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Cuando el Papa No Puede Dormir: El Insomnio de León XIV y el Silencio que Muchos Cargan por Dentro

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • hace 58 minutos
  • 3 Min. de lectura
Mientras el mundo duerme, el Pontífice permanece despierto. No por poder, sino por peso interior. Su insomnio revela una verdad incómoda: hay batallas del alma que ni la fe apaga… pero que pueden salvarnos.
León XIV
El insomnio que padece el Papa, es una batalla silenciosa que dan millones de personas en el mundo.

Mientras el Vaticano y las luces de Roma se apagan una a una, hay una habitación que permanece en vela. No hay multitudes, ni ceremonias, ni cámaras. Solo el silencio, una pantalla encendida… y un Papa que no logra dormir.


León XIV, el hombre que hoy guía a la Iglesia en uno de los tiempos más complejos de la historia moderna, también conoce el desvelo. El insomnio. Esa batalla silenciosa que millones padecen cada noche sin decirlo. Y que, en su caso, se transforma en horas dedicadas a aprender alemán, jugar con palabras y pensar, quizás, en el peso del mundo que carga sobre sus hombros.


La escena fue revelada por la prensa italiana casi como una curiosidad: un usuario activo en Duolingo a las tres de la madrugada, con el nombre “@drprevost”. Pronto se supo que era él. El Papa. Estudiando. Despierto. Sin dormir.


Pero detrás de la anécdota hay algo más profundo.







El insomnio que nadie confiesa

El insomnio no es solo falta de sueño. Es mente inquieta. Es preocupación. Es el cuerpo cansado y el alma despierta. Es pensar en lo que fue, en lo que falta, en lo que duele. Es una de las grandes epidemias silenciosas de nuestro tiempo.


Y también afecta a los hombres de fe. El Santo Padre no lo oculta. En esas horas nocturnas, cuando el mundo calla, aprende alemán, juega con su hermano a Wordle, repasa palabras, se distrae. No para matar el tiempo. Para sobrevivir al silencio. Porque cuando todo calla, aparecen las preguntas.


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Un Papa que no huye del silencio

A diferencia de otros pontífices, no rehúye la tecnología ni el contacto humano. Usa WhatsApp, escribe correos, mantiene diálogo constante. Y cuando la noche se vuelve larga, no busca anestesiarse: busca aprender.


Aprender idiomas. Jugar con palabras. Mantener el vínculo con su hermano. Pequeños gestos que revelan algo enorme: la necesidad humana de no sentirse solo.


En tiempos donde la salud mental se esconde por vergüenza, el Papa muestra sin decirlo que incluso quien guía a millones necesita sostén, descanso y humanidad.



El peso invisible del pontificado

No es fácil ser el sucesor de Pedro. No es una vida de tronos y solemnidad. Es una carga diaria: guerras, pobreza, abusos, dolor humano, crisis de fe, pueblos enteros esperando respuestas. Y todo eso no se apaga cuando cae la noche.


El insomnio del Obispo de Roma habla de una conciencia despierta. De alguien que no se anestesia frente al sufrimiento del mundo. De un pastor que, cuando el silencio llega, no logra apagar la mente porque sabe que millones esperan una palabra, una decisión, una esperanza.







La salud mental también es un tema espiritual

Durante años, la Iglesia habló poco de ansiedad, agotamiento o depresión. Hoy empieza a hacerlo con más claridad. Y el testimonio del Papa lo confirma: la fe no anula el cansancio emocional, pero lo atraviesa.


El insomnio no es debilidad. Es muchas veces el síntoma de una sensibilidad profunda.

Y en ese sentido, el padre Robert Prevost encarna algo que muchos fieles viven: rezan, creen, confían… pero igual no duermen.


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Una lección silenciosa para el mundo

Mientras algunos buscan dormir olvidando, el Papa permanece despierto aprendiendo. Mientras muchos se anestesian con ruido, él elige palabras. Mientras el mundo corre, él se detiene.


Y en ese gesto nocturno, tan simple como humano, hay una enseñanza poderosa: no todo insomnio es vacío; a veces es un alma que todavía está luchando.


Quizás por eso su figura conmueve. Porque no se muestra invulnerable. Porque no finge perfección. Porque revela que incluso desde el Vaticano, el corazón humano sigue siendo frágil.


Y porque, al final, su desvelo se parece demasiado al de millones que esta noche tampoco dormirán. Con una diferencia: él, en medio del insomnio, sigue creyendo que aprender, rezar y resistir también es una forma de esperanza.

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