda". Y el milagro ocurrió.


El lobo, feroz y temido, bajó la cabeza, se dejó colocar un aparejo y comenzó a cargar piedras como si fuera el burro que había destruido. Aquel animal, ahora obediente y mudo, se convirtió en el compañero de obra del monje.


Testigos cuentan que lo vieron subir laderas, empujar troncos, arrastrar piedras. El lobo domado se transformó en leyenda.


Guillermo de Vercelli
Un lobo con la mirada mansa carga piedras bajo la guía de san Guillermo de Vercelli. Donde antes hubo muerte, ahora hay obediencia. La naturaleza salvaje se rindió ante la santidad… y trabajó para Dios.
SUS DONES PARA EL REINO DE DIOS

Guillermo, lejos de usar este prodigio para su gloria, se mantuvo en silencio. Continuó fundando monasterios, predicando el perdón, alimentando a los pobres. Su fama creció. Incluso el rey Roger II de Sicilia lo llamó a su corte. Pero el santo rechazó los lujos: prefería el viento del monte al oro de los palacios.


Los milagros continuaron. Sanaciones, visiones, conversiones. Pero ninguno tan poderoso como aquel en el que una bestia se transformó en siervo. Porque allí donde la fuerza no doblega, el amor puede domesticar.

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CAMINO AL CIELO

Guillermo murió en 1142, rodeado de sus monjes. Fue canonizado por el clamor popular. Hoy, su tumba en Montevergine es lugar de peregrinación. Y en cada historia que se cuenta, el lobo sigue subiendo la montaña, cargando piedras para Dios.


Esta es la fe que conmueve. La que no busca brillar, sino servir. La que transforma la naturaleza más feroz en instrumento del Cielo.


Porque hay santos que multiplican panes, y hay santos que construyen templos con lobos.

Y a veces, lo más salvaje no es lo que ruge afuera, sino lo que aún no hemos entregado al amor.



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