Donde el Mundo se Apaga, Dios Enciende una Llama: Santa Teresita en el Fin del Mundo
- Canal Vida

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En el rincón más pobre de África, un creador de contenidos halló algo que conmovió al mundo: una imagen de santa Teresita del Niño Jesús en una capilla de ramas. Allí donde no hay nada… la fe floreció.

En el rincón más inhóspito del planeta, donde el polvo reemplaza al oro y la fe se abraza con el hambre, un milagro silencioso volvió a encender la esperanza. En Nakuron, una diminuta aldea perdida entre los desiertos de Kenia y la frontera con Etiopía, Dios habló… a través de una imagen de papel.
Allí, en una capilla hecha de ramas secas y palmas trenzadas, sin paredes ni vitrales, el creador de contenidos Walter Gómez descubrió lo que él mismo llamó “el milagro más puro que he visto en mi vida”. En medio del calor implacable, del polvo rojo y del olvido, encontró a santa Teresita del Niño Jesús, patrona de las misiones que nunca dejó su convento, sonriendo desde un humilde retrato cubierto con plástico.
EL MILAGRO DE NAKURON
Walter había llegado a África con un propósito misionero: ayudar a mujeres embarazadas y niñas en situación de calle. Pero su viaje dio un giro inesperado cuando conoció al sacerdote colombiano Jonathan Acuña, misionero de la Consolata, quien lo invitó a acompañar su labor en Loiyangalani, una de las zonas más pobres y olvidadas de África.
Allí, entre los Turkana, un pueblo nómada que vive de los camellos y del agua escasa del lago más grande del desierto, Walter comprendió que el Evangelio no necesita templos de mármol para florecer. “El Evangelio llega donde nadie imagina, y Cristo se hace presente incluso donde no hay pan”, escribió conmovido.
Un día, el misionero los llevó al remoto poblado de Nakuron. Las mujeres trenzaban las paredes de una capilla mínima; los niños bailaban porque hacía meses que nadie los visitaba. Al entrar, Walter vio aquel altar pobre, apenas una mesa, una cruz… y una imagen de santa Teresita. En silencio, solo pudo decir: “Lo lograste, Teresita… llegaste como misionera al fin del mundo”.

LA FE QUE HABITA EN EL POLVO
En aquella Misa celebrada en suajili, bajo un sol abrasador y entre cánticos africanos, el misionero levantó el cáliz y el pan consagrado. No había catedrales ni coros, pero había algo más poderoso: la certeza de que Dios habita en los lugares donde todo parece perdido.
Walter comprendió que Cristo no elige las alturas, sino los desiertos; no busca multitudes, sino corazones dispuestos. Lo que comenzó como un viaje de ayuda se convirtió en un encuentro con el misterio de la fe más pura: una fe que sobrevive al hambre, al calor y al olvido.
“Dios no necesita lujo para hacerse presente; necesita amor”, escribió Walter. Y miles compartieron sus palabras, sintiéndose testigos de una verdad luminosa: que el Cielo puede caber dentro de una choza hecha de ramas.

SANTA TERESITA: LA MISIONERA INVISIBLE
Desde su convento en Lisieux, santa Teresita del Niño Jesús soñaba con evangelizar el mundo sin moverse. Rezaba por los misioneros, escribía cartas, ofrecía su sufrimiento por ellos. Nunca pisó África, pero su espíritu llegó a Nakuron. Y lo hizo sin pasaporte ni milagros visibles: solo con la fuerza del amor que no conoce fronteras.
Por eso fue proclamada Patrona Universal de las Misiones, junto a san Francisco Javier. Su “pequeño camino” —amar en lo cotidiano, ofrecer lo simple— hoy se hace visible en los confines de África, en cada niño que aprende a leer, en cada madre que reza frente a un retrato plastificado.

DIOS EN EL FIN DEL MUNDO
En Nakuron no hay electricidad ni internet. Pero hay algo más fuerte que toda tecnología: una fe que no muere. Allí, entre el polvo y los tambores, santa Teresita sonríe y el cielo se abre.
Porque cuando el mundo calla, Dios sigue hablando. Y cuando parece que todo está perdido… Él vuelve a sorprendernos.









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