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“El Pan que No se Agota”: León XIV Clama por un Mundo que Comparta, No Que Descarte

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • 22 jun
  • 3 Min. de lectura
En Corpus Christi, León XIV no solo habló de la Eucaristía. Denunció a los poderosos, sacudió conciencias y gritó que “el milagro es compartir”. Lo que dijo dejó a Roma sin aliento. No es una homilía más. Es una advertencia.
León XIV
Alza el Evangelio como espada de luz. León XIV no predica con palabras… sino con gestos que gritan eternidad. (Fotografía: Vatican News)

 Bajo un sol radiante que parecía bendecir el cielo de la Ciudad Eterna, León XIV volvió a estremecer las piedras centenarias de la archibasílica de San Juan de Letrán. Esta vez no con gestos disruptivos, sino con palabras que cortaron como fuego entre los muros: “Cristo es la respuesta de Dios al hambre del hombre”.


«Hemos sido hechos para nutrirnos de Dios» (León XIV)

En una homilía profundamente eucarística y desafiante, el Santo Padre no se limitó a repetir fórmulas. Golpeó el corazón de una Iglesia cómoda. Habló de hambre, miseria y muerte. Pero también de pan, de milagros, de esperanza. Todo esto, en la fiesta que honra el misterio más inexplicable del catolicismo: el Cuerpo de Cristo presente, real, sustancial.







EL MILAGRO QUE NO FUE MAGIA

“La multiplicación no fue un truco”, sentenció León XIV, y agregó: “fue un acto de comunión con el Padre y los hermanos”. Así, desarmó toda lectura simplista del Evangelio. Donde muchos ven prodigio, él vio pedagogía.

León XIV
Con voz firme y emocionada, León XIV proclamó su homilía ante una multitud reunida en la plaza de San Juan de Letrán. Su mensaje, centrado en la compasión, el pan compartido y la esperanza, marca su línea centrado en los más humildes. (Fotografía: Vatican News)

El Papa explicó que el milagro ocurre cuando se comparte, no cuando se acapara: “La lógica de Dios es dar, no guardar. Partir, no conservar. Perder, para ganar”.


«En vez de compartir, la opulencia desperdicia los frutos de la tierra y del trabajo del hombre» (León XIV)

Y en el Año Jubilar, ese mensaje retumba con fuerza. Porque —según el Pontífice— “hay pueblos enteros humillados por la codicia ajena más que por el hambre misma”. No fue una frase suelta. Fue un puñetazo teológico, moral y social.

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COMER PARA NO MORIR, COMULGAR PARA VIVIR

El Obispo de Roma se adentró después en el misterio del Pan Eucarístico. A lo san Agustín, lo definió como el único alimento que no se agota. “Nuestra hambre no es solo biológica. Es espiritual. Y sólo la Eucaristía la sacia”, predicó con voz pausada, mientras la multitud, alrededor de 20 mil almas, se mantenía en un silencio reverente.


«Con Jesús contamos con todo lo necesario para dar fuerza y sentido a nuestra vida» (León XIV)

Lo más potente no fue su tono. Fue su denuncia: “En vez de compartir, la opulencia desperdicia los frutos de la tierra y del trabajo del hombre”. No habló en abstracto. Señaló un sistema. Un modo de vivir. Y, con ello, exigió un examen de conciencia colectivo.


León XIV
En silencio profundo, León XIV elevó su oración durante la solemne celebración del Corpus Christi. Su gesto reflejó el peso espiritual de la misión que asumió y la comunión interior con el Pueblo de Dios. (Fotografía: Vatican News)
LA PROCESIÓN QUE DESAFÍA ROMA

Con la caída de la tarde, comenzó la procesión. No fue sólo liturgia. Fue testimonio en movimiento. León XIV cargó el Santísimo Sacramento y caminó por la Via Merulana hacia Santa María la Mayor.


«Con Jesús contamos con todo lo necesario para dar fuerza y sentido a nuestra vida» (León XIV)

En cada paso, su mensaje parecía reencarnarse: “Llevemos a Jesús al corazón de todos”. No lo dijo como consigna, sino como misión. Y con el rostro cansado pero firme, dio la bendición final a una ciudad herida y a una Iglesia en transformación. (Leé la nota "La procesión que hizo temblar a Roma")

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LA REVOLUCIÓN DE COMPARTIR

“Dichosos los invitados… que se convierten en testigos de este amor”. Con esa frase cerró la homilía. Pero no fue un cierre, fue una apertura. Porque este Papa no habla para archivar, sino para provocar. La Eucaristía —recordó— no es un rito que se guarda. Es una revolución que se parte y se reparte.


Hoy, en San Juan de Letrán, el pan no se terminó. Se multiplicó en palabras, en gestos, en lágrimas. Y en una Iglesia que se atreve, una vez más, a caminar detrás del Pan vivo, aunque el mundo ya no crea en milagros.



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