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El Padre de los Huérfanos: El Beato que Entregó su Fortuna, su Vida y su Corazón

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • hace 1 día
  • 3 Min. de lectura
Nació noble, murió pobre. Rechazó el episcopado, entregó su fortuna, curó con un pañuelo y educó a cientos de huérfanos. Este 18 de mayo, la Iglesia proclamó beato a Camille Costa de Beauregard, el sacerdote saboyano que demostró que la fe y la entrega al prójimo no necesita títulos… solo amor concreto.
Camille Costa de Beauregard
El retrato del nuevo beato recorrió las calles de Chambéry en una carroza adornada con flores, como símbolo de la ternura con la que dedicó su vida a los huérfanos. El pueblo lo homenajeó como al padre que nunca olvidó a los que no tenían nada.

No fue obispo, no tuvo un palacio, ni buscó jamás la fama. Camille Costa de Beauregard, nacido noble, murió pobre. Y fue precisamente ese gesto silencioso de entrega total lo que llevó a la Iglesia a proclamarlo beato este 18 de mayo, en una ceremonia que conmovió a toda Francia y, en especial, a la región alpina de Saboya.



En la catedral de Saint-François-de-Sales de Chambéry, el nuncio apostólico monseñor Celestino Migliore pronunció en latín la carta apostólica de León XIV, declarando beato a quien fuera conocido durante décadas como "el padre de los huérfanos".





Más de 4.000 fieles presenciaron la celebración, entre ellos 300 descendientes directos del beato, y cientos de jóvenes del orfanato que fundó.

Pedro Kriskovich
DE NOBLE A SERVIDOR

Camille nació el 17 de febrero de 1841 en una familia aristocrática. Su padre era gentilhombre del rey Carlos Alberto. Pero en vez de seguir la carrera diplomática o eclesiástica tradicional, tuvo una conversión radical dentro de la catedral de Chambéry. Abandonó los honores y entró al seminario en Roma. Fue ordenado sacerdote en 1866.



Rechazó el episcopado dos veces. No quería tronos ni anillos. Solo quería abrazar a los que nadie abrazaba. Y en 1867, cuando el cólera golpeó la ciudad, abrió las puertas de su propia casa para recoger a los niños que habían perdido a sus padres. Así nació Le Bocage, el orfanato que aún hoy protege a cientos de jóvenes y es dirigido por los salesianos de Don Bosco.


Camille Costa de Beauregard
Camille Costa de Beauregard, sacerdote saboyano nacido en 1841, es ahora beato de la Iglesia Católica. Educador incansable, rechazó cargos y riquezas para fundar un orfanato y entregar su vida entera al servicio de los más pobres.
EL MILAGRO DEL OJO

En 1910, un niño llamado René sufrió una grave lesión en el ojo derecho. Los médicos dijeron que lo perdería.


Las religiosas del orfanato iniciaron una novena al padre Camille, fallecido solo unos meses antes. El 27 de octubre, colocaron un pañuelo suyo sobre el ojo de René. Al día siguiente, el ojo estaba sano.



Médicos, teólogos y cardenales investigaron durante más de un siglo. En 2024, el Vaticano reconoció oficialmente el milagro: la curación fue inmediata, total e inexplicable. Fue la puerta para la beatificación.


cAMILLE
Más de 4.000 personas asistieron a la misa de beatificación en Chambéry. El amor por Camille Costa sigue vivo: su legado educativo y su entrega a los olvidados lo convirtieron en uno de los santos más cercanos del siglo XIX. (Fotografía: Vatican News)
UNA SANTIDAD PARA TODOS

Monseñor Thibault Verny, arzobispo de Chambéry, lo dijo claro en su homilía: “Camille no era un extraterrestre. Se dejó amar por Jesús, y por eso pudo amar como Él”. Su "santidad" no fue teórica ni mártir. Fue cotidiana, concreta y heroica en el silencio de los pasillos del orfanato.


cAMILLE
Su amor por los necesitados no tenía límites: rezaba por ellos, pero no se quedaba solo en oración... Pasaba a la acción, dando todos sus bienes por los descartados y fundando un orfanato por los chicos huérfanos.

Era llamado "el padre de los huérfanos", pero también fue protector de obreros, maestro de agricultores, consejero de niños rebeldes y acompañante de viudas. Regaló toda su fortuna, vivía con lo justo y pasaba noches enteras rezando frente al Sagrario por los jóvenes que no tenían familia. Nunca buscó fundar una orden. Solo quería imitar al Buen Pastor.





SU LUZ SIGUE VIVA

Camille Costa de Beauregard murió el 25 de marzo de 1910. Sus restos descansan hoy en Le Bocage, donde los niños siguen rezando cada día. Su beatificación es una respuesta del Cielo a tantos cristianos que se preguntan si la santidad es para ellos.



Camille no fue un superhéroe. Fue un hombre frágil que se dejó romper por el dolor ajeno y reconstruir por el amor de Dios.



Su historia es un mensaje urgente: la santidad no está reservada a místicos ni a eremitas. Puede nacer en un comedor, en un taller, en una mirada de compasión. Camille lo demostró. Y ahora, desde el Cielo, sigue educando. Con manos invisibles, pero con el mismo corazón encendido.





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