El Tesoro que No se Guarda: El Papa Clama por un Mundo que Ame Sin Medir
- Canal Vida
- hace 11 horas
- 3 Min. de lectura
En un Ángelus que estremeció la plaza San Pedro, León XIV pidió no guardar el tesoro de la vida, sino entregarlo en amor y misericordia. Sus palabras contra la guerra y el egoísmo resonaron como un llamado urgente.

Bajo el sol ardiente de agosto, la plaza de San Pedro volvió a latir como un corazón inmenso. Miles de fieles, con banderas, rosarios y lágrimas en los ojos, levantaron su mirada hacia el balcón central del Vaticano, donde León XIV apareció para el Ángelus dominical. Su voz, firme y a la vez cargada de ternura, atravesó el aire como un clarín espiritual: “No guarden para ustedes el tesoro que Dios les dio… ¡ámense sin medida!”.
“El don de la vida necesita amor para realizarse… lo único que transforma y ennoblece nuestra existencia.” (León XIV)
El Pontífice, citando el Evangelio de Lucas (12,32-48), dejó claro que la riqueza verdadera no se guarda en cajas fuertes ni se mide en monedas. “Vendan sus bienes y denlos como limosna”, proclamó, recordando que la vida es un capital vivo que se marchita si no se comparte. No hablaba sólo de cosas materiales, sino del tiempo, la empatía, la presencia y el amor.
EL AMOR COMO ARMA CONTRA EL MUNDO INDIFERENTE
En un mundo donde la indiferencia parece la norma, el Santo Padre encendió la llama de la urgencia: “El don de la vida necesita amor para realizarse… lo único que transforma y ennoblece nuestra existencia”. Puso ejemplos sencillos y profundos: una madre abrazando a su hijo, dos novios mirándose como reyes… momentos en los que el corazón humano se convierte en el cofre más rico de la tierra.
Para el Papa, las obras de misericordia son el “banco más seguro y rentable” donde invertir la existencia. Recordó a una pobre viuda que, con apenas dos monedas, se convirtió en “la persona más rica del mundo” a los ojos de Dios.

UN GRITO CONTRA LAS GUERRAS Y EL DOLOR DEL MUNDO
Después de rezar el Ángelus, el Pontífice no esquivó los temas más duros. El aniversario de Hiroshima y Nagasaki fue la chispa para un nuevo llamado global: “Rechacemos la guerra como medio para resolver conflictos”.
Con voz grave, celebró la Declaración conjunta de paz entre Armenia y Azerbaiyán, pero advirtió que no bastan las firmas: “Que esta paz sea estable y duradera”.
El momento más estremecedor llegó cuando habló de Haití. Sus palabras fueron un látigo contra la indiferencia internacional: “La situación es desesperada: asesinatos, violencia, trata de personas… ¡liberen a los rehenes!”. La plaza entera quedó en silencio, como si un suspiro colectivo cubriera el cielo romano.
UNA PLAZA QUE RESPONDIÓ CON FE
Entre aplausos y oraciones, León XIV saludó a peregrinos de Estados Unidos, Irlanda y grupos parroquiales de toda Italia. Pero más que saludos, dejó un mandato: “No pierdan ocasión para amar”.
Hoy, el Vaticano no fue sólo un lugar de turismo y fe, sino el epicentro de un mensaje que busca atravesar fronteras y corazones: la vida, cuando se guarda, se pierde… pero cuando se da, se convierte en eternidad.