El Santo que Desafió al Diablo... y Murió Abrazando una Cruz de Hierro
- Canal Vida
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Oscuridad, heroĆsmo y fe: la historia olvidada de San Proto de Roma, el hombre que enfrentó a los demonios del Imperio con el Evangelio en los labios.

Nadie quiso mirar. Nadie se atrevió a sacarlo. San Proto (finales del siglo III) fue arrojado vivo a una tumba, cubierto de tierra mientras aún respiraba, abrazando una cruz de hierro que no soltó ni cuando le quebraron los huesos. Su crimen: negarse a renunciar a Jesucristo.
El Imperio lo llamó insensato. La multitud, fanĆ”tica. Pero Proto no se rindió. En una Ć©poca donde abrazar la fe era elegir la muerte, este mĆ”rtir olvidado eligió el cielo por encima del miedo. Mientras el mundo callaba, su alma gritaba: āĀ”Mi esperanza estĆ” en el SeƱor!ā
Hoy su historia vuelve con fuerza, como una advertencia, como un llamado. En un mundo que entierra la fe entre lujos y distracciones, Proto nos sacude desde su fosa: ¿A qué estamos dispuestos por lo que creemos?
LIBERĆ DESDE LA ESCLAVITUD
Proto era un sirviente en una domus romana, un esclavo de confianza. Pero tambiƩn era un cristiano ferviente. Junto con su compaƱero Jacinto, trabajaba en la casa de Eugenia, hija de un alto funcionario del Imperio.
Ella se convertirĆa al cristianismo por influencia de sus siervos, y la historia darĆa un giro inesperado: los esclavos pasarĆan a ser los maestros espirituales de su seƱora.
La conversión de Eugenia se hizo pública. Y con ella, el secreto de Proto y Jacinto también salió a la luz. El castigo fue inmediato. Fueron arrestados, azotados y amenazados con la muerte si no adoraban a los dioses del panteón romano.

"NO RENEGARĆ DEL CRUCIFIJO"
En el tribunal, Proto no tembló. TenĆa el cuerpo lacerado por los castigos y la mirada fija en el cielo. Cuando le ofrecieron salvar su vida a cambio de un simple gesto de incienso para los ādiosesā, su respuesta fue clara y eterna:
"Yo no adoro estatuas. Yo sigo al Dios que murió en la cruz y resucitó por todos nosotros."
Furiosos, los magistrados ordenaron torturas aún mÔs crueles. Jacinto murió primero. Proto lo vio todo. Pero ni el dolor ni el miedo le hicieron dudar.

ENTERRADO VIVO... CON SU CRUZ
La sentencia final fue tan cruel como absurda: ser enterrado vivo. Lo llevaron al campo, lo arrojaron en una fosa y, en un gesto de brutalidad simbólica, le lanzaron una cruz de hierro para que lo aplastara. El verdugo se burló:
"AbƔrzala si tanto la amas."
Y Proto lo hizo. Murió abrazando esa cruz. Las crónicas dicen que sus últimas palabras fueron un salmo: "Tú, Señor, eres mi esperanza" (Sal 71,5).

EL SILENCIO DE LOS JUSTOS
Por siglos, su tumba fue visitada en secreto por cristianos que lo consideraban intercesor en momentos de tentación o persecución. La Iglesia reconoció su martirio y lo incluyó en el calendario litúrgico. Sin embargo, el paso del tiempo y la falta de reliquias visibles lo fueron borrando de la memoria popular.
Pero el mensaje de Proto es incómodo incluso hoy. No tuvo visiones celestiales. No hizo milagros espectaculares. Solo se negó a renunciar a Cristo. Su santidad estÔ en su firmeza silenciosa, en su fidelidad absoluta.

EL SANTO QUE DESAFĆO AL DIABLO
Proto no se enfrentó a bestias ni a tormentas. Pero su batalla fue mĆ”s feroz: la lucha contra el miedo, la seducción del poder, la traición de la comodidad. En ese sentido, enfrentó al mismĆsimo Diablo, disfrazado de incienso, de falsa paz y de promesas de libertad condicionada.
Lo hizo con una cruz entre sus brazos, hundiĆ©ndose en la tierra, mientras los gritos de burla lo rodeaban y los cielos se abrĆan.

CUANDO EL MUNDO CALLA, DIOS HABLA
En una época donde la fe se adapta, se disfraza o se esconde por miedo a ofender, Proto es un faro. No tuvo redes, no dio conferencias, no escribió libros. Fue enterrado vivo con una cruz de hierro. Y eso fue suficiente.
Porque la santidad no siempre grita: a veces se entierra. Se funde con la tierra. Y desde allĆ, florece.
REDESCUBRIR LA FE
Hoy, el 14 de junio, la Iglesia lo recuerda en silencio. Pocas homilĆas lo nombran. Apenas se asoma en los devocionarios. Pero Canal VidaĀ elige levantar su voz para que el mundo sepa que aĆŗn hay quienes prefieren morir antes que traicionar su fe.
Proto nos habla desde su fosa, desde su cruz de hierro. Y nos pregunta:
¿A quién adorarÔs cuando llegue tu hora?
No hay respuesta sencilla. Pero hay ejemplos luminosos. Y Proto, el esclavo de Roma, el mƔrtir de la cruz de hierro, es uno de ellos.