La Santa que Enfrentó a la Selva, al Poder y al Prejuicio
- Canal Vida
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En un país marcado por la guerra y el olvido, una mujer se alzó contra todo. Santa Laura Montoya desafió el poder, la selva y los prejuicios para enseñar que la verdadera fuerza no lleva espada, sino fe, ternura y fuego interior.

Cuando la guerra se llevó a su padre, una niña colombiana juró que nada —ni el miedo ni los hombres— la harían callar jamás. Aquella niña fue Laura Montoya, nacida en Jericó, Antioquia, en 1874, y convertida con los años en la primera santa de dicho país, la mujer que desafió al mundo para llevar el Evangelio donde nadie más se atrevía.
Su historia no es la de una monja enclaustrada, sino la de una misionera de fuego, maestra, escritora, fundadora, y, sobre todo, mujer libre en un tiempo donde eso era pecado. Murió en 1949, pero su voz sigue tronando entre las montañas que cruzó a lomos de una mula para evangelizar a los pueblos indígenas del Urabá y el Chocó, los olvidados de la selva.
LA NIÑA QUE VIO A DIOS ENTRE HORMIGAS
Tenía solo seis años cuando se arrodilló frente a un hormiguero y dijo haber sentido la presencia de Dios en aquel orden perfecto.
Desde entonces, supo que la fe no vivía en los templos, sino en los rincones donde otros solo veían barro.
Esa sensibilidad marcó a la pequeña Laura, que aprendería a reconocer la grandeza divina en lo cotidiano… y en lo imposible.

EL ABUSO, LA CALUMNIA Y LA REBELIÓN
A los 13 años escapó de un intento de abuso por parte de un primo. A los 16, administraba un hospital psiquiátrico y estudiaba de noche para ser maestra. Cuando dirigió el colegio La Inmaculada de Medellín, fue acusada falsamente de “arruinar matrimonios”. Su respuesta fue tan audaz como histórica: defendió el derecho de las mujeres a una maternidad espiritual, mucho antes de que el feminismo existiera en Colombia. Era 1901, y ella ya estaba rompiendo moldes.
LA MONJA QUE ENFRENTÓ A LOS OBISPOS
En 1914 fundó su congregación, las Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena, con solo seis mujeres y un sueño: evangelizar donde los sacerdotes no llegaban. Los obispos la desafiaron. Ella respondió montando una mula y adentrándose en la selva. “Allí donde no pudo el hombre, llegó la dulzura de la mujer”, escribió después.
Durmió en chozas, curó enfermos, abrazó indígenas y convirtió el dolor en oración. Cuando los hombres de sotana la llamaron “rebelde”, el pueblo la llamó “Madre”.
LA PROFETA DEL SIGLO XX
Madre Laura escribió más de 30 libros y pidió al Papa Pío XII que permitiera a las religiosas distribuir la Eucaristía en territorios sin sacerdotes, décadas antes de que la Iglesia siquiera lo discutiera. Fue también la primera mujer en recibir la Cruz de Boyacá, el más alto honor de Colombia.
San Juan Pablo II la llamó un ejemplo del “genio femenino” de la Iglesia. Y tenía razón: Laura no solo evangelizó pueblos, evangelizó conciencias.
SU LEGADO
Canonizada en 2013 por el Papa Francisco, santa Laura Montoya se convirtió en símbolo de la mujer que no teme a la fe, ni al poder, ni a la selva. La que enseñó que el verdadero milagro no siempre es curar a los enfermos… sino mantener viva la esperanza.
“Donde no llegó la espada, llegó su amor”, escribió uno de sus discípulos. Y en Colombia, aún hoy, su voz resuena como un trueno entre las montañas de Jericó.
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