El Santo que Murió por un Solo Amor: Pedro To Rot, el Mártir del Matrimonio
- Canal Vida

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Murió por defender lo que hoy muchos olvidan: la fidelidad. En tiempos de guerra, cuando el amor se compraba y se vendía, Pedro To Rot eligió morir antes que traicionar su matrimonio. Su fe sencilla se volvió una rebelión contra el mundo.

Murió defendiendo la fidelidad cuando el mundo la traicionaba. En una tierra lejana, bajo el calor de la selva y la sombra de la guerra, un hombre sencillo eligió morir antes que traicionar su fe. Su nombre era Pedro To Rot, y su causa no fue política ni económica: fue el matrimonio, ese vínculo que hoy muchos rompen con la misma facilidad con que se rompe un papel.
El 19 de octubre, León XIV lo canonizó junto a otros seis nuevos santos en la plaza de San Pedro. Pero la historia de esta persona tiene algo que ningún otro mártir moderno posee: la valentía de un esposo que murió por creer en un amor que no se disuelve, ni siquiera con la muerte.
UN CATEQUISTA EN TIEMPOS DE GUERRA
Pedro nació en 1912, en Rakunai, Papúa Nueva Guinea, una tierra donde la fe católica era apenas una semilla. Hijo de un jefe tribal convertido al cristianismo, creció en un hogar donde la fe era más fuerte que la tradición. Desde niño se destacó por su serenidad y coraje.
A los 21 años se dedicó a la catequesis y, pocos años después, se casó con Paula Ia Varpit, con quien tuvo tres hijos. Era el ejemplo vivo de un laico santo: rezaba, enseñaba, servía y amaba a su esposa con ternura.
Pero en 1942, la oscuridad cayó sobre su aldea. Japón ocupó su país, y con la guerra llegaron el miedo, la violencia y la persecución. Los misioneros extranjeros fueron encarcelados, y el joven catequista se convirtió, de facto, en pastor de su pueblo.
Pedro no se escondió. Visitaba enfermos, bautizaba niños y llevaba la comunión en secreto, caminando kilómetros bajo la lluvia para conseguir hostias consagradas. Sabía que lo vigilaban. Sabía que podía morir. Pero siguió.

EL HOMBRE QUE SE NEGÓ A TRAICIONAR EL MATRIMONIO
En 1944, los invasores japoneses legalizaron la poligamia para ganarse el favor de los líderes locales. Para muchos, fue solo una orden más. Para To Rot, fue una declaración de guerra contra Dios. Desde el púlpito de su humilde capilla, denunció la medida: “El matrimonio es uno, y lo que Dios une, ningún hombre puede separarlo”.
Lo llamaron obstinado. Lo amenazaron. Lo golpearon. Pero no calló. Siguió predicando que el amor verdadero no se divide. Los jefes locales, irritados por su valentía, lo denunciaron ante los militares. Fue arrestado y encerrado en una celda donde solo entraba el silencio… y la fe.

EL MÁRTIR QUE MURIÓ EN PAZ
La noche del 7 de julio de 1945, dos médicos japoneses entraron en su celda. Uno de ellos le ofreció una inyección “para dormir”. Pedro entendió. Rezó. Minutos después, su cuerpo comenzó a temblar. Intentó respirar, pero una mano cubrió su boca. Murió sin gritar. Murió como vivió: en fidelidad.
Cuando su cuerpo fue devuelto al pueblo, su rostro estaba sereno, como si hubiera dormido después de un largo día de trabajo. Sobre su tumba, los fieles escribieron palabras que hoy retumban en la historia: “To Rot. Mártir de la fe”.
UN TESTAMENTO PARA LOS TIEMPOS MODERNOS
Hoy, en la era del descarte, donde los vínculos se rompen y el compromiso asusta, Pedro To Rot emerge como una luz incómoda y hermosa. Murió defendiendo un sacramento que el mundo olvidó, recordándonos que el amor no es un contrato, sino una promesa sellada con sangre.
Su historia, contada por ancianos de Rakunai, sigue viva. Dicen que en las noches de oración, una brisa cálida recorre su tumba, y que los matrimonios que oran allí sienten una paz que no proviene de este mundo.
León XIV lo llamó “el mártir del amor fiel”, y sus palabras resonaron en la plaza de San Pedro como un eco eterno: “El matrimonio es el primer altar donde se aprende a amar como Cristo amó a la Iglesia”.
Pedro To Rot no empuñó armas ni discursos. Su única defensa fue su fe. Su único escudo, el rosario. Y su muerte, como su vida, sigue predicando sin palabras: “El amor verdadero no traiciona… ni siquiera frente al poder, ni siquiera frente a la muerte”.










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