La Virgen que Protegió el Alunizaje: El Día que el Papa Levantó los Ojos al Cielo
- Canal Vida
- 23 jul
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Durante décadas la NASA ocultó una verdad celestial: la Virgen de la Luna acompañó el alunizaje. Ahora, el Papa León XIV reabre el misterio con una llamada a Buzz Aldrin y una visita al Observatorio Vaticano. Ciencia y fe… en órbita.

En la misma fecha en que el mundo celebraba un nuevo aniversario de la gesta más impactante del siglo XX —el alunizaje del Apolo 11—, el cielo volvió a abrirse. No por ciencia, sino por fe. Por una devoción mariana que la NASA ocultó durante más de 50 años: la Virgen de la Luna, aquella que los astronautas agradecieron en secreto y que hoy, gracias al Papa León XIV, vuelve a iluminar el firmamento de la historia.
MADRE DE LOS ASTRONAUTAS
La historia comenzó en 1969, cuando desde un modesto pueblo de España —Pozoblanco— una cofradía centenaria decidió enviar una carta insólita a los astronautas que acababan de pisar la luna. En ella, ofrecían la protección e intercesión de la Virgen de la Luna, una advocación mariana con más de 500 años de historia.

Lo que nadie imaginó es que la NASA respondió. Lo hicieron los mismísimos Armstrong, Aldrin y Collins, agradeciendo el gesto con una carta formal y un profundo respeto. “Estamos honrados por su consideración”, escribieron. Esa correspondencia, que por décadas permaneció guardada y silenciada, recién fue reconocida oficialmente en 2021 por el Departamento de Historia de la NASA.

España fue clave en aquella misión: la estación de Fresnedillas, en Madrid, fue la primera en recibir las señales del Apolo 11 desde la superficie lunar. Y también fue puente espiritual: la fe viajó de la Tierra al cosmos, de una capilla cordobesa al espacio estelar. La Virgen de la Luna se convirtió —en el corazón de muchos— en la patrona no oficial de los astronautas.
EL ÚLTIMO SOBREVIVIENTE
Este 20 de julio, 56 años después, León XIV reavivó esa llama celestial. En una acción inesperada y poderosa, llamó por teléfono a Buzz Aldrin, el último sobreviviente de aquella histórica misión lunar. Lo bendijo, habló con él sobre el misterio de la creación, y leyó con él el Salmo 8: “¿Qué es el hombre para que pienses en él, el ser humano para que lo cuides?”.

Según informó la Oficina de Prensa del Vaticano, el Santo Padre meditó con Aldrin sobre la fragilidad del universo, el sentido de trascendencia y el lugar del ser humano en la inmensidad cósmica.
Pero también hubo un gesto cargado de ternura: bendijo al astronauta, a su familia… y a sus colaboradores, como si comprendiera que esa misión fue también una gesta colectiva de fe y ciencia.

CONTACTO CON EL UNIVERSO
Horas antes de esa llamada, León XIV había visitado personalmente el Observatorio Astronómico del Vaticano, la legendaria Specola Vaticana, en Castel Gandolfo. Se detuvo en las cúpulas, observó los telescopios, dialogó con astrónomos y recordó que la Iglesia “nunca tuvo miedo de mirar las estrellas”. Convirtió su recorrido en un acto de contemplación teológica, conectando la inmensidad del cosmos con la humildad de quien se sabe criatura.
La visita no fue casual. En ese mismo lugar, semanas atrás, 24 jóvenes astrónomos de 22 países se habían reunido para una escuela de verano dedicada a explorar el universo con el telescopio espacial James Webb. El Obispo de Roma los animó entonces a no tener miedo de la ciencia: “Dios también habla desde las galaxias”.

CIENCIA Y FE
¿Qué une a una advocación olvidada, a un astronauta octogenario, al telescopio más avanzado del mundo y a un Papa en silencio contemplativo? Todo. Porque en tiempos de guerra y desesperanza, el cielo sigue siendo un mensaje de paz. León XIV no habló de política. Habló de creación, misión y bendición.
Desde lo profundo de un cielo estrellado, la Virgen de la Luna parece volver. No con una aparición, sino con una presencia simbólica que atraviesa la historia. De una carta olvidada a una llamada pontificia. De un pueblo andaluz al observatorio vaticano. De la luna a la fe.
Hoy, más que nunca, la humanidad vuelve a mirar arriba… y a preguntarse si hay alguien allí que aún cuida de nosotros.
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