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URUGUAY LEGALIZÓ EL ASESINATO: LA LEY QUE HIZO TEMBLAR LA CONCIENCIA LATINOAMERICANA

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • 16 oct
  • 5 Min. de lectura
Uruguay volvió a cruzar una línea roja: legalizó la eutanasia y se convirtió en el primer país de América Latina en aprobarla por ley. En nombre de la “dignidad”, se legalizó la muerte. ¿Qué queda de un país que olvida a Dios?
Uruguay Eutanasia
Uruguay, legalizando la eutanasia, dio un paso más en pos de la "cultura de la muerte".

En la misma tierra que alguna vez fue símbolo de paz, educación y progreso, se consagró hoy un acto que muchos ya llaman “el paso final hacia la cultura de la muerte”. Con la aprobación de la llamada “Ley de Muerte Digna”, el Senado uruguayo convirtió en legal lo que el Evangelio y la conciencia humana nunca aceptarán: matar.


La "Banda Oriental" se convirtió en el primer país del continente en legalizar por ley la eutanasia, uniéndose al pequeño grupo de naciones que, bajo el nombre de “dignidad”, permiten que un médico quite la vida de un enfermo. Un eufemismo frío para lo que, en la verdad más desnuda, es la institucionalización del asesinato.







DE LA VIDA A LA MUERTE: EL CAMINO DE UN PAÍS QUE SE APAGÓ

En 2012 abrió la puerta al aborto y en 2013 legalizó el consumo de marihuana, ahora da el paso más oscuro: autorizar la muerte asistida. Tres leyes, tres heridas abiertas en el corazón de una nación que alguna vez se enorgulleció de su respeto por la vida.


Primero fue el aborto, bajo el disfraz de “salud reproductiva”. Luego, la marihuana, como símbolo de “libertad individual”. Y ahora, la eutanasia, como bandera de una “muerte digna”.

Pero detrás de los discursos progresistas, se esconde un mensaje devastador: la vida humana dejó de ser sagrada. El territorio que supo ser la cuna del Estado moderno en América Latina, se convirtió ahora en laboratorio de la cultura del descarte.

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“MORIR CON DIGNIDAD”: LA GRAN MENTIRA

El proyecto aprobado declara que busca garantizar “el derecho a transcurrir dignamente el proceso de morir”. Sin embargo, la dignidad no se mide en ausencia de dolor, sino en la presencia de amor.


El dolor humano, aunque incomprensible, no puede ser motivo de eliminación, sino de acompañamiento. Jesús no huyó del sufrimiento; lo redimió. Pero Uruguay parece haber elegido otro camino: el del olvido, el del silencio, el del bisturí que reemplaza al consuelo.


En nombre de la “libertad”, los senadores del Frente Amplio —acompañados por legisladores del Partido Colorado y el Partido Nacional— aprobaron el texto tras diez horas de debate. Diez horas bastaron para legitimar lo que durante siglos fue considerado un crimen contra la vida.

Senado
Senado uruguayo aprobó la eutanasia.
LOS NUEVOS SACERDOTES DEL SISTEMA: LOS MÉDICOS QUE MATAN

La nueva ley establece que cualquier adulto en fase terminal o con sufrimientos “insoportables” podrá pedir la eutanasia. El médico podrá aceptarla o rechazarla. Si la rechaza, se convocará a una junta. Si la junta aprueba, la muerte será autorizada.


Así, los médicos —formados para curar— se transforman en verdugos legales. Se les impone el peso de decidir quién vive y quién muere, abriendo la puerta a una pendiente moral sin retorno.


La ley incluso ordena considerar estos actos como “muertes naturales”. Una aberración semántica: el veneno convertido en medicina, la inyección en gesto de compasión.



“EN NOMBRE DE LA HUMANIDAD”: EL ENGAÑO DEL PROGRESO

Quienes defienden esta ley la presentan como “necesaria, liberal y humanitaria”. Pero no hay humanidad en provocar la muerte. No hay libertad en renunciar al don de vivir. No se trata de morir con dignidad, sino de vivir con fe.


El Papa León XIV lo advirtió hace pocas semanas: “La vida no pertenece al hombre, sino a Dios. Quien se arroga el poder de decidir sobre la muerte, destruye el sentido mismo de la esperanza”.


Uruguay, un país de apenas tres millones de habitantes, decidió convertirse en vanguardia del relativismo moral latinoamericano. Una nación que hace apenas una década se enorgullecía de sus derechos humanos, hoy ha borrado el primero de todos: el derecho a la vida.

Pedro Kriskovich
UNA LEY CONTRA DIOS

La Iglesia uruguaya, junto a comunidades cristianas de toda la región, expresó su dolor y su alarma. “El Estado no puede legislar la muerte. No puede convertir el mal en derecho”, afirmó el arzobispo de Montevideo.


Organizaciones provida marcharon en silencio frente al Palacio Legislativo, con rosarios y pancartas que decían: “La vida no se debate”. Pero sus voces fueron ahogadas por un Senado que eligió el aplauso fácil antes que la verdad eterna.


El resultado: 20 votos a favor, 11 en contra. Así, con una mayoría mínima, el país del mate y el mar se convirtió en símbolo de la legalización del sufrimiento.



UN PAÍS QUE SE ACOSTUMBRÓ A DECIR “SÍ” AL DOLOR AJENO

Uruguay ya no sólo permite matar al no nacido o anestesiar la conciencia con drogas legales. Ahora permite decidir quién muere, cuándo y cómo. Es el tercer país de América Latina que lo hace, después de Colombia y Ecuador. El tercero en ponerle firma al desencanto.


En los templos, muchos sacerdotes hoy lloran. “¿Qué le diremos a nuestros jóvenes —preguntan— cuando el Estado les enseña que morir es una salida, y no un misterio de fe?”.

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EL PAÍS QUE CAMBIÓ LA CRUZ POR LA JERINGA

Uruguay eligió el camino del silencio clínico, del “procedimiento asistido”, del “consentimiento informado”. Palabras asépticas para un acto brutal: provocar la muerte de un inocente. En un siglo donde la ciencia puede prolongar la vida, Uruguay eligió acortarla.


La eutanasia no libera al enfermo, sino a la sociedad de su deber de cuidar. Y detrás de cada ley como esta, hay un mensaje que grita: “tu dolor nos incomoda”.



CUANDO LA VIDA YA NO IMPORTA

Hace apenas diez años, Uruguay fue noticia mundial por su legalización del cannabis. “Un país valiente y moderno”, decían los titulares. Hoy, esos mismos medios celebran la eutanasia como un “paso civilizatorio”.


Pero la historia juzgará. Los pueblos que matan a sus hijos, a sus ancianos o a sus enfermos no están evolucionando: están desapareciendo.


La cultura de la muerte no tiene héroes, solo víctimas.



LA ESPERANZA NO SE VOTA

Mientras el Senado aplaudía la aprobación de la ley, un grupo de fieles se reunió frente a la catedral de Montevideo. Encendieron velas, rezaron el Rosario y levantaron un cartel que decía: “La vida pertenece a Dios, no al Parlamento”.


Entre los rezos, alguien pronunció una frase que resume la herida del alma uruguaya: “Hoy el Estado ha legalizado el asesinato. Pero no podrá legalizar el silencio de nuestra conciencia”.



EL CONTRAATAQUE DE LA FE

En medio del dolor, brota una esperanza: las comunidades cristianas, los médicos provida, las familias que creen en la santidad de la vida, se están organizando para resistir. Nacen campañas, vigilias, cadenas de oración. Surge un movimiento que dice: “la muerte no es un derecho, es una derrota”.


La tierra de Artigas puede haber aprobado la eutanasia, pero millones de latinoamericanos saben que la última palabra no la tiene el Senado, sino Dios.


Uruguay no aprobó la muerte digna. Aprobó el asesinato elegante. Pero la dignidad no está en morir bien, sino en vivir hasta el último respiro con fe.



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