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El Artista que Pintó con la Fe: Koki Ruiz, el Genio que Conmovió al Papa

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • 28 may
  • 5 Min. de lectura
Fue el alma detrás del altar del Papa Francisco. Pintó con maíz, cocos y oración. Koki Ruiz transformó la fe del Paraguay en arte vivo. Hoy, a cinco meses de su partida, a través de dos entrevistas, revelamos su camino espiritual, su arte inolvidable y su legado eterno.
Koki Ruiz
Koki Ruíz y su impactante altar de maíz y calabazas, donde el Papa Francisco ofició la multitudinaria misa en el parque Ñu Guazú. Más de 2 millones de fieles quedaron asombrados con el retablo del artista paraguayo. (Fotografía: Archivo 2015)

Fue el hombre que hizo rezar a un país con cocos, maíz y calabazas. El artista que logró que el alma del Paraguay tomara forma en un altar. Y que dejó una lección de belleza, humildad y fe antes de partir.


“No podés estar tan cerca de lo sagrado sin que te transforme.” (Koki Ruiz)

Hoy, cinco meses después de su fallecimiento, Canal Vida publica una crónica especial basada en dos entrevistas que marcan un arco tan conmovedor como revelador: la primera, en julio de 2015, días antes de la visita del Papa Francisco. La segunda, en 2023, cuando Koki Ruiz (1957-2024) ya hablaba con serenidad de la muerte, de Dios y de un arte que ni la inteligencia artificial podría imaginar.





EL RETABLO QUE CONMOVIÓ AL PAPA

“Este altar es un proceso que comenzó en 1992”, me dijo en aquella conversación de 2015, mientras miles de manos paraguayas firmaban cocos que serían parte del altar más sorprendente que haya conocido América Latina. “Abrimos el taller para que la gente manosee, porque a los paraguayos nos gusta tocar lo que nos emociona”, confesó.


Koki Ruiz
El altar más icónico del Paraguay moderno. Frente a este monumental retablo ecológico de 40 metros de ancho y 17 de alto —hecho con 200.000 cocos, 40.000 espigas de maíz y 1.000 calabazas y zapallos— el Papa Francisco celebró la misa central en Ñu Guasu en julio de 2015. La obra, diseñada por el artista Koki Ruiz, unió fe, tierra y pueblo en una expresión única de religiosidad guaraní y barroco jesuítico. Cada elemento del altar llevaba inscritas oraciones y mensajes de los peregrinos. Fue el altar de los sencillos… y un altar para la historia. (Fotografía: Archivo 2015)

Lo que el eximio artista construyó en Ñu Guasu fue más que un retablo. Fue una plegaria colectiva, una catedral de espigas, un milagro visible. Usó 200.000 cocos, 40.000 espigas de maíz y 1.000 zapallos. Todo armado con mística barroca, inspiración guaraní y el fuego de la tierra roja.


Koki Ruiz
San Ignacio de Loyola en maíz y oración. Esta imponente imagen del fundador de los jesuitas fue uno de los íconos centrales del altar ecológico creado por Koki Ruiz para la misa del Papa Francisco en Ñu Guasu. Elaborado con miles de semillas, calabazas, cocos y espigas, el retrato transmite la espiritualidad ignaciana con humildad campesina. Una catequesis visual que convirtió a la tierra paraguaya en altar vivo del Evangelio. (Fotografía: Archivo 2015)

“El Papa es un tipazo”, dijo entonces, con esa mezcla suya de irreverencia y respeto profundo: “Yo ya me encontré con él haciendo esto para él”, subrayó con orgullo.

Pedro Kriskovich
CUANDO EL ARTE SE HACE SEMILLA

Koki entendía como pocos que el arte no está en el mármol sino en el alma. Por eso cada pieza suya tenía tierra y lágrimas. “El maíz representa a la madre tierra que alimenta a todos por igual”, explicó. Pero también habló de los cocos como símbolo de supervivencia: “Nos salvaron en tiempos de guerra. Son un llamado a cuidar lo que tenemos”.


Lo que el mundo vio como una instalación espectacular, él lo vivió como una oración. Por eso sus retablos no se miran: se tocan, se pisan, se escriben. Se habitan. “Cada espiga tiene escrita una esperanza”, murmuraba.


Koki Ruiz San Franicsco de Asis
El santo que abrazó a los pobres también abrazó el altar del Papa. Esta representación de san Francisco de Asís, construida con maíz, porotos, zapallos y frutas de estación, formó parte del retablo ecológico creado por Koki Ruiz para la misa del Papa Francisco en Ñu Guasu. En ella, el “poverello” de Asís aparece con su clásico gesto de humildad y comunión con la creación, en perfecta armonía con el mensaje de la encíclica Laudato Si'. Un homenaje visual al santo que inspiró el nombre del Pontífice y su opción por los descartados. (Fotografía: Archivo 2015)
DE LA TIERRA AL CIELO: TAÑARANDY

En la entrevista de 2023, casi ocho años después, Koki ya hablaba con más hondura. Ya no solo era el artista de los retablos, sino el fundador de un santuario cultural: Tañarandy. Un espacio donde cada Viernes Santo el Paraguay se ilumina con velas, con silencio y con arte que brota de la fe.


Koki Ruiz
Antorchas de fe... Preparación para el Viernes Santo viviente de Koki Ruíz.

“Tañarandy es eso que la inteligencia artificial jamás va a poder crear”, dijo con convicción, y agregó: “porque no se trata solo de técnica. Es experiencia, es dolor, es amor. Y eso no se programa”.


Allí, entre cirios, barro y canciones, Koki había convertido su ciudad en un templo sin techo. Un teatro a cielo abierto donde cada escena es sagrada.

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“NO SABÍA QUE ERA CATÓLICO... HASTA QUE LO FUI

Una de las revelaciones más íntimas de aquella última charla fue su conversión al catolicismo. “Fue un proceso. No hubo un rayo. Fue más bien como el arte: lento, interior, inevitable”, señaló el artista que también creó el retablo para la beatificación de "Chiquitunga", quien puede llegar a ser la primera santa paraguaya.


Citó a Fra Angelico y a Giotto como guías. Y dijo que fue Tañarandy lo que lo empujó a dar el paso: “No podés estar tan cerca de lo sagrado sin que te transforme”. Y lo transformó. Lo que antes era oficio, se volvió misión. Lo que era estética, se volvió mística.


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La luna llena fue testigo de la fe convertida en arte. En Tañarandy, Misiones, el maestro Koki Ruiz desplegó su genio una vez más con esta puesta monumental de cuadros vivientes. Cientos de actores dieron vida a escenas clave de la Pasión de Cristo, entre luces, silencios y rezos populares. Un Via Crucis único en el mundo, donde cada imagen parece pintada por Caravaggio… pero hecha por campesinos. Fue la última gran obra del artista paraguayo antes de su partida. Un legado eterno.
EL ARTISTA QUE ABRAZÓ EL PUEBLO

Koki nunca quiso encasillarse. Era pintor, escultor, director, compositor. Pero ante todo era un tejedor de comunidad. Un hombre que entendía el arte como un abrazo. “El arte tiene que ser tocado, pisado, vivido”, repetía a quien le preguntaba.


Por eso sus obras no están en vitrinas sino en plazas, en campos, en iglesias. No se venden: se regalan. No se explican: se sienten.

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EL RETABLO, LA MUERTE Y LO QUE VIENE

“No sé cuál será mi próxima obra”, dijo en 2015. En 2023, lo repitió. Pero esta vez añadió: “Ya va a fluir… del otro lado también se puede crear”.


Koki Ruiz murió cinco meses atrás, en silencio. Sin shows ni discursos. Como mueren los sabios. Como viven los artistas populares. Pero dejó una última obra: la certeza de que el arte puede salvar un país del olvido. Y de que la belleza puede ser una forma de fe.





LA LUZ QUE NO SE APAGA

Hoy, en cada retablo vivo de Ñu Guasu, en cada espiga encendida de Tañarandy, en cada niño que dibuja con tierra roja, Koki Ruiz sigue hablando. Su voz está en las manos que pintan, en los ojos que rezan, en las velas que iluminan una cruz de barro en una noche de fe.


El Paraguay perdió a un artista. Pero el cielo ganó un altarista de almas. El hombre que no necesitó pinceles caros, ni títulos, ni discursos. Solo maíz, oración… y un corazón encendido.




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