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El Santo que No Temió al Fuego: San Lorenzo, el Mártir que se Rió de sus Verdugos

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • hace 3 horas
  • 5 Min. de lectura
En plena persecución romana, un diácono desafió al Imperio con una frase que estremeció a la historia. Quemado vivo, se burló de sus verdugos y entregó su vida por los pobres, dejando un legado que arde hasta hoy.
San Lorenzo
San Lorenzo, diácono romano, afronta su martirio en una parrilla ardiente, manteniendo la fe y desafiando a sus verdugos con valentía y humor. (Fotografía: Creación artística Canal Vida)

Roma, siglo III. El Imperio Romano estaba en su máximo esplendor… y también en su máxima crueldad. La sangre de los cristianos corría por las calles, las arenas y los calabozos, alimentando el espectáculo macabro que la autoridad consideraba justicia.


Entre ellos, un joven diácono se convirtió en leyenda no solo por su fe, sino por una frase que atravesó los siglos y todavía provoca asombro: “Dadme la vuelta… ya estoy cocido de este lado”. Ese hombre era san Lorenzo, el mártir que desafió al fuego y se burló del poder.







EL HOMBRE QUE LLEVABA EL TESORO DE LA IGLESIA

Lorenzo no era un cristiano cualquiera. Nacido en Huesca, Hispania, en el seno de una familia profundamente creyente, llegó a Roma siendo muy joven. Allí conoció a Sixto II, quien lo nombró diácono. Su tarea era mucho más que repartir pan: administraba los bienes de la Iglesia y cuidaba de sus verdaderos tesoros… los pobres, los huérfanos y los enfermos.


Cuando el emperador Valeriano lanzó una persecución feroz contra los cristianos, el Papa fue arrestado y condenado a muerte. Según la tradición, Lorenzo lo vio camino al martirio y le gritó:—“¿A dónde vas, Padre, sin tu hijo? ¿A dónde vas, sacerdote, sin tu diácono?”. El Papa, con lágrimas en los ojos, le respondió:—No te abandono, hijo mío. En tres días me seguirás”.

Y así fue.

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EL DESAFÍO AL IMPERIO

Valeriano no veía en la Iglesia solo un problema religioso: veía una oportunidad económica. Sabía que Lorenzo era el encargado de sus bienes y pensó que podía quedarse con ellos. Mandó llamarlo y le ordenó entregar “el tesoro de la Iglesia”.


Tres días después, Lorenzo se presentó… pero no llevaba cofres de oro ni joyas imperiales. Llevaba consigo a un grupo de ciegos, cojos, leprosos, viudas y huérfanos. Con una serenidad que descolocó a los guardias, declaró: “Estos son los tesoros de la Iglesia”.


El gesto fue un golpe directo al orgullo del emperador y una afrenta imperdonable. Valeriano, humillado, decidió que Lorenzo no moriría con una simple espada. Quería un castigo ejemplar.


San Lorenzo
San Lorenzo presenta a los pobres, huérfanos y enfermos ante el emperador Valeriano, proclamando: 'Estos son los tesoros de la Iglesia'. Una escena que humilló al poder y desafió al Imperio Romano.
LA PARRILLA DEL MARTIRIO

Ordenaron que construyeran una parrilla de hierro sobre brasas ardientes. Lorenzo fue atado y colocado encima. El calor comenzó a quemarle la piel, pero su fe permanecía inquebrantable. Los testigos dicen que no gritó de dolor, sino que miró a sus verdugos con una sonrisa.


En un momento que la historia jamás olvidó, Lorenzo, con voz fuerte y tono burlón, dijo: “Dadme la vuelta… ya estoy cocido de este lado”.


Aquella frase no fue solo una burla: fue un acto de victoria espiritual. Mientras su cuerpo se consumía, su alma estaba más viva que nunca. Murió poco después, convertido en símbolo de valentía y de amor absoluto a Cristo.

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UN AMOR POR LOS POBRES QUE NUNCA SE APAGÓ

La historia no es solo la de un mártir, sino la de un hombre que entendió que servir a Dios es servir al necesitado.


Durante su vida, distribuyó las riquezas de la Iglesia entre los más pobres, convencido de que el verdadero tesoro no estaba en el oro, sino en las almas.


Este amor radical por los desposeídos fue lo que, en parte, lo llevó a la parrilla. No entregó al Imperio las riquezas materiales porque ya las había convertido en pan para los hambrientos.



EL LEGADO EN PIEDRA Y FE

Tras su muerte, la devoción hacía él creció de manera imparable. En Roma, se construyó la basílica de San Lorenzo Extramuros, donde descansan sus reliquias. Este templo es uno de los siete que forman la tradicional peregrinación de las “Sette Chiese” que los romanos realizan desde hace siglos.

San Lorenzo
Lugar venerado como el sitio donde San Lorenzo fue martirizado, dentro de la iglesia de San Lorenzo in Panisperna, en Roma. 

El templo guarda la parrilla en la que, según la tradición, fue martirizado. También se conservan fragmentos de sus huesos, venerados por fieles de todo el mundo. Cada 10 de agosto, miles de peregrinos llegan hasta allí para honrar su memoria.

San Lorenzo
Losa de mármol con las huellas oscuras que, según la tradición, quedaron tras el martirio de San Lorenzo, cuando su cuerpo fue colocado sobre la parrilla ardiente. 
EL SANTO DEL HUMOR Y DEL CORAJE

Lo que hace única la figura de san Lorenzo es que su martirio no fue solo una resistencia silenciosa: fue un acto de humor y desafío. Enfrentó la muerte con la misma serenidad con la que repartía limosnas. Su frase final fue repetida durante siglos como ejemplo de que la fe puede arrancar una sonrisa incluso en el fuego.


En muchas culturas, es patrono de los cocineros y de los asadores, precisamente por la manera en que murió. Pero sobre todo es patrono de los pobres y de quienes sirven en la Iglesia.


San Lorenzo
Cabeza incorrupta de san Lorenzo. Capilla Matilda, Vaticano.
MIRANDO A SAN LORENZO HOY

En un mundo donde el poder y el dinero parecen decidirlo todo, la historia de San Lorenzo sigue incomodando. Nos recuerda que hay valores que no se compran ni se venden, y que la verdadera riqueza está en el amor y la entrega.


Su valentía nos interpela: ¿qué estaríamos dispuestos a perder por mantenernos fieles a lo que creemos? Lorenzo perdió todo… menos su fe.



CIELO Y FUEGO

El martirio de este santo es una lección viva de que el cuerpo puede ser destruido, pero el espíritu, cuando está unido a Dios, es invencible. El fuego que intentó consumirlo se convirtió en llama eterna de fe.


Por eso, cada vez que el 10 de agosto el cielo se llena de las “lágrimas de san Lorenzo” —las Perseidas, lluvia de meteoros que coincide con su fiesta—, los cristianos recuerdan que esas luces son el eco celestial de un hombre que brilló más fuerte que las brasas.



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