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Capellanes entre bombas: Sanan el alma donde el horror no calla

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • hace 1 día
  • 3 Min. de lectura
No usan armas, pero combaten en las trincheras del alma. Son los capellanes militares ucranianos que, en medio del horror de la guerra, curan heridas invisibles y llevan esperanza donde solo hay dolor. Su misión: salvar lo que la guerra intenta destruir.
Guerra Capellanes
En el corazón de la guerra, un capellán levanta la Palabra como escudo. Los soldados bajan la cabeza, no por miedo, sino por fe. En ese momento, el frente se convierte en templo, y el dolor en oración. (Fotografía: Vatican News)

En medio de trincheras, misiles y despedidas sin retorno, hay hombres que no llevan fusiles, pero enfrentan una guerra más profunda: la que se libra en el alma herida de los soldados.


Son los capellanes militares de Ucrania, verdaderos pastores del dolor, que acompañan a los combatientes y sus familias con una misión que no aparece en los partes de guerra, pero que salva vidas: dar sentido al sufrimiento.


"En un tiempo donde las bombas buscan destruir el cuerpo, estos sacerdotes se dedican a salvar el alma. Distribuyen la Eucaristía en el frente, rezan en silencio junto a los heridos, lloran con las familias."

Uno de ellos es monseñor Bohdan Manyshyn, obispo auxiliar de la Eparquía de Stryi y jefe del Departamento de Capellanía Militar de la Iglesia greco-católica ucraniana. En una impactante entrevista a Radio Vaticana, habló sin rodeos: “Nos paramos en la línea entre la paz y la guerra. Debemos asegurarnos de que nuestros soldados no traigan la guerra consigo al regresar a casa”.


La guerra, dice, no termina cuando se firma un armisticio. La verdadera batalla continúa en las almas de quienes vieron morir a sus hermanos, de las madres que lloran hijos enterrados lejos, de los niños que aún preguntan por papá. Y es ahí donde los sacerdotes se convierten en médicos del espíritu.

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CONVERTIR EL DOLOR EN AMOR

Entre las iniciativas más conmovedoras está el programa “Mujeres Héroes”, creado por una exsoldado y madre de un caído. A través de capacitaciones, encuentros comunitarios y contención espiritual, más de 27 grupos de familias encuentran un espacio para transformar el luto en solidaridad. “En medio del duelo, estas mujeres descubren que aún pueden ayudar a otros”, afirma monseñor Manyshyn.



AYUDAR EN EL ESPANTO CAMINO A LA ESPERANZA

Pero el acompañamiento no termina ahí. Desde 2016, la Iglesia recaudó donaciones para un fondo que brinda consultas psicológicas, organiza peregrinaciones de sanación y grupos de oración. No se trata solo de consolar, sino de caminar junto al que sufre. “Queremos decirles que su sacrificio no fue en vano, que estamos con ellos, que somos parte de su dolor”, aseguró.


"La guerra no termina cuando se firma un armisticio. La verdadera batalla continúa en las almas de quienes vieron morir a sus hermanos, de las madres que lloran hijos enterrados lejos, de los niños que aún preguntan por papá."

Quizás lo más profundo del mensaje de estos capellanes es que el dolor puede transformarse en esperanza. Que la fe, lejos de ser una evasión, es una tabla de salvación. “Todo sufrimiento puede ser el nacimiento de algo nuevo —dice Manyshyn— pero debemos encontrarle un sentido. Si no lo hacemos, caemos en la desesperación”.


guerra capellanes
Desde los micrófonos del Vaticano, el obispo Bohdan Manyshyn lanza un grito silencioso: “No dejemos que la guerra entre a nuestros hogares”. Su cruz no es solo símbolo, es compromiso con cada vida rota en el frente. (Fotografía: Vatican News)
SALVAR ALMAS EN MEDIO DEL HORROR

En un tiempo donde las bombas buscan destruir el cuerpo, estos sacerdotes se dedican a salvar el alma. Distribuyen la Eucaristía en el frente, rezan en silencio junto a los heridos, lloran con las familias. No llevan armas, pero su presencia se vuelve un escudo invisible ante el odio.


Cuando la guerra termine —si es que alguna vez termina— quedarán las cicatrices. Pero también quedará el testimonio de esos capellanes que no huyeron del dolor, que no callaron ante el horror, y que, en nombre de Dios, ayudaron a muchos a cruzar el umbral de la esperanza.



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