El Papa que Besó las Manos de la Eternidad
- Canal Vida
- 21 jul
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León XIV sorprendió al mundo al abrazar la fragilidad que guarda la sabiduría del alma. Hoy, en un gesto silencioso que gritó más fuerte que mil discursos, visitó la residencia de ancianos “Santa Marta” en Castel Gandolfo.

La mañana del 21 de julio no fue una más en la apacible residencia “Santa Marta”. A las 10.30, cuando el aire aún olía a oración y jazmines, una figura blanca y serena cruzó el umbral: era León XIV, el del silencio, el de los gestos que conmueven hasta al más incrédulo. El anciano de mirada tierna que no necesita cámaras para dejar una huella.
“Dios no se fija en los calendarios, sino en el corazón. Ustedes siguen dando vida. Siguen sosteniendo al mundo con su oración callada.” (León XIV)
Allí lo esperaban 20 mujeres. Veinte vidas atravesadas por el tiempo, el dolor, la esperanza, la fe. Algunas en sillas de ruedas, otras con los ojos nublados, pero todas con el alma encendida. Cuando el Papa entró, una de ellas rompió en llanto: “Nunca pensé que viviría para ver esto”.

REFLEXIÓN Y REZO
Primero, oró en la capilla, junto a la superiora. El silencio fue tan denso que se sentía la presencia de Dios colándose entre los vitrales. Después, se sentó entre las residentes. Les tomó las manos, escuchó sus historias, acarició sus frentes. Y entonces improvisó una homilía con olor a hogar.
“En cada uno de nosotros hay algo de Marta y algo de María”, dijo, con voz suave y mirada profunda. “Pero en este tiempo de la vida, cuando el cuerpo se vuelve más lento y el alma más rápida, es momento de ser como María: escuchar, contemplar, orar”, indicó.

ORACIÓN QUE SOSTIENE
Una enfermera joven, conmovida hasta las lágrimas, introdujo una oración común. Y allí, entre cantos viejos que renacieron en labios temblorosos, el Obispo de Roma bendijo a las mujeres que aún rezan por el mundo en secreto, en cuartos silenciosos donde el cielo se asoma sin hacer ruido.
“No importa la edad”, insistió el Santo Padre. “Dios no se fija en los calendarios, sino en el corazón. Ustedes siguen dando vida. Siguen sosteniendo al mundo con su oración callada”, aseguró el Pontífice.

Antes de irse, rezaron el Padre Nuestro. Una mujer de 101 años lo dijo de memoria, sin fallar una sola palabra. El Papa la miró, sonrió, y susurró: “Gracias por sostenernos a todos con su fe”.
A las 11:30, León XIV volvió a su residencia en Villa Barberini. Pero lo que dejó atrás no fue una visita pastoral: fue una visita al umbral mismo del cielo, donde la vejez se convierte en eternidad, y el amor no tiene arrugas.
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