“Ustedes Son la Sal de la Tierra”: El Ángelus del Papa que Hizo Llorar a un Millón de Jóvenes
- Canal Vida
- 3 ago
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En el Ángelus final del Jubileo de los Jóvenes, León XIV conmovió a más de un millón de almas con un mensaje de esperanza, dolor y envío misionero. Habló de guerras, despedidas… y de un mundo nuevo posible.

No fue una despedida. Fue un envío con lágrimas, promesas y fuego en el corazón. León XIV, tras la misa más multitudinaria del Año Santo, se dirigió nuevamente a los jóvenes del mundo en un Ángelus que no fue solo una oración… fue un manifiesto espiritual.
Ante un mar de almas —más de un millón de jóvenes de 146 países— el Papa no leyó en Tor Vergata un texto frío ni se limitó a fórmulas. Habló como un padre, como un amigo, como un centinela que ve más allá del horizonte.

“UNA CASCADA DE GRACIA”
Así definió León XIV los días del Jubileo: “Una cascada de gracia para la Iglesia y para el mundo entero”.
Agradeció uno por uno a los presentes, a quienes rezaron desde lejos y, sobre todo, a quienes no pudieron asistir: los invisibles, los silenciados, los que viven tras fronteras cerradas o bajo regímenes que les impiden soñar.
Sus palabras fueron más que un gesto: fueron una caricia para los que no tienen voz.

EL LLANTO POR MARÍA Y PASCALE
El Pontífice volvió a detenerse en dos nombres que ya son símbolo del Jubileo: María, la joven española fallecida antes de llegar a Roma, y Pascale, la egipcia que murió de un infarto en plena peregrinación.
“Encomendamos sus almas al Señor. Han sido peregrinas de esperanza… ahora son antorchas eternas”, manifestó el vicario de Cristo ante un silencio absoluto que tibiamente se encendió con aplausos de dolor y lágrimas de emoción.
“UN MUNDO DISTINTO ES POSIBLE”
Con voz firme, León XIV miró al océano humano que tenía ante sus ojos y lanzó una de las frases más impactantes de su pontificado: “Ustedes son la señal de que un mundo distinto es posible. Un mundo de fraternidad y amistad, donde los conflictos no se resuelven con armas, sino con diálogo”.
Y allí, con banderas ondeando, miles de jóvenes de Gaza, Ucrania, Sudán, Venezuela y otros países en guerra alzaron los ojos con esperanza. Muchos lloraban. Porque alguien, por fin, los nombró.

“SEMILLAS DE ESPERANZA”
El Papa no solo nombró el dolor. También encomendó una misión: “Sean semillas de esperanza en todas partes: en la familia, en la escuela, en el deporte, en el trabajo… donde vivan”.
No les pidió likes. No les prometió comodidad. Les pidió lo más difícil: ser luz en un mundo apagado.
RUMBO A COREA: LA PRÓXIMA PARADA DEL CIELO
Con un gesto profético, el Santo Padre renovó el anuncio: “Nos vemos en Seúl. Del 3 al 8 de agosto de 2027. Sigamos soñando juntos”.
Y al mencionar Corea, el aplauso fue eufórico. El Papa se despidió como quien deja una llama encendida. Y lanzó su última orden: “Lleven esta alegría, este entusiasmo al mundo entero. ¡Ustedes son la sal de la tierra, la luz del mundo!”.
El cielo no bajó a la tierra… pero un millón de jóvenes miraron hacia lo alto y creyeron que podían alcanzarlo. El Ángelus de León XIV no fue un cierre: fue el inicio de una revolución callada. Una revolución hecha de esperanza.
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