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La Mujer que Dijo Sí: María Cecilia Perrín, la Madre que Eligió la Vida y Va Camino a los Altares

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • 7 oct
  • 4 Min. de lectura
A 40 años de su partida, la historia de María Cecilia Perrín de Buide estremece: joven esposa que eligió la vida de su hija y abrazó el dolor con fe. Causa avanza en Roma; familias le rezan ante embarazos difíciles.
María Cecilia Perrín
Cecilia con su hija, la que no decidió abortar.

“Tus caminos son una locura, rompen mi humanidad, pero son los únicos que quiero recorrer”.Esa frase, grabada en piedra sobre su tumba en la Mariápolis Lía, resume la vida de María Cecilia Perrín de Buide, la joven argentina que desafió al dolor, al miedo y hasta a la muerte para decir sí a la vida. Hoy, a 40 años de su partida, su causa de beatificación avanza en el Vaticano, y cientos de familias en todo el mundo le rezan cuando un embarazo se complica.


Cecilia no fue una mártir en una cruz de hierro, sino una mártir del amor. Tenía solo 28 años cuando entregó su vida por su hija, negándose a abortar y rechazando un tratamiento que habría puesto fin a la gestación.


Su historia comenzó en Punta Alta, una ciudad tranquila del sur bonaerense, donde nació en 1957 en una familia profundamente católica. Alegre, elegante y con una sonrisa que irradiaba luz, todos la recuerdan como una chica “normal”, con un solo sueño extraordinario: amar a Dios sin condiciones.







EL DÍA EN QUE DIJO “NO”

En 1983, recién casada con Luis Buide, Cecilia vivía los días felices del amor joven. A fines de ese año, llegó la noticia que toda pareja espera: estaba embarazada. Pero el milagro de la vida trajo también la prueba más dura. Una pequeña llaga en su lengua se convirtió en diagnóstico: cáncer maligno. Los médicos fueron claros: debía interrumpir el embarazo para comenzar la quimioterapia. Cecilia los miró a los ojos y dijo simplemente: “Mi hija no morirá por mí. Si uno de los dos debe irse, seré yo”.


Aquella decisión, tan humana y sobrehumana, marcó para siempre su destino. Mientras el tumor avanzaba, su fe también crecía. En sus cartas, hoy conservadas por el Movimiento de los Focolares, escribió: “Jesús me pide todo, y se lo doy. Creo en su amor más allá de todo. Me entrego a Él”.

Casa Betania
EL MILAGRO DE JULIO

Contra todo pronóstico, el 17 de julio de 1984 nació María Agustina, una niña sana. Cecilia, debilitada pero radiante, la sostuvo entre sus brazos y susurró: “Valió la pena. Dios sabe lo que hace”. Esa noche escribió: “Hoy pude decirle a Jesús que sí. Con todo mi ser. Que creo en su amor más allá de todo”.


Mientras los médicos intentaban detener el avance del cáncer, Cecilia transformaba el hospital en un santuario. Las enfermeras, impactadas por su paz, se acercaban a su habitación solo para verla sonreír. Una de ellas recordaría: “Era como si la enfermedad no pudiera tocar su alma”.

María Cecilia Perrín
Cecilia, la mujer que le dijo sí a Dios.
CARTAS DESDE EL DOLOR

Desde su cama, escribió a sus alumnos de catequesis: “Cuando el dolor es demasiado, miro el crucifijo y le digo: ‘No puedo ofrecerte esto, pero hacé de cuenta que sí.’ Y da resultado… llega la paz”.


A su marido le dejó palabras de fuego: “Me duele que me veas así, pero ahora entiendo que el amor es más fuerte que las máscaras. Quiero ser para vos lo que Dios quiera, y nada más”.


Y a sus amigos del movimiento les escribió casi proféticamente: “Parece una locura, pero el cáncer me da vida. Me ha hecho ver lo espléndido que es vivir como Dios lo va mostrando. Él se sirve de caminos raros para llegar a uno”.

Pedro Kriskovich
UNA MUJER QUE CAMBIÓ VIDAS

El 1° de marzo de 1985, Cecilia murió en paz, a los 28 años. Pero su historia no terminó ahí. En su lápida, bajo la sombra de los árboles de Mariápolis Lía —una comunidad que ella eligió para “que la gente encuentre vida y no muerte”—, cientos de madres embarazadas rezan cada año. Piden fuerza, protección y milagros. Algunas aseguran haberlos recibido.


Una de ellas escribió en la página oficial de su causa: “Cuando los médicos me dijeron que mi bebé no viviría, recé a Cecilia. Hoy tengo a mi hijo en brazos. Es mi milagro y el de ella”.


María Cecilia Perrín
Lápida de Cecilia en Mariápolis.
UN CAMINO HACIA LOS ALTARES

En 2005, el Vaticano abrió oficialmente el proceso de beatificación de María Cecilia Perrín de Buide. Fue declarada Sierva de Dios, y su caso —una joven, esposa y madre que ofreció su vida por la de su hija— conmueve a familias de todos los continentes. El postulador, Carlo Fusco, lo definió así: “Cecilia es un ejemplo de santidad contemporánea. Su testimonio no fue la renuncia, sino el amor absoluto”.


Hoy su historia se estudia en escuelas, universidades y grupos provida de América Latina, y su tumba se convirtió en un lugar de peregrinación silenciosa, donde el eco de su frase resuena: “Tus caminos son una locura… pero son los únicos que quiero recorrer”.

Santería
UNA LOCURA QUE ILUMINA

Cuarenta años después de su muerte, su hija María Agustina vive en Bahía Blanca, y continúa difundiendo su testimonio. En cada carta, en cada oración, Cecilia dejó el mapa de un camino que parece absurdo para el mundo, pero lógico para el cielo: amar sin medida, incluso cuando duele.


Su vida, dicen quienes la conocieron, fue una predicación sin micrófono. Un rosario de gestos, un evangelio hecho carne. Hoy, muchas mujeres al borde del miedo encuentran en ella una aliada invisible, una madre que no abandonó su cruz, que nunca dejó de amar.


Porque Cecilia no murió: se multiplicó. Y su voz sigue repitiendo, desde el silencio y la eternidad: “Vale la pena dar la vida por amor. Siempre”.



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