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La Tumba que No Deja de Hablar: El Papa que Siguió Consolando Después de la Muerte

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • hace 4 minutos
  • 2 Min. de lectura
Su pueblo no lo olvida. Una multitud paso por la tumba de Francisco para honrarlo a seis meses de su paso a la vida eterna.
Fracisco
Miles de personas se acercaron ayer a la basílica de Santa María la Mayor para honrar al Papa Francisco a seis meses de su partida a la Casa del Padre.

Roma no olía a incienso, sino a lluvia. Y, sin embargo, aquel 21 de octubre, entre paraguas y lágrimas, miles de peregrinos hicieron fila frente a la tumba blanca donde solo se lee una palabra: “Franciscus”. Seis meses después de su muerte, el Papa argentino sigue siendo —como en vida— el pastor que no abandona a su rebaño.


En la Basílica de Santa María la Mayor, el silencio se convierte en oración. Cada rosa depositada junto a su cruz pectoral parece un diálogo entre cielo y tierra. “Era alegría pura, vivía el Evangelio sin artificios”, dijo el cardenal Rolandas Makrickas, arcipreste del templo, mientras observaba la interminable fila de fieles que llegan desde los cinco continentes. “Durante el Jubileo de la Juventud llegaron 100 mil personas en cuatro días. Su sencillez los sigue llamando”, señaló.

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EL PAPA QUE SE DEJABA MIRAR POR MARÍA

Francisco rezó 126 veces ante la imagen de la Salus Populi Romani. “No vengo a mirar a la Virgen —decía—, vengo a dejarme mirar por Ella”. Su relación con la Madre de Dios era íntima, filial. Por eso muchos, al llegar a su tumba, repiten la misma plegaria que él murmuraba: “María, mírame”.


EL PONTÍFICE DE LOS ÚLTIMOS

Desde Milán hasta México, ancianos, jóvenes y religiosos se acercan al mármol que guarda su cuerpo. Dicen que al recordarlo, el alma se aquieta. “Fue un ángel entre los pobres”, confiesa Estela, una peregrina mexicana. “Nos enseñó que todos somos iguales ante los ojos de Dios”, destacó.


Hoy, el sol vuelve a colarse por los ventanales de la basílica. Y, mientras la fila continúa, muchos aseguran que algo del Papa Francisco —su ternura, su fe sin maquillaje— aún camina entre ellos.



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