LEÓN XIV: LAS MUJERES SON EL CORAZÓN DE LA IGLESIA QUE AÚN NO SE ATREVE A ESCUCHARLAS
- Canal Vida

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En un discurso vibrante y desafiante, el Papa León XIV pidió derribar los prejuicios que impiden a las mujeres ejercer su misión en la Iglesia. “Sin ellas —dijo—, la fe se marchita. Son el corazón que aún no dejamos latir”.

En una tarde cargada de historia, León XIV rompió ayer los esquemas del Aula Pablo VI. No habló desde un púlpito, sino desde el corazón. Frente a miles de delegados del Jubileo de los Equipos Sinodales, el Pontífice lanzó un mensaje directo y desafiante: la Iglesia debe derribar los muros culturales que todavía encadenan el alma femenina.
“Las mujeres no son un accesorio pastoral”, dijo con voz firme. “Son la mitad del rostro de Dios que aún no sabemos mirar”.Sus palabras, pronunciadas sin guion, encendieron una ovación que recorrió la sala como un eco del Espíritu.
ROMPER EL SILENCIO DE LOS SIGLOS
León XIV recordó los prejuicios que aún persisten en varias regiones del mundo, donde las mujeres siguen siendo relegadas a la periferia espiritual.“No basta con nombrar a una mujer en un cargo si el entorno no la respeta”, advirtió. “Hay que transformar las culturas desde dentro, con el fuego del Evangelio”.
El Papa evocó a su madre —“una mujer de fe que no pedía ser igual a los hombres, sino fiel a Dios”— y a las misioneras del Perú que bautizan y acompañan comunidades sin sacerdotes.“Ellas son testigos del poder de una fe encarnada, mujeres que anuncian el Evangelio cuando muchos callan”, subrayó con emoción.
EL EVANGELIO CONTRA EL MACHISMO
El Pontífice no evitó la palabra incómoda: discriminación. “La cultura a veces nos domina más que el Evangelio”, afirmó. “Y cuando eso sucede, las mujeres son las primeras en sufrirlo”. Pidió valentía para revisar estructuras, costumbres y mentalidades que perpetúan un clericalismo invisible pero devastador.
“Si la Iglesia no se convierte en un espacio donde cada mujer sea escuchada, respetada y enviada, no estará completa”, declaró.

UN DESAFÍO UNIVERSAL
Desde Asia hasta América Latina, León XIV convocó a un cambio que no sea de imagen, sino de alma. “No queremos modas ni discursos vacíos —dijo—, sino una revolución del amor: que las mujeres puedan ejercer su misión sin miedo, sin prejuicio y con toda su fuerza espiritual”.
El Papa aseguró que la igualdad en la Iglesia no será impuesta por ideologías, sino inspirada por el Evangelio que libera. “Jesús fue el primero en confiar a una mujer la noticia de la Resurrección. ¿Qué más prueba necesitamos?”, preguntó, arrancando el aplauso más largo de la tarde.
UN LLAMADO A TODA LA HUMANIDAD
Antes de despedirse, dejó una frase que quedará grabada en la historia de su pontificado: “Si queremos una Iglesia madre, debemos dejar que las mujeres respiren en ella. Sin ellas, la fe se marchita”.
La multitud, conmovida, respondió con lágrimas y un aplauso prolongado. En ese instante, quedó claro: no era un discurso más. Era el inicio de una nueva primavera en la Iglesia.









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