Lo Tiraron como Basura… y un Sacerdote lo Salvo del Infierno
- Canal Vida

- 12 jul
- 3 Min. de lectura
Lo encontraron entre hormigas, mugre y cartones. Nadie lo esperaba. Nadie lo quería. Hasta que apareció un hombre de Dios…

Vietnam, calor, hormigas, desechos. En medio del hedor de un basurero, el llanto de una vida olvidada: un bebé, solo, abandonado, a punto de morir.
Era de noche en Saigón. El padre Khoi Tran, capellán de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, visitaba a las Misioneras de la Caridad de Cristo, cuando ocurrió lo impensable. Dos huérfanos, enviados a tirar la basura por las religiosas, escucharon el llanto. Se acercaron. Vieron movimiento entre los cartones. Y allí estaba: una criatura humana, recién nacida, cubierta de picaduras de hormigas. El corazón se les detuvo.
Las hermanas, curtidas por la pobreza y el abandono que ven cada día, corrieron. Lo envolvieron en una manta. Lo bañaron con lágrimas y agua tibia. Llamaron a emergencias. Pero también llamaron al padre Khoi. Porque no era solo una vida: era una señal.

BENDITO EN LA TIERRA... Y EN EL CIELO
El padre llegó apenas amanecía. Su rostro era una mezcla de incredulidad y ternura. Bendijo al pequeño. Oró por él. Y entonces pasó algo más.
“¿Podemos llamarlo Francisco Javier?”, preguntaron las monjas, y agregaron: “Como su santo patrono. Como usted”. El sacerdote asintió. Conmovido. En silencio.

En su cuenta de Instagram (@padrekhoi), el sacerdote escribió: “Fue un día emocional… encontramos a un bebé abandonado junto a un basurero. Por la gracia de Dios, pudimos salvarlo. Las hermanas lo llamaron como yo… ahora tengo otro hijo por quien orar cada día. ¡Gracias, Señor, por esta inesperada y llena de gracia oportunidad!”.

UN MUNDO QUE DESCARTA... Y UNA IGLESIA QUE RESCATA
Podría haber muerto. Como tantos. Sin nombre. Sin rostro. Sin tumba. Pero no. Porque aún hay hombres y mujeres que creen que cada vida vale. Que un bebé llorando en un basurero no es un problema… sino una misión. Una urgencia. Un llamado de lo Alto.
El bebé ahora está bien. Las hermanas lo cuidan como a un tesoro. El padre Khoi lo lleva en el corazón. Se convirtió, sin buscarlo, en padre espiritual de una vida rescatada del abismo.

Y lo más impactante: este hecho no ocurrió en una gran ciudad católica, ni en un hospital, ni en la misa de un domingo. Sucedió entre los desperdicios, en el rincón de los que nadie ve. Allí donde la gracia de Dios se hace carne.
Un bebé entre la basura. Un sacerdote con fe. Y un milagro silencioso que grita al mundo: ¡Cada vida importa!
¿Quién más está dispuesto a ver lo que el mundo desprecia?









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