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SER SACERDOTE EN MÉXICO ES UN ACTO HEROICO

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • hace 2 horas
  • 3 Min. de lectura
El infierno que enfrenta la fe en un país donde ser pastor puede costar la vida
Sacerdotes México
Horror en México: los sacerdotes son el objetivo de los narcos.

En México, ser sacerdote hoy es más que una vocación: es una sentencia de riesgo. En los pueblos donde el narcotráfico manda, los templos se convirtieron en trincheras silenciosas. Los curas ya no solo confiesan pecados, sino que entierran mártires. La organización internacional Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) reveló que la libertad religiosa en México vive su peor crisis en décadas: diez sacerdotes asesinados durante el actual gobierno, casi 900 casos de extorsión y un promedio de 26 ataques semanales contra templos católicos. La fe, que debería ser refugio, se volvió objetivo.


En este país de 129 millones de habitantes —donde casi el 96% se declara cristiano—, el altar se convirtió en un campo de batalla. Y aun así, los sacerdotes siguen.







MARTIRIO ENTRE BALAS Y AMENAZAS

Los nombres de los caídos resuenan en las homilías con un eco de dolor. El padre Javier García fue asesinado en Michoacán, el padre José Angulo Fonseca en Jalisco, y el sacerdote indígena Marcelo Pérez Pérez, defensor de su pueblo tzotzil, cayó en Chiapas.A ellos se suman los cientos de sacerdotes amenazados, secuestrados o golpeados por negarse a pagar “protección”.


“Ser sacerdote hoy es vivir con una diana en el pecho. Pero también es mirar a los pobres, a los migrantes, a los desaparecidos… y no darles la espalda. Yo necesito a los laicos para acompañar esta lucha. No es tiempo de esconderse.”  (Monseñor Francisco Javier Acero Pérez)

Los ejemplos hielan la sangre: el obispo Gonzalo Alonso Calzada fue amarrado y abandonado en una ladera; el padre Filiberto Velásquez sobrevivió a un ataque a balazos; el arzobispo de Durango, Faustino Armendáriz, escapó de un intento de apuñalamiento dentro de la sacristía.


Ser sacerdote en México es celebrar misa mirando la puerta. Es dormir sin saber si la próxima confesión será la última.

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PROFANACIONES Y ODIO SACRÍLEGO

El informe de ACN describe un fenómeno estremecedor: templos incendiados, sagrarios saqueados y Eucaristías profanadas. En Morelos, ladrones se llevaron el Santísimo Sacramento; en Guanajuato, incendiaron la iglesia de Santiaguito; en Sinaloa, un hombre irrumpió en plena misa y destrozó las imágenes del Espíritu Santo.


“Hay 26 ataques por semana contra templos”, advierte el informe. Sonora, Coahuila, San Luis Potosí, Ciudad de México… la geografía del horror crece. No hay frontera entre lo sagrado y lo criminal.


Y la violencia no distingue credos: en Chiapas y Oaxaca, pastores evangélicos son extorsionados y cientos de fieles desplazados por negarse a renunciar a su fe.



ENTRE LA LAICIDAD Y LA INTOLERANCIA

México se define como un Estado laico, pero la neutralidad se transformó en silencio cómplice. Mientras la Corte Suprema debate belenes y textos escolares, las parroquias arden y los sacerdotes mueren. Las organizaciones criminales controlan territorios donde ni la policía ni la ley llegan, y donde el Evangelio solo sobrevive a fuerza de coraje.


La impunidad, dice ACN, “convirtió la fe en un blanco fácil”. Los delitos contra sacerdotes rara vez se investigan. Nadie responde por los muertos.



LA IGLESIA QUE NO SE CALLA

A pesar del miedo, la Iglesia mexicana se mantiene de pie. En 2024, facilitó el diálogo que logró una tregua entre cárteles en Guerrero. En las fronteras, abre albergues para migrantes. En las sierras, catequistas predican aunque los amenacen.


El obispo Francisco Javier Acero Pérez, de la arquidiócesis de México, lo dijo sin rodeos: “Ser sacerdote hoy es vivir con una diana en el pecho. Pero también es mirar a los pobres, a los migrantes, a los desaparecidos… y no darles la espalda. Yo necesito a los laicos para acompañar esta lucha. No es tiempo de esconderse”.


La Iglesia, pese a todo, sigue siendo el último refugio donde los que nada tienen buscan una palabra, una bendición, una esperanza.

Pedro Kriskovich
LA FE BAJO FUEGO

México se convirtió en uno de los países más peligrosos del mundo para ejercer el ministerio católico. Y sin embargo, cada misa celebrada en una capilla de barro, cada rosario rezado entre balas, es una victoria silenciosa contra la oscuridad.


Los sacerdotes mexicanos saben que su cruz pesa más que nunca. Pero también saben que la fe, cuando es perseguida, florece con más fuerza.


El crimen puede asesinar a los hombres, pero no puede matar a Dios. Y en las noches más violentas, cuando el miedo cubre las calles, siempre hay una vela encendida en algún altar… recordando al país que todavía hay almas dispuestas a morir por amor.



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