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Corrió hacia el Papa... y el Cielo se Detuvo

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • 14 jul
  • 2 Min. de lectura
Un niño rompió el protocolo en el Vaticano y corrió a abrazar al Papa León XIV. Lo que sucedió después dejó a todos en silencio y conmovió al mundo entero. Un gesto espontáneo que revela dónde habita realmente Dios.
León XIV
Con los brazos abiertos y una sonrisa paternal, el Papa León XIV recibe al niño que, guiado solo por el amor, se lanza hacia él en medio del Aula Ducal. (Fotografía: Vatican Media)

El 7 de junio, en el imponente Aula Ducal del Palacio Apostólico del Vaticano, sucedió algo que insólito. Mientras los adultos esperaban en respetuoso silencio la llegada de León XIV, un pequeño —vivaz, incansable, libre— rompió con todos los protocolos. No por rebeldía, sino por amor.

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UNA ESCENA QUE CONMOVIÓ HASTA A LOS CUSTODIOS

En la audiencia privada concedida a la familia de Giovanni Giordano, asistente del capellán de los Carabineros en Roma, el protagonista inesperado no fue ningún alto funcionario, ni siquiera el discurso papal. Fue un niño. Suelto, travieso, ajeno a las formalidades, convirtió la espera en un juego… hasta que vio al sucesor de Pedro.


El niño corrió. Y el mundo se detuvo. Sin previo aviso, como si una fuerza más grande lo guiara, el pequeño se lanzó hacia León XIV. Ni una orden, ni una señal: solo el impulso del corazón. Corrió directo a los brazos del Pontífice, que lejos de frenarlo, abrió los brazos con una ternura que partió el alma a los presentes.

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“QUIEN NO SE HAGA COMO UN NIÑO…”

La escena fue descrita por el custodio del Sagrario Apostólico, el padre Bruno Silvestrini, como “evangélica”. En un mundo donde se venera la imagen, la compostura y el cálculo, este abrazo nos desarma. Porque nos recuerda lo esencial: que solo los limpios de corazón verán a Dios. Y que a veces, la teología más poderosa es un gesto sin palabras.



UN SUSURRO DE LA PROVIDENCIA

León XIV no sólo aceptó el abrazo. Lo devolvió con el alma. Con la sonrisa ancha, con los ojos mojados, con el corazón de padre que lo caracteriza desde el inicio de su pontificado.


La sala se transformó en una gruta de Belén: un Papa, un niño, y el Espíritu Santo haciendo lo suyo en medio del silencio.


Esta escena no se transmite en cadena nacional, ni ocupa portadas de política. Pero grita desde lo profundo. Nos recuerda que a Dios se lo encuentra en el gesto simple, en la confianza, en la alegría pura. Que no hacen falta credenciales para correr hacia el Amor.


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El Papa León XIV se inclina para abrazar con ternura al pequeño que corrió hacia él sin dudar, en una escena que conmovió a todos los presentes en el Palacio Apostólico. (Fotografía: Vatican News)
UN ABRAZO, UNA SEÑAL, UNA ELECCIÓN

El niño no sabía a quién abrazaba. Pero su alma sí. Y el Papa, como Cristo con los pequeños, no sólo no lo apartó: lo abrazó como a un hijo. Así se escribe la historia que importa. La que no necesita titulares rimbombantes, porque se graba en el alma.



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