La Ciudad Donde Todos Van a Misa (Y Nadie Sabe Por Qué)
- Canal Vida
- hace 13 horas
- 4 Min. de lectura
En Borongan, provincia de Filipinas, el 99 % de la población sigue asistiendo a misa regularmente. Una ciudad fuera del tiempo donde la religión moldea la vida cotidiana, la arquitectura y una comunidad cosmopolita unida por su fe vibrante.

A orillas de la provincia de Eastern Samar, en Filipinas, se encuentra Borongan, una ciudad de menos de 100.000 habitantes —cabecera de la diócesis del mismo nombre— donde el 99 % de la población es católica y asiste regularmente a misa.
En un mundo cada vez más secular, este fenómeno resulta tan extraordinario como inquietante. ¿Qué impulsa a generaciones enteras a preservar una práctica milenaria que parece contradecir las tendencias globales? Borongan se revela como un laboratorio vivo donde la historia, la fe y la comunidad se entrelazan para dar respuesta a una pregunta esencial: ¿existe aún un lugar donde la fe desafía el tiempo y la modernidad?
UNA DEVOCIÓN INESPERADA
Según datos oficiales de la diócesis de Borongan, en 2023 había 477. 168 habitantes y 472 168 bautizados —una tasa del 99 % de católicos activos.
Con 34 parroquias distribuidas en la provincia y una asistencia promedio a misa que roza cifras inusuales en el siglo XXI, esta jurisdicción eclesial está destinada a convertirse en un paradigma.

HISTORIA Y ARQUITECTURA QUE HABLAN DE FE
La catedral de la Natividad de Nuestra Señora, fundada en 1710 y reconstruida tras incendios y terremotos, se alza hoy como símbolo de raíces profundas. Su estilo barroco, con influencias jesuíticas y franciscanas, no solo embellece el skyline local: marca el corazón espiritual de la ciudad. Cada domingo, aunque llueva, miles se reúnen en su interior histórico, testimonio viviente de una fe que trasciende siglos.

COMUNIDADES Y TRANSMISIÓN DE LA FE
En Borongan, la escuela y la iglesia conviven. Diocesanas, universitarias, colegios religiosos —como el seminario de Jesús Nazareno o el Saint Mary’s College— mantienen la cultura católica como parte del currículo, preservando la fe en los jóvenes. Incluso emigrantes que regresan traen con ellos no solo remesas, sino costumbres religiosas renovadas, cerrando el círculo intergeneracional.
Algunos atribuyen esta fidelidad a las vulnerabilidades históricas: tifones, pobreza, aislamiento. Aquí, la fe no es evasión, sino refugio. Sin posturas radicales, la constante participación a misa parece formar parte de la identidad colectiva.
El miedo al rechazo social también juega un rol: decir "no voy" podría significar señalarse en una sociedad que valora la deuda espiritual. Pero, para muchos, se trata de amor y confianza.

VOCACIÓN, CARIDAD Y LIDERAZGO ECLESIAL
La presencia de vocaciones religiosas en Borongan es notable: seminaristas que eligen la vida consagrada, religiosas que se dedican al servicio, diáconos permanentes. No es gratuito: en una población cohesionada, surgir de la iglesia es una iniciativa legítima.
De los 472 000 bautizados, muchos participan activamente en movimientos laicales, misiones, catequesis o grupos de música sacra, manteniendo viva la llama espiritual.

¿UNA EXCEPCIÓN O UN ESPEJO?
Esta ciudad filipina despierta interés no solo por su excepcionalidad sino por su mensaje. En un mundo marcado por el individualismo, la solidez de su práctica religiosa colectiva resulta casi subversiva.
Aquí, misa no es solo rito: es vínculo social, soporte emocional y motor comunitario. La Eucaristía dominical funciona como servicio social sin subsidios: acompañamiento, voz, presencia.
Las palabras del Papa sobre el deporte como escuela de fraternidad sienten eco incluso en esta comunidad, donde misa bondadosa, generosa, abarca cuerpo y alma .

PUEDE BORONGAN ENSEÑARNOS ALGO
Más allá del folclore religioso, Borongan plantea una pregunta relevante: ¿podemos, en el siglo XXI, construir comunidades centradas en valores compartidos?
Su supervivencia es, para algunos teólogos, prueba de que es posible. Su historia revela resistencias, adaptaciones y renovaciones. Aquí, misa no es acto de tradición vacía, ni rutina telegráfica; es encuentro humano. En los bancos de las iglesias se rezan intenciones, se comparten penas, se forjan lazos sociales.

LA MISA NO ES OBLIGACIÓN… SINO RESPUESTA A UN VACÍO QUE EL MUNDO NO LOGRA LLENAR
Borongan es, al mismo tiempo, excepción y espejo. Su éxito no se explica por la presión social o la obediencia religiosa: su eficacia radica en el sentido profundo que revisten sus ritos.
El clima está cargado de conexión espiritual; los templos se llenan porque ofrecen algo que el individuo moderno busca: pertenencia, trascendencia, comunidad.
Al final, esta localidad y sector eclesiástico no solo desafía la secularización: nos interpela y propone un camino posible para rehacer vínculos humanos auténticos. El futuro no está escrito, pero aquí sabemos que hay quien sigue yendo a misa, domingo tras domingo, y exige con ese acto que todavía la fe puede mover montañas.
Comments