Francisco le dijo a los empresarios que no deben generar más ganancias a costa del empobrecimiento del sector laboral. "La conversión económica será posible cuando seamos capaces de pensar más en los necesitados, a anteponer el bien común al bien individual", subrayó.
“No se olviden de que su actividad está al servicio del ser humano, no sólo de unos pocos sino de todos, especialmente de los pobres”, les señaló el Papa Francisco está mañana a los miembros de la Confederación Española de Asociaciones de Jóvenes Empresarios y de la Confederación de Empresario de Galicia con quienes mantuvo una audiencia en la sala del Consistorio Vaticano.
“La conversión económica será posible cuando vivamos una conversión del corazón.”
En el encuentro el Santo Padre destacó que la presencia del empresariado en la Santa Sede es “un signo de esperanza” y los animó a continuar transformando con creatividad el rostro de la economía, “para que esté más atenta a los principios éticos”.
RESOLVER LOS PROBLEMAS SOCIALES
En una época con notorios desequilibrios económicos y sociales, marcados por el individualismo y una vorágine que lleva a no mirar al prójimo, el vicario de Cristo citando al Concilio Vaticano II recordó que el “lujo pulula junto a la miseria”, por lo que unos pocos disponen de un poder amplísimo de decisión y muchos carecen de toda iniciativa y responsabilidad, viviendo con frecuencia en condiciones de vida y de trabajo indignas de la persona humana.
En ese contexto es apremiante proponer una economía adecuada para “contribuir a resolver las grandes problemáticas que vivimos a nivel mundial”.
PROFETAS, DIOS Y EL PRÓJIMO
El sucesor de Pedro les aportó tres ideas a los empresarios desde una perspectiva de valores sociales.
En primer lugar destacó la profecía, en un caracterizado por la guerra y la crisis ambiental, los emprendedores deben desarrollar su servicio, “como profetas que anuncien y edifiquen la casa común, respetando todas las formas de vida, interesándose por el bien de todos y fomentando la paz”. “Sin profecía, la economía, y en general toda la acción humana, está ciega”, destacó.
El segundo aspecto al que se refirió fue el del cuidado de la relación con Dios, cultivar una vida espiritual. “La conversión económica será posible cuando vivamos una conversión del corazón; cuando seamos capaces de pensar más en los necesitados; cuando aprendamos a anteponer el bien común al bien individual; cuando entendamos que la carestía de amor y justicia en nuestras relaciones son consecuencia de un descuido de nuestra relación con el Creador, y esto repercute también en nuestra casa común”, aseguró.
El tercer pensamiento apuntó al trabajo y pobreza. Manifestó que ambos valores implican la confianza completa en Dios y no en las cosas, por lo que se puede crear una economía que reconcilie entre sí los miembros de las diversas etapas de producción, “sin que se desprecien mutuamente, sin que se creen mayores injusticias o se viva una fría indiferencia”. “Esto no quiere decir que se ame la miseria, la cual, por el contrario, tiene que ser combatida, y para ello ustedes tienen buenos instrumentos, como la posibilidad de crear empleos, y contribuir así a dignificar a sus prójimos”, subrayó.
CUIDAR LA CREACIÓN
El Pontífice animó a los empresarios a cuidar la naturaleza, la casa común, sobre todo, pensando en generaciones futuras. “Todavía está en nuestras manos cambiar esa tendencia de contaminación que está destruyendo todo”, afirmó.
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