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Getsemaní Sigue Hablando: La Cosecha Oculta del Monte de los Olivos, Donde Jesús Sudó Sangre

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • hace 19 minutos
  • 2 Min. de lectura
En el mismo lugar donde Jesús sudó sangre, hoy los monjes vuelven a recoger aceitunas como oración silenciosa. En medio de guerras, sequías y misiles, Getsemaní sigue hablando. Y lo que ocurre allí cada octubre es más poderoso de lo que imaginas.
Monte de los Olivos
En el monte donde Jesús sudó sangre, religiosos, en silencio contemplativo, recogen los frutos de los olivos que estuvieron junto al Hijo de Dios.

En el Monte de los Olivos —donde Jesús cayó de rodillas, donde su alma “se llenó de angustia hasta la muerte”— hoy siguen sonando los mismos pasos: los de monjes y monjas que, cada octubre, recogen las aceitunas que crecen al borde de la eternidad. Un acto simple. Un gesto cotidiano. Pero en esta colina, nada es común: cada rama es memoria del dolor de Cristo, cada aceituna es un recordatorio de la noche en la que el mundo cambió para siempre.


Durante dos años, la guerra entre Israel y Hamás sacudió este suelo santo. Misiles, explosiones, miedo. Y sin embargo, los olivos siguieron en pie. No por milagro —o quizá sí— sino porque Getsemaní es un lugar donde incluso el fuego tiene límites. Y este año, en plena cosecha, llegó un frágil alto el fuego. De nuevo la misma imagen bíblica: una rama de olivo trayendo esperanza a un territorio herido.

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Para el franciscano padre Diego Dalla Gassa, encargado de la cosecha, recoger las aceitunas no es trabajo: es oración, reparación y sacrificio.“Ser custodio de los lugares sagrados no es protegerlos: es dejar que ellos te protejan”, dice mientras cambia su hábito por una simple remera, pero conserva una cruz de madera de olivo sobre el pecho.


En las terrazas que miran a la Ciudad Vieja, voluntarios católicos, judíos e incluso policías italianos se mezclan, recogiendo las aceitunas a mano.El sonido de la prensa moderna, rugiendo como un corazón antiguo, libera el aroma del aceite verde: se necesitan 10 kilos para un solo litro, igual que se necesitan miles de almas para sostener la paz.


Las hermanas benedictinas lo viven igual: “Cosechar es rezar”, dice sor Marie Benedicte, caminando con un gatito entre los brazos, como si Getsemaní aún necesitara ternura para sanar.


Aquí, donde Cristo aceptó la cruz, una verdad se repite año tras año:La aceituna solo da fruto cuando es prensada… y el alma también.




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