La Procesión que Hizo Temblar a Roma
- Canal Vida
- 22 jun
- 3 Min. de lectura
León XIV caminó 1.7 km con el Santísimo en alto hasta la basílica Santa María la Mayor. Luego rezó ante la tumba de su amigo, Francisco.

Bajo un cielo naranja que comenzaba a despedirse del día, Roma entera pareció detener su pulso. No era un domingo cualquiera. Era Corpus Christi. Y por primera vez en décadas, un Papa llevaba la custodia en sus propios brazos —sin ayuda, sin trono, sin caravana— desde la basílica de San Juan de Letrán hasta Santa María la Mayor.

UNA IMAGEN QUE QUEDARÁ EN LA HISTORIA
La procesión comenzó a las 18.25 (hora de Roma), cuando León XIV emergió con paso firme, bajo palio, portando con ambas manos la imponente custodia que contiene el Santísimo Sacramento. Con túnica blanca y mirada encendida, caminó 1.7 kilómetros por la Vía Merulana, el corazón de la Roma eucarística, mientras una multitud lo acompañaba en silencio, adorando a Cristo vivo.
Lo que pocos saben es que una custodia papal puede pesar entre 5 y 8 kilos, dependiendo de los materiales y las piedras preciosas que incluya. Llevarla en alto durante más de 40 minutos exige una fortaleza física tremenda, especialmente para un hombre que superó los 60 años.
“Es como sostener un niño de dos años, en alto, sin moverte… mientras orás por la paz del mundo”, comentó un experto en liturgia consultado por Canal Vida. Las imágenes del Papa sudando, sin soltar un solo instante la custodia, ya recorren el mundo como símbolo de entrega y valentía.

DE LA PIEDAD A LA TUMBA
Pero el momento más sobrecogedor no ocurrió durante el recorrido, sino al final. Cuando llegó a Santa María la Mayor, León XIV subió los escalones, se arrodilló, y rezó en silencio frente a la tumba de su antecesor, el Papa Francisco, fallecido el 21 de abril. No dijo una palabra. No hizo falta.

EL TRONO QUE HOY RECHAZA
En siglos pasados, los Papas recorrían estos tramos en la “sedia gestatoria”, una silla ornamentada que cargaban a hombros doce servidores pontificios. Era símbolo de majestad.
Hoy, León XIV prefiere el polvo del camino, el sudor y la cercanía con el pueblo. “Lo vimos caminar con el Cuerpo de Cristo… y era como ver a Cristo mismo caminar con nosotros”, dijo una mujer entre la multitud.

HERENCIA DE UN PAPA VALIENTE
En su primera gran procesión como pontífice, León XIV dejó en claro que su papado no será de apariencias, sino de gestos potentes. La fe se camina. Se suda. Se ofrece.
En el silencio de sus pasos, millones leyeron un mensaje claro: “Cristo está vivo… y yo lo llevo al mundo”.
Y en la Basílica donde reposa Francisco, el "Papa de los pobres", ahora también comienza a escribirse el legado del Papa que volvió a cargar el peso de Dios sobre sus brazos.
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