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El Demonio que Temblaba ante San Juan Pablo II

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • hace 55 minutos
  • 2 Min. de lectura
Durante décadas, el exorcista de Roma escuchó algo que heló su sangre: los demonios temen a san Juan Pablo II. “Porque destruyó mis planes”, gritaron. El Papa que venció al comunismo también humilló al infierno con una sola arma: la fe.
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San Juan Pablo era el peor enemigo del maligno.

El exorcista más famoso de Roma, el padre Gabriele Amorth (1925-2016), confesó que en sus batallas espirituales contra el mal hubo un nombre que hacía temblar al infierno: Juan Pablo II (1920-2005). No fue un mito ni una metáfora. Según el sacerdote, el demonio mismo lo reconoció entre gritos: “Le tengo miedo… porque interrumpió mis planes”.



EL PAPA QUE HIZO TEMBLAR AL INFIERNO

El padre Amorth realizó más de 100.000 exorcismos durante su vida y fue testigo de fenómenos sobrenaturales que pocos se atreverían a contar. En varias ocasiones interrogó al espíritu maligno durante los ritos, y las respuestas fueron escalofriantes: “Le temo porque destruyó mi obra”, chilló el demonio.


El exorcista comprendió que se refería a la caída del comunismo en Europa del Este, uno de los mayores golpes espirituales al reino de la oscuridad. Pero hubo otra confesión aún más impactante: “Le temo porque me arrebató a los jóvenes”.


El Papa polaco, con su energía y su amor por la juventud, había encendido en toda una generación una fe que el demonio creía apagada. Millones de jóvenes volvieron a la Iglesia, confesaron, oraron, y el mal retrocedió.

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UN INTERCESOR EN LA BATALLA INVISIBLE

El padre Amorth aseguró que durante los exorcismos invocar el nombre de Juan Pablo II provocaba reacciones violentas: los espíritus gritaban, retrocedían, suplicaban. “No soportan su nombre, ni su voz, ni su oración”, relató.


El santo polaco, marcado por el dolor del totalitarismo y el sufrimiento humano, comprendió el poder redentor de la cruz. En vida fue un pastor; en el más allá, un guerrero de luz.



CUANDO EL MAL SE HUMILLA ANTE EL BIEN

Incluso Satanás reconoció ante Amorth algo inesperado: “Me humilla más ser vencido por una criatura humana que por Dios mismo”.


El exorcista concluía que el poder del bien no está en la fuerza, sino en la humildad. Por eso, cuando Juan Pablo II tomaba su rosario, el infierno entero se estremecía.


A veinte años de su partida, su sombra sigue viva donde hay oscuridad. Su oración no terminó: comenzó otra guerra, invisible y eterna, donde su nombre aún hace huir al enemigo.



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