El Papa que Se Arrodilló ante San Francisco… y Lanzó un Mensaje que Sacudió a la Iglesia
- Canal Vida
- hace 10 horas
- 4 Min. de lectura
En Asís, bajo lluvia torrencial y frente a la tumba del Santo más amado del mundo, León XIV encendió una revolución espiritual que incomodó a más de uno. Su discurso fue un terremoto silencioso que pide abandonar el poder, abrazar la pobreza… y cambiarlo todo.

La mañana del 20 de noviembre quedará grabada en la historia de la Iglesia. Antes de hablar, antes de saludar, antes de cualquier gesto protocolo, León XIV se arrodilló ante la tumba de san Francisco de Asís, en la cripta iluminada apenas por la lámpara votiva. Afuera, la lluvia caía como un presagio, y los fieles que lo esperaban bajo los paraguas repetían un canto que se volvería un símbolo del día: “¡Viva el Papa!”.
No necesitó cámaras ni discursos para estremecer el ambiente. Bastó que dijera, casi en un murmullo que salió por los altavoces: “Estamos cerca de los 800 años de la muerte de san Francisco. El mundo busca señales de esperanza… y aquí comienzan”.
Fue la primera frase pública de su visita. Y fue un golpe directo al corazón.
LA ENTRADA TRIUNFAL QUE SE VOLVIÓ UNA DENUNCIA
Había llegado en helicóptero, aterrizando en Bastia Umbra. Desde allí viajó en coche hasta la ciudad del Poverello, donde antes pisaron veinte pontífices a lo largo de los siglos. Pero León XIV no venía a repetir historia. Venía a reescribirla.
En su breve oración, según relataron los frailes presentes, pidió “una Iglesia capaz de escuchar, una Iglesia sin miedo, una Iglesia capaz de caminar sin poder y sin privilegios”. Y esa idea sería el núcleo de todo lo que diría horas más tarde ante los obispos.

EL MENSAJE QUE HIZO REFLEXIONAR A LOS PRELADOS
En la basílica de Santa María de los Ángeles, donde concluyó la 81ª Asamblea General de la Conferencia Episcopal Italiana, el Santo Padre dejó de lado la diplomacia y habló como un profeta incómodo. Su voz no fue un susurro devocional: fue una advertencia. “Tenemos que mirar el rostro de Cristo… antes de mirar cualquier otra cosa. Si Él no está en el centro, nosotros estamos perdidos”, aseguró.
Pero no se quedó ahí. Denunció los males de esta época con una claridad brutal:
la violencia que se esparce como veneno,
la soledad que devora esperanzas,
la tecnología que promete libertad pero encadena,
la cultura del descarte que arrasa a los frágiles.
“Vivimos un tiempo roto”, afirmó, al tiempo que señaló: “y no podemos ofrecer un Evangelio fragmentado”.

UN LLAMADO PELIGROSO: EL PAPA QUIERE UNA IGLESIA QUE RENUNCIE AL PODER
Uno de los momentos más fuertes fue cuando pidió a los obispos: “Aprendan a soltar. La Iglesia no puede ser un lugar para quedarse atornillado”.
En ese instante, la tensión en el aire era evidente. Un llamado directo a respetar la renuncia a los 75 años, a dejar espacios, a evitar eternizarse en los cargos. Un mensaje que no todos querían escuchar.
Incluso subrayó algo que ya es tema de debate: “No volvamos atrás en la unión de diócesis; trabajen juntos, rompan fronteras, sueñen más grande que sus territorios”.
Era un desafío frontal al modelo tradicional. Una revolución silenciosa.
SINODALIDAD REAL: ESCUCHAR AL PUEBLO, NO SOLO A DESPACHOS
El Obispo de Roma exigió participación, apertura, dejar entrar voces nuevas. Pidió consultar más laicos para nombrar obispos y escuchar a las comunidades reales, no solo a los “funcionarios eclesiales”.
Y remarcó, casi como un latigazo: “No podemos ser una Iglesia encerrada. Debemos caminar con todos… incluso con los que no creen que merecen caminar con nosotros”.

UN ALERTA ROJO SOBRE EL UNIVERSO DIGITAL
Uno de los puntos más duros del discurso —y más actuales— fue la advertencia sobre el mundo digital: “La verdad no puede perderse detrás de millones de conexiones. Eduquen a habitar el digital… no solo a usarlo”.
Es el Pontífice más claro: un Papa que entiende que la fe hoy se juega tanto en una pantalla como en un altar.
FRANCISCO COMO FARO
Toda la jornada estuvo marcada por la figura del santo de Asís. León XIV lo dejó claro:
“San Francisco vivió antes que nadie el estilo sinodal: caminar juntos, decidir juntos, confiar juntos”.
Y pidió a la Iglesia italiana un renacimiento espiritual inspirado en la pobreza, la fraternidad y la valentía radical del santo.

UN CIERRE QUE ENCENDIÓ ASÍS
La visita terminó como empezó: en silencio, con el Papa inclinando la cabeza ante la tumba del Santo. Pero su mensaje quedó retumbando como un trueno: “El mundo está herido. Ustedes, hermanos, sean medicina”.
Asís quedó envuelta en lluvia… pero también en una certeza: León XIV no vino a repetir frases. Vino a encender un incendio espiritual.





