VENDIÓ SU ALMA… Y LA VIRGEN LA RECUPERÓ
- Canal Vida
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Vendió su alma al Diablo… pero una noche, la Virgen descendió para arrebatársela de las manos del infierno. El caso de san Teófilo de Adana sigue estremeciendo al mundo: el monje que cayó en la oscuridad… y resucitó por el Rosario.

En los siglos oscuros de la Edad Media, cuando el miedo al infierno marcaba el pulso de la fe, un hombre se atrevió a hacer lo impensable: entregar su alma al demonio a cambio de poder y gloria. Su nombre era Teófilo de Adana, un clérigo respetado, un administrador eclesiástico brillante… y el protagonista del primer pacto con Satanás del que se tiene registro escrito.
Durante años, el relato de Teófilo se repitió en monasterios y aldeas como una advertencia y un misterio: ¿cómo puede alguien caer tan bajo y aún ser salvado por el cielo? La respuesta, según los antiguos manuscritos bizantinos, tiene nombre y rostro: Virgen María.
UN CLÉRIGO HUMILLADO, UNA FIRMA MALDITA
Teófilo era arcediano de la diócesis de Adana, en la actual Turquía. Un hombre culto, prudente y profundamente piadoso… hasta que la envidia y la intriga lo desplazaron de su cargo. Humillado, desesperado y cegado por la rabia, recurrió a un hechicero. Fue entonces cuando se selló el destino de su alma.
El mago lo condujo a un ritual nocturno donde, entre humo, fuego y blasfemias, el Diablo apareció para ofrecerle el poder perdido a cambio de su renuncia a Cristo y su firma en sangre. Teófilo tembló, pero aceptó.
El contrato fue escrito con letras negras sobre un pergamino ardiente. En él, el monje prometía su alma al Enemigo a cambio de volver a su puesto y gozar del favor de los hombres. Y así fue: la fama, el poder y la riqueza regresaron.
Pero la paz interior… desapareció para siempre.

LA CULPA QUE LO LLEVÓ AL BORDE DEL ABISMO
Teófilo comenzó a ser consumido por un tormento incesante. Cada noche, los demonios le recordaban su pacto. Sentía que su alma se quemaba antes de morir. Ningún oro ni honor bastaba para acallar la voz que lo acusaba: “Has traicionado al Dios que te amó”.
Fue entonces cuando se arrodilló ante la única esperanza que le quedaba. Durante cuarenta noches rezó el Rosario a la Virgen María, implorando el perdón que ya no creía merecer. Lloró hasta desfallecer, confesando sus pecados a la Madre de Dios.
Una noche, mientras dormía agotado por el llanto, la Virgen se le apareció en sueños. Su rostro era de luz y sus manos sostenían el contrato infernal. “He intercedido por ti ante mi Hijo —le dijo—. El enemigo no soportó mi presencia y huyó. Eres libre”.
Cuando despertó, el pergamino estaba a sus pies. Teófilo corrió a la iglesia, lo colocó sobre el altar y confesó públicamente su pecado. Lloró tanto que, según los cronistas, su rostro se volvió luminoso. Tres días después, murió en paz.

EL MILAGRO QUE ESTREMECIÓ AL MUNDO
El caso de Teófilo fue considerado por los monjes de su tiempo como la primera redención pública de un alma que había pactado con el demonio. Los manuscritos del siglo VI narran que, tras su muerte, un perfume celestial llenó la iglesia y su cuerpo fue encontrado incorrupto.
El pergamino con su firma, conservado durante siglos como reliquia, se mostraba como prueba del poder de la intercesión mariana. De hecho, su historia inspiró una de las devociones más poderosas del cristianismo: el rezo del Rosario como escudo contra el infierno.

LA ENSEÑANZA QUE SIGUE VIVA
Para los teólogos medievales, Teófilo encarna el drama de todo ser humano: la lucha entre la ambición y la gracia, entre la desesperación y la misericordia. Su historia se convirtió en símbolo del poder liberador de María, la que no abandona ni al alma más caída.
En los monasterios del sur de Europa, los monjes solían repetir una antigua oración inspirada en su testimonio:
“Oh Madre, tú que arrebataste del fuego a quien se entregó al fuego, rescata mi alma antes de que caiga sin retorno.”
NO HAY PECADO QUE SUPERE LA INTERCESIÓN DE MARÍA
Hoy, cuando muchos venden su paz por fama, poder o placer, el milagro de san Teófilo de Adana resuena más actual que nunca. El demonio ya no exige firmas en pergaminos, pero sí lo hace en el corazón: cuando se cambia la verdad por comodidad, la fe por conveniencia y el amor por egoísmo.
Sin embargo, como en el siglo VI, la Virgen sigue tendiendo la mano. No hay pecado tan grande que supere su intercesión. Porque en el fondo del abismo, donde todo parece perdido, una oración dicha con lágrimas puede abrir las puertas del cielo.
Y como decía el propio Teófilo antes de morir, en las palabras que pasaron a la posteridad: “El infierno se abrió para recibirme, pero el Rosario fue mi espada…y la Virgen, mi victoria".
San Teófilo de Adana —el monje que venció a la muerte rezando un Rosario— sigue siendo, hasta hoy, el ejemplo más antiguo y poderoso de que el perdón es más fuerte que el infierno.





