El Papa que Vio Morir a Sus Hermanos y Fue Salvado por María
- Canal Vida
- 13 may
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Le dispararon varias veces. Cayó en los brazos del mundo… y sobrevivió por un milagro. El atentado contra san Juan Pablo II fue más que un crimen: fue una profecía cumplida. Una bala que no tocó su corazón, una fecha marcada por el cielo, y un Papa que nunca dudó de quién lo salvó: la Virgen de Fátima.

El 13 de mayo de 1981, el mundo se detuvo. En plena plaza San Pedro, ante miles de fieles y las cámaras del planeta, san Juan Pablo II cayó desplomado por los disparos de un asesino.
Fue un atentado brutal. Pero algo insólito sucedió: la bala no tocó su corazón. Sobrevivió. Y el Papa no dudó: fue la Virgen de Fátima quien lo salvó.
Este es el relato de un milagro, de una profecía cumplida, y de un lazo místico entre un pontífice marcado por la tragedia y una Señora vestida de luz.

UNA HISTORIA MARCADA POR LA MUERTE
Karol Wojtyla (1920-2005) conoció la tragedia desde joven. Su madre murió cuando él tenía apenas 9 años. Su hermano mayor, médico, falleció poco después. Su padre, su último sostén, murió en 1941. Solo, en una Polonia devastada por la guerra y la ocupación nazi, Karol decidió entregarse a Dios.
Vio morir a sus hermanos de sangre y a sus hermanos de fe. Vio el horror del nazismo y la persecución comunista. Fue seminarista en la clandestinidad, y obispo bajo vigilancia. Cada paso de su vida estuvo marcado por el dolor y la entrega. Pero también por una devoción profunda: la Virgen María.

TOTUS TUUS: TODO TUYO, MARÍA
Juan Pablo II eligió como lema de su pontificado una frase breve pero contundente: Totus Tuus. Todo tuyo. Un acto de consagración total al Inmaculado Corazón de María. “Desde mi juventud –dijo– aprendí a amar a María como Madre y como refugio. A ella le debo todo”.
Su espiritualidad mariana no era una devoción más: era una entrega total. Por eso, cuando el horror lo alcanzó en 1981, no dudó en ver la mano de María en medio del caos.

EL ATENTADO QUE LA VIRGEN EVITÓ
Eran las 17:17 del 13 de mayo de 1981. El Papa saludaba desde su vehículo descubierto a la multitud reunida en la plaza San Pedro. De repente, tres disparos rompieron el aire. Un hombre llamado Mehmet Ali Agca, entrenado y frío, había disparado con intención de matar.

La bala perforó el abdomen del Papa, rozó arterias, destruyó parte de su intestino, pero milagrosamente no tocó ni su corazón ni su columna. Los informes médicos fueron claros: por la trayectoria, debería haber muerto.
Fue operado durante más de cinco horas. Perdieron la cuenta de cuántas transfusiones necesitó. Mientras el mundo rezaba, el Papa peleaba por su vida.
EL DÍA DE FÁTIMA
No era cualquier fecha. Era 13 de mayo, aniversario de la primera aparición de la Virgen María en Fátima, Portugal, en 1917. Ese día, la Virgen se apareció a tres niños humildes, les habló de guerras, del infierno y de un "obispo vestido de blanco" que caía bajo disparos.
Juan Pablo II unió los puntos: “Una mano disparó el arma, pero otra mano guió la bala”. Esa mano era la de María.
EL PAPA Y EL SECRETO DE FÁTIMA
El llamado "Tercer Secreto de Fátima" fue revelado por el Vaticano en el año 2000. Describía una visión en la que un "obispo vestido de blanco" caía bajo disparos, entre ruinas y muertos. Juan Pablo II estaba convencido de que esa visión hablaba de él.

Visitó Fátima en 1982, un año después del atentado. Llevó consigo la bala extraída de su cuerpo y la entregó al santuario. Allí fue incrustada en la corona de la imagen de la Virgen.
“Ella me salvó”, diría con firmeza. “Ella quería que sobreviviera”.
EL MILAGRO DE LA BALA DESVIADA
La bala, según los informes balísticos, debió haber causado la muerte inmediata. Su trayectoria fue inexplicable. La medicina no tuvo respuestas. El mismo equipo médico lo reconoció: hubo algo más.
“Fue como si algo invisible hubiese desviado el proyectil”, confesó uno de los cirujanos.
El Papa atribuyó ese "algo" a María. Y su agradecimiento fue eterno. No solo sobrevivió: regresó fortalecido, más decidido, y con una misión clara.

LA CONSAGRACIÓN DEL MUNDO Y RUSIA
En varias ocasiones, Juan Pablo II consagró el mundo al Inmaculado Corazón de María. Pero en 1984, desde Roma, hizo una consagración especial, uniéndose a todos los obispos del mundo. Muchos vieron ese gesto como el cumplimiento del pedido de la Virgen en Fátima.
A partir de ese momento, el bloque soviético comenzó a resquebrajarse. En 1989 cayó el Muro de Berlín. En 1991 se disolvió la Unión Soviética. El comunismo se derrumbó sin una guerra. Fue el triunfo silencioso de una batalla espiritual.
EL PERDÓN AL ASESINO
En un gesto inaudito, Juan Pablo II visitó en la cárcel a su agresor. Le habló, lo escuchó, y lo perdonó. Fue una escena histórica. Dos hombres, frente a frente, unidos por una bala y separados por un abismo espiritual.

El Papa no buscaba venganza. Buscaba conversión. Porque María no solo lo había salvado a él, sino que lo había enviado de nuevo con una misión: ser testigo de la misericordia.

UN TESTIMONIO QUE SIGUE CONMOVIENDO
Hasta el final de su vida, Juan Pablo II habló de Fátima. En 2000 beatificó a Jacinta y Francisco. En 2005, murió un 2 de abril, primer sábado del mes, día mariano por excelencia.
Muchos vieron en su vida un cumplimiento de las profecías de Fátima. Fue el "obispo vestido de blanco" que no murió. El que volvió a levantar la cruz, con más fuerza.

EL MENSAJE DE FÁTIMA, MÁS VIVO QUE NUNCA
En tiempos de confusión, guerras, persecución religiosa y ataques a la fe, el mensaje de Fátima resuena con más fuerza. La Virgen pidió oración, penitencia, consagración. Y prometió: “Mi Inmaculado Corazón triunfará”.
Juan Pablo II lo creyó hasta el final. Y se convirtió en su máximo testigo. No por teología, sino por experiencia.
Porque vio morir a sus hermanos. Cayó bajo las balas. Y volvió a levantarse. Todo gracias a una Mujer vestida de sol, que desde 1917 sigue hablando al mundo.
“Totus Tuus, María”. Todo tuyo. Todo de ella. Todo por ella. Así vivió. Así murió. Así resucitó su legado.
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